Se preveía multitudinaria la jornada y, aunque al final alguno se enredó entre las sábanas, otro sucumbió a un virus caprichoso y otro más no tenía la clavícula del hombro para andarse con chorradas, 11 Nenazas de corto y uno de apoyo nos juntamos a las 9 de una mañanatemplada, para lo que venía siendo habitual.
Como siempre para empezar, un ligero debate sobre dónde ir, que solventó, como siempre también, muy democráticamente GPS con un: “ … aVallequillas y a tomar por culo”. Ante ese argumento tan sólido,empezamos a dar pedales en lo que queríamos que fuera una etapa cortita y rápida para poder llegar pronto a ayudar a nuestras féminasa preparar la comilona prevista para el fin de etapa en la zona común.
Pero esa es otra historia y otra crónica.
Salimos, como últimamente, bordeando el Cerro del Telégrafo y ya por el sendero estrecho entre pinos apuntaba GPS como iba a ser el ritmode la etapa. Enfilamos el Auditorio Miguel Ríos y de ahí al pueblo,sin llegar esta vez a la Laguna del Campillo, para coger la carretera de Protección Civil, como no a buen ritmo, que había prisa. Alguno sin embargo, demostrando que somos animales de costumbres, tiraron hasta la laguna, donde se dieron cuenta del error y tuvieron que desandar lo andado para enfilar Protección Civil.
Ahí hizo su aparición el convaleciente Marqués al volante de su 4x4, demostrando que como director de equipo no tiene precio. ¡¡ Cómo se mantuvo a cola de pelotón, controlando las estrategias, con ese brazo izquierdo apoyado en la ventanilla y el derecho en el volante, cabeza fuera dando órdenes precisas a los esforzados Nenazas y comentando la etapa con su segundo de a bordo, Jorge!!
En el puente de Casa Eulogio
Foto: Marqués
Pelotón + uno
Foto: Jorge
Foto: Marqués
En fin, que así llegamos, después de adelantar a un nutrido grupo de ciclistas aficionados (Club Ciclista Rivas) que manifestaron cierto desagrado por el ritmo impuesto por nuestro líder, al puente del Manzanares, donde según las órdenes del director de equipo debíamos hacer parada para la foto oficial del 2012 (que se repetirá al igual que lo hacen los grandes). A pesar de las ya habituales incidencias con la cámara del Marqués, se hizo la foto y continuamos ruta hacia el desprendimiento.
Foto: Jorge
Bordeamos los cortados en paralelo al río en busca del desprendimiento a un ritmo cada vez mayor, gracias a los continuos cambios en la cabeza del pelotón, y aunque alguno no se diera cuenta, a esas horas el cielo permanecía bastante encapotado y en el horizonte muchas nubes descargaban agua, lo que podía amenazar el premio del final de etapa,en forma de paella, aunque al final no fuera así, pero como he dicho antes, esa es otra historia.
A la altura del desprendimiento, cumplido su objetivo, Antonio se despidió del grupo y emprendió camino de vuelta. El resto seguimos adelante tomando el “peligroso” camino junto al canal, por cierto más seco que el ojo de la Inés, y digo peligroso por los innumerables abrojos que hay en él. Ya habíamos abandonado el canal e íbamos camino de Vallequillas, cuando, como no podía ser de otra manera,surgió el primer contratiempo del día en forma de pinchazo por parte del Sargento Pegatinas, reincidente en el tema, que no se tomó con buen humor su nuevo percance. Parón obligado, cambio de rueda ayudado por varios Nenazas y contraste de opiniones técnicas sobre aprietes de rueda, bujes, discos de freno y demás que, como suele suceder normalmente no llevan a ningún lado si no es con un mojito en la mano.
Mal pintaba ya la cosa para llegar pronto a casa, tras el parón, pero eso no desanimó a GPS que empeñado en cubrir toda la etapa propuesta (luego supimos el porqué) empezó a tirar como un descosido del grupo en busca de la dura subida a Vallequillas, si es Sur o Norte que lo aclaren los que saben. El grupo en ese tramo se disgregó, perdiendo a dos integrantes, ya que la rueda delantera de Aure, apretada en exceso, se negaba a girar. El susodicho Sargento y el que suscribe, Holandés, se quedaron descolgados hasta conseguir que la rueda funcionara como debía, y emprendimos entonces la persecución del resto. Tras encontrarnos con Rafa, que amablemente nos esperó, iniciamos la subida infernal a Vallequillas en la que alguno sufrió lo indecible tanto por las cuestas como por un inoportuno dolor de muelas. Ahí en lo alto esperaban los primeros dando buena cuenta del plátano de rigor.
Los Nenazas en su llegada a lo alto de Vallequillas
Fotos: Avispa Lemond
Cartel, Nenazas no os perdáis
Foto: Profe
Fotos: Avispa Lemond
Desde allí iniciamos la vuelta hacia la Cementera y de allí a casa. Conectamos rápidamente con la Cañada desde la que GPS amenazaba con nuevos caminos con los que alargar la etapa. Su poder de convicción resultó otra vez enorme y pronto descubrimos con sorpresa la razón de su interés en tomar nuevas rutas.
En un alarde de planificación e incluso sacrificando parte de su vida familiar, nuestro guía había ido sembrando, el día anterior, los caminos que discurrían entre olivos hacia la Cementera de carteles de los Nenazas que indicaban claramente la dirección a seguir, salvo para algún despistado que, a pesar de los carteles, se empeñaba en perderse.
Foto: Profe
En fin, que siguiendo los carteles, y aunque recortamos algo el camino debido a que el tiempo se nos echaba encima, cubrimos un entretenido recorrido hasta enlazar con el Vaáamono por su parte superior. De ahí a casa, todo conocido.
Algún pinchazo más y ritmo endiablado enbusca de la paella. Tan solo reseñar el percance final de Rulo, al que un pinchazo enmedio del Vaamono estuvo a punto de dejar sin comer. Afortunadamente, de nuevo GPS estuvo al quite y volviendo sobre sus pasos pudo “rescatarle”, que sin herramientas ni bomba ni Cristo que lo fundó, esperaba ayuda junto a la carretera de Chinchón.
Conclusión: el plátano es importante, pero una cámara más.
Ya sólo quedaba volver a casa y como suele pasar, cada uno a su ritmo llegó como pudo, que no es poco porque hay que reconocer que el ritmo de la etapa fue de los buenos.
Total, 62 kms con fundamento, con una subida para hombres y velocidad media por encima de los 20 por hora. Nos habíamos ganado la paella, y los callos de Raquel y la tortilla y sobre todo la cerveza, y los mojitos…..joder que buenos los mojitos, pero que resacón dejan.