26 de febrero de 2012..... y no se nos pasó el arroz.

Se preveía multitudinaria la jornada y, aunque al final alguno se enredó entre las sábanas, otro sucumbió a un virus caprichoso y otro más no tenía la clavícula del hombro para andarse con chorradas, 11 Nenazas de corto y uno de apoyo nos juntamos a las 9 de una mañanatemplada, para lo que venía siendo habitual.
 
Como siempre para empezar, un ligero debate sobre dónde ir, que solventó, como siempre también, muy democráticamente GPS con un: “ … aVallequillas y a tomar por culo”. Ante ese argumento tan sólido,empezamos a dar pedales en lo que queríamos que fuera una etapa cortita y rápida para poder llegar pronto a ayudar a nuestras féminasa preparar la comilona prevista para el fin de etapa en la zona común.
 
Pero esa es otra historia y otra crónica.
 
Salimos, como últimamente, bordeando el Cerro del Telégrafo y ya por el sendero estrecho entre pinos apuntaba GPS como iba a ser el ritmode la etapa. Enfilamos el Auditorio Miguel Ríos y de ahí al pueblo,sin llegar esta vez a la Laguna del Campillo, para coger la carretera de Protección Civil, como no a buen ritmo, que había prisa. Alguno sin embargo, demostrando que somos animales de costumbres, tiraron hasta la laguna, donde se dieron cuenta del error y tuvieron que desandar lo andado para enfilar Protección Civil.
 
Ahí hizo su aparición el convaleciente Marqués al volante de su 4x4, demostrando que como director de equipo no tiene precio. ¡¡ Cómo se mantuvo a cola de pelotón, controlando las estrategias, con ese brazo izquierdo apoyado en la ventanilla y el derecho en el volante, cabeza fuera dando órdenes precisas a los esforzados Nenazas y comentando la etapa con su segundo de a bordo, Jorge!!

En el puente de Casa Eulogio 
Foto: Marqués
 
En fin, que así llegamos, después de adelantar a un nutrido grupo de ciclistas aficionados (Club Ciclista Rivas) que manifestaron cierto desagrado por el ritmo impuesto por nuestro líder, al puente del Manzanares, donde según las órdenes del director de equipo debíamos hacer parada para la foto oficial del 2012 (que se repetirá al igual que lo hacen los grandes). A pesar de las ya habituales incidencias con la cámara del Marqués, se hizo la foto y continuamos ruta hacia el desprendimiento.
 
Pelotón + uno 
Foto: Jorge
 
Bordeamos los cortados en paralelo al río en busca del desprendimiento a un ritmo cada vez mayor, gracias a los continuos cambios en la cabeza del pelotón, y aunque alguno no se diera cuenta, a esas horas el cielo permanecía bastante encapotado y en el horizonte muchas nubes descargaban agua, lo que podía amenazar el premio del final de etapa,en forma de paella, aunque al final no fuera así, pero como he dicho antes, esa es otra historia.
 
A la altura del desprendimiento, cumplido su objetivo, Antonio se despidió del grupo y emprendió camino de vuelta. El resto seguimos adelante tomando el “peligroso” camino junto al canal, por cierto más seco que el ojo de la Inés, y digo peligroso por los innumerables abrojos que hay en él. Ya habíamos abandonado el canal e íbamos camino de Vallequillas, cuando, como no podía ser de otra manera,surgió el primer contratiempo del día en forma de pinchazo por parte del Sargento Pegatinas, reincidente en el tema, que no se tomó con buen humor su nuevo percance. Parón obligado, cambio de rueda ayudado por varios Nenazas y contraste de opiniones técnicas sobre aprietes de rueda, bujes, discos de freno y demás que, como suele suceder normalmente no llevan a ningún lado si no es con un mojito en la mano.
Mal pintaba ya la cosa para llegar pronto a casa, tras el parón, pero eso no desanimó a GPS que empeñado en cubrir toda la etapa propuesta (luego supimos el porqué) empezó a tirar como un descosido del grupo en busca de la dura subida a Vallequillas, si es Sur o Norte que lo aclaren los que saben. El grupo en ese tramo se disgregó, perdiendo a dos integrantes, ya que la rueda delantera de Aure, apretada en exceso, se negaba a girar. El susodicho Sargento y el que suscribe, Holandés, se quedaron descolgados hasta conseguir que la rueda funcionara como debía, y emprendimos entonces la persecución del resto. Tras encontrarnos con Rafa, que amablemente nos esperó, iniciamos la subida infernal a Vallequillas en la que alguno sufrió lo indecible tanto por las cuestas como por un inoportuno dolor de muelas. Ahí en lo alto esperaban los primeros dando buena cuenta del plátano de rigor.
Los Nenazas en su llegada a lo alto de Vallequillas 
Fotos: Avispa Lemond
 
Desde allí iniciamos la vuelta hacia la Cementera y de allí a casa. Conectamos rápidamente con la Cañada desde la que GPS amenazaba con nuevos caminos con los que alargar la etapa. Su poder de convicción resultó otra vez enorme y pronto descubrimos con sorpresa la razón de su interés en tomar nuevas rutas. 
 
En un alarde de planificación e incluso sacrificando parte de su vida familiar, nuestro guía había ido sembrando, el día anterior, los caminos que discurrían entre olivos hacia la Cementera de carteles de los Nenazas que indicaban claramente la dirección a seguir, salvo para algún despistado que, a pesar de los carteles, se empeñaba en perderse.
 
Cartel, Nenazas no os perdáis 
Foto: Profe
 
En fin, que siguiendo los carteles, y aunque recortamos algo el camino debido a que el tiempo se nos echaba encima, cubrimos un entretenido recorrido hasta enlazar con el Vaáamono por su parte superior. De ahí a casa, todo conocido.
 
Algún pinchazo más y ritmo endiablado enbusca de la paella. Tan solo reseñar el percance final de Rulo, al que un pinchazo enmedio del Vaamono estuvo a punto de dejar sin comer. Afortunadamente, de nuevo GPS estuvo al quite y volviendo sobre sus pasos pudo “rescatarle”, que sin herramientas ni bomba ni Cristo que lo fundó, esperaba ayuda junto a la carretera de Chinchón. 
 
Conclusión: el plátano es importante, pero una cámara más.
Ya sólo quedaba volver a casa y como suele pasar, cada uno a su ritmo llegó como pudo, que no es poco porque hay que reconocer que el ritmo de la etapa fue de los buenos.
 
Total, 62 kms con fundamento, con una subida para hombres y velocidad media por encima de los 20 por hora. Nos habíamos ganado la paella, y los callos de Raquel y la tortilla y sobre todo la cerveza, y los mojitos…..joder que buenos los mojitos, pero que resacón dejan.
 
Pero eso es otra historia y alguien la contará.

Los que fueron a la paella 
Foto: Anónimo

19 de febrero de 2012, un mal día lo tiene cualquiera, pero dos....

Convocada nueva ruta, a las 9:00 h. nos juntamos 9 Nenazas en la plaza de la calle Picos de Urbión, para hacer una nueva etapa por los campos del Sureste madrileño. 
Nada más salir, bajamos por el Cristo de Rivas, una bajada a todas prisas huyendo del fresquito mañanero que quitaba el hipo. 

Antes de cruzar el puente hacia Mejorada, nos metimos hacia la derecha en ese lugar donde se colocan un paisano a vender patatas y otros productos de la huerta. Rio arriba, cruzamos bajo el puente, para en este caso atravesar el puente metálico que nos lleva hacia la Costilla Tejana. 

Desde allí y por la orilla del rio Jarama, seguimos rio abajo por la Senda del Jabalí, ese trazado que surca la orilla de nuestro rio hasta llegar hasta Velilla de San Antonio. Un bello y suave recorrido, de recuerdos a modo de un “Precioso bicharraco” que se nos cruzó hace unas pocas etapas. 

Un Jabalí virtual 
Foto: Marqués


En Velilla, una corta parada, pues una de las ruedas del Sargento Pegatinas, daba guerra. Pinchazos y otras zarandajas, nos hicieron tomar un poco de aire para arreglar el entuerto y continuar.

Pinchazo del Sargento Pegatinas 
Foto: Marqués


La ruta seguía hacia Campo Real, atravesando en principio por caminos conocidos, y una vez cruzada la R-III, donde Antonio dejó al pelotón, tomamos otros nuevos que GPS nos tenía preparados entre los olivares de la zona. 

Pelotón de la jornada 
Foto: Marqués


Una vez cruzada la carretera de Arganda a Loeches, ya estábamos de nuevo en zona conocida. Ese camino empinado y pedregoso que a muchos no les cae muy bien, o más bien lo odian. La subida, la bajada y nueva subida que nos lleva hasta Campo Real, con el pelotón disgregado. Con David entre medias, que despistado no tomó la ruta correcta, no la conocía, y tuvo que subir hasta el pueblo y bajar a la zona donde tocaba el descanso, el antiguo lavadero de Campo Real. 


Allí nos tomamos el refrigerio, los plátanos y cosas varias que cada uno llevaba a buen recaudo entre sus pertenencias. 

Marqués en el antiguo lavadero de Campo Real 
Foto: Profe

Una vez en marcha, tocaba territorio comanche, una ruta nueva que nos iba a llevar hasta Loeches, que como no había sido preparada previamente por GPS en los días anteriores. Un camino muy entretenido, con subidas y bajadas, en la zona denominada Valdegatos. Con un final a modo de camino, por llamarle algo, llenísimo de piedras enormes que dificultan ir subido en la bici en un buen tramo. Eso si, muy chulo. 

Bajada desde Valdegatos hacia Loeches
Foto: Marqués


En la parte final, dos valientes, Avispa Lemond y GPS como no, se crecieron y se lanzaron por una empinadísima rampa que les lleva hasta juntarse con el grupo en la carretera a la entrada de Loeches. Era increíble oír los frenos de Lemond e incluso su gritos cuando bajaba tras GPS por aquella increíble cuesta. Para verlo. 


Atravesamos las calles de Loeches para dirigirnos hacia Velilla, ir al salir del pueblo cambiamos la ruta tradicional por otra que baja un poco al norte de la otra. Por cierto, un camino marcado por los accidentes. 


Fue aquel camino que subimos una sola vez hace mucho tiempo, donde un trio de ciclistas nos adelantó y uno de ellos dio con su mandíbula contra las piedras del suelo. Se rompió varios dientes, creo que el hueso de la mandíbula y no sé qué cosas más. 


Mal presagio, pues durante la bajada David se metía con su bici en una escorrentía en el camino y no pudo salir, cayó contra el suelo y una valla metálica. El resultado ya lo conocéis todos, o eso creo, clavícula derecha rota y a reposar.  Mala suerte.


Dos del grupo iban por delante y se enteraron por teléfono, el resto y en comandita bajamos a pie en dirección a Velilla. 


Un buen trozo de camino, que se hizo interminable hasta que poco antes de llegar a este pueblo, Elevator hizo presencia con su coche para recoger al maltrecho David y su bici, llevándoselo hasta Rivas al ambulatorio. Gracias por su ayuda.

GPS cruzando el arroyo Pantueña junto a Velilla de San Antonio 
Foto: Marqués


Una vez en Velilla, el grupo de 5 fuimos a buen ritmo hacia los viveros Don Pedro, aunque en la parte final alguno perdió contacto (imaginar) y nos juntamos tras recorrer unos 50 kilómetros en el Camelot. 


Lo que ocurrió en el punto de encuentro, lo olvidaremos, pues a alguno le caerá el peso de las consecuencias de la hora a la que nos fuimos a casa. 


Nada más, espero una buena etapa el próximo domingo y que la esperada paella sea un punto de encuentro de todos y todas. 


Paz, amor y buen rollito, colegas.

12 de febrero de 2012, ni las temperaturas bajo cero pueden con el pelotón

Muy malos presagios en la noche anterior, hacían que parte del pelotón se lo pensara el sábado por la noche. Un frío del carajo y un viento fuerte hicieron que unos cuantos decidieran finalmente que estaban mejor encamados.

Y así fue, que aunque el viento estaba ausente a la hora de la salida, un frío intenso nos acompañaba minutos antes de partir. El pelotón se resintió en parte, aunque 7 Nenazas salimos en busca de los campos de Sureste.

Pero, ¿quién son los Nenazas los que salimos o los que se quedaron? Cada uno a su puesto como siempre.

A las 9:00 de la mañana, con unos -3º C comenzamos por las bravas, subiendo de salida el Cerro del Telégrafo, a tomar por culo. Una salida dura con los protagonistas muertos de frío, que provocó que parte del grupo nos extraviáramos por el cerro y que tuviéramos que esperar a los de delante que se recorrieron el lugar de arriba abajo.

GPS nos avisó de salida, hoy toca una etapa corta e intensa, tras bajar hasta la laguna de El Campillo tomamos la carretera de Chinchón y empezamos a subir por el camino Vaáamono.

Nuestro querido camino lo recorrimos en una mínima parte, pues nada más pasar la casa esa que tiene caballos, tomamos a la izquierda un empinado y bonito camino de subida por las lomas de Arganda, que solamente una vez bajamos hace mucho tiempo.

Es la zona denominada Monte Cerros Concejiles, lo ponía en un cartel que seguro que casi ninguno lo vio durante la subida. Ojo avizor.

Monte Cerros Concejiles
Foto: Marqués

Por allí subimos serpenteando caminos, cuestas, bajadas y subidas constantes. Pero claro, los de delante tiraron sin parar y aunque GPS nos esperó a David y sobre todo a mí, nos pasamos todas las desviaciones que nuestro guía había pensado tomar.

GPS y Rivas al fondo
Foto: Marqués

Nos juntamos de nuevo en la vía verde de Morata, y desde allí volvimos un tramo sobre nuestros pasos y subimos por la cuesta prevista para tomarnos el platanito junto a una casita de campo.

David llegando al platanito
Foto: Josemari

Marqués llegando al platanito
Autor: Josemari

Parte del grupo en el receso para el platanito
Foto: Josemari

Pelotón al completo
Foto: Marqués

Urraca Paca, en lo que quedó la bicha
Foto: Marqués

Otro bonito recorrido serpenteando por la lomas, que cruzó de nuevo la vía verde un poco más arriba, juntándonos de nuevo en la continuación del Vaáamono justo junto al punto donde hace unas semanas la Avispa Lemond hizo contacto con el suelo.

Allí empezamos a plantearnos como seguir, y al final como casi siempre GPS gritó un “a tomar por culo” y continuamos hacia la cementera de Morata. Tras muchas vueltas entre los olivares, nos juntamos de nuevo en la carretera de Morata a Arganda para hacer un corto recorrido por dicha la carretera hacia Arganda y bajar de nuevo por esos caminos haciendo de nuevo una preciosa bajada.

Cuesta abajo
Autor: Marqués

Todo ese camino adelante llegamos de nuevo a la anterior carretera, para seguir bajando y esta vez recorrer un tramo de la vía verde en dirección a Arganda. Desde el hospital hicimos el atajo por el polígono y bajamos de nuevo por la vía verde en dirección a La Poveda.

En dicho tramo ocurrió la anécdota de la jornada, pues cuando circulábamos tranquilamente por la zona asfaltada, David hizo su bautizo y tras frenar su rueda delantera sin causa aparente, rodó por la cuneta para hacer su primera caída tonta desde que empezó con nosotros. Cosa de poco, esperemos.

En aquel momento, un poco en broma y sin mucha intención, lancé al viento una propuesta, y le dije a David que si se sentía mal le acompañaba en el Metro hasta casa. David estaba bien, pero mi frase debió calar profundamente en alguno del pelotón pues tuve escolta hasta llegar a Rivas para impedir que en mi mente surgiera la intención de subirme al Metro. Y claro, hice el final de etapa por el mismo sitio que el resto de mis compañeros.

Subimos por el Polideportivo de las Lagunas de Rivas, al igual que la bajada por la mañana, para tomar la avenida del Campillo de San Isidro, la avenida Juan Carlos I, la avenida Pilar Miró, el pinar del Cerro del Telégrafo, la cuestecita maldita antes del parque y acabando después de unos 53 km., casi todos en el Camelot.

A pesar del frío, el aire que soplaba por las calles de Rivas a la vuelta, la etapa estuvo muy entretenida e intensa y nos dejó a todos un buen sabor de boca.

Un saludo a todos, pero a los que se quedaron en la cama, “que vosotros os lo perdisteis”.

Hasta la próxima.

5 de febrero de 2012, ¿quien dijo miedo?

“No concibo una hamburguesa sin mostaza, ni un domingo por la mañana sin ruta de los Nenazas”.

Eso es lo que vino a mi cabeza el domingo al levantarme y sentir que a pesar del frío que hacía -2ºC a la hora de la salida, había bajado la intensidad del aire que soplaba el sábado y siguió soplando en la tarde del domingo.

El pelotón se resintió bastante, hubo bajas un tanto justificadas aunque otras no tanto, pero cada uno se sitúe donde sea su sitio.

A eso de las 9:00 h. ya estábamos dándole vueltas a la plaza, esperando que alguno más se presentara, pero solo 5 acudimos a la cita.

Decidimos una etapa corta, alguno tenía que regresar pronto y los demás, o casi todos los demás, pensamos en una mañana cerca de la familia, así apaciguar las mentes de las contrarias.

La salida por el Cerro del Telégrafo, por esa ruta que le da la vuelta y que se está convirtiendo en habitual, por lo entretenido para la toma de contacto del pelotón con los primeros kilómetros de recorrido.

Bajamos por el pueblo, pasando por la laguna de El Campillo para cruzar el rio Jarama por el puente del Tren de Arganda.

De allí tomamos el camino que recorre la vega del rio Jarama en dirección a Velilla de San Antonio. Pero claro, como era de prever allí vino el escollo ya afrontado hace algunas etapas por parte del pelotón.

Agua helada
Foto: Marqués

Esquivando escollos
Fotos: Marqués

Siguen las vallas, los carteles y sobre todo el campo arado que dificulta muchísimo el discurrir de los avezados ciclistas. ¿Qué narices pretenderán con ello?, ¿a quién le molesta que la gente circule en bici por esos caminos?

¿Porqué?
Foto: Marqués

Camino arado
Foto: Marqués

Habrá que buscar un recorrido alternativo para esquivar la zona o insistir hasta que el paso vuelva a la normalidad, y el que la sigue la consigue.

Una vez superado ese tramo, continuamos rio arriba. Al llegar a las primeras lagunas de Velilla, en concreto las lagunas de Miralrío, usamos la senda que recorre la orilla del rio, un camino por el que no pasamos hace mucho y que volvimos a recorrer para alargar un poco la etapa.

Lagunas de Miralrío
Foto: Marqués

Allí y aunque no habíamos hecho ganas, hicimos la parada del platanito. Unas fotos en la laguna de Miralrío y de nuevo en ruta hacia Velilla.

El pelotón de la jornada
Foto: Marqués

Pedaleando, llegamos hasta Velilla de San Antonio, y en la laguna del Raso, la que está junto al polígono, tomamos de nuevo el camino que recorre la vega del Jarama bajo los árboles en dirección hacia la carretera de Vicálvaro.

Allí se cumplió la promesa del Holandés, que había avisado que vería conejos durante la ruta. Los conejos los vimos todos en los kilómetros anteriores, pero rematamos viendo un jabalí, o quizás jabalina, corriendo a nuestro lado unos instantes para gozo de todos los Nenazas. Bonito bicharraco.

Un jabalí
Foto: Marqués

Orilla hacia arriba seguimos serpenteando por la ribera, hasta poco antes de llegar bajo el Cristo de Rivas. Allí un hermoso espectáculo colgaba de los cortados de yeso en forma de hielo como si fuese un órgano de iglesia.

Los chupones de hielo
Fotos: Marqués

Allí hicimos una corta parada para hacer unas fotos y continuar nuestro camino rápidamente.

Hacia el Cristo de Rivas
Foto: Marqués

El segundo jabalí
Foto: Trancas

Bajo el Cristo de Rivas
Foto: Trancas

Pasamos bajo el puente de la carretera de Mejorada a Vicálvaro, para cruzar el rio por el puente metálico antiguo, el que hay junto al restaurante de las costillas, para así enlazar con dicha carretera y subir por el Cristo hasta nuestros hogares.

Rio Jarama
Foto: Marqués

Esta vez subí las cuestas un poco más ligero, dentro de lo que cabe, y llegué poco después del pelotón. El Holandés bajo en mi busca hasta la rotonda del medio entre la avenida de las provincias y el Bar de La Rosa, y juntos realizamos el último tramo de la etapa, para completar poco más de 30 kilómetros, eso sí muy entretenidos.

Eran las 12 menos cuarto al llegar arriba, una cañita, una, en el Camelot, y para casa, que el resto del grupo se fue antes.

Eso es todo, esperemos menos escusas en el futuro y que el grupo vuelva a su sitio con un grupo más numeroso con más avezados ciclistas en ruta.