23 de marzo de 2014, una vez más por las lomas argandeñas

El silencio del whatsapp hacía presagiar poca afluencia de Nenazas esa mañana, lo que por desgracia viene siendo habitual últimamente.  

Por si fuera poco, nuestro cronista titular, un fijo del pelotón dominical,  ya anunciaba la noche antes su posible baja.  Y así fue, ya que de nuevo una pequeña piedra pudo con nuestro Goliath.

Aún así, allí estaba en pijama el insigne Marqués de la Piedra, puntual a las 9 de la mañana,  para dejar constancia gráfica de los 5 Nenazas  que, sin saber muy bien a dónde, iniciábamos ruta.  


Pelotón de la jornada 
Foto: Marqués


Y cómo ni el cronista oficial, ni el blog de los Nenazas se merecen un domingo sin crónica, ni una tipo telegrama, ahí va ésta cortita y breve de una mañana en bici.

Vaya por delante que Avispa se presentaba a la convocatoria con la montura de su hijo, algo falta de mantenimiento, y haciendo sonar el timbre que lleva en el manillar, para regocijo, supongo, de los vecinos de la plaza.  Pero a lo que íbamos….

El día era bueno, aunque algo frío, lo que a la postre se agradecería, que ya vendrán los calores.  Salíamos a las 9 y pico, Antonio, el Profe, Avispa, Gavilán y Jokin, sin rumbo fijo.  Camino de Morata en un principio, aunque luego se cambiaría de opinión.  

La salida habitual por el pinar que bordea el Cerro y desemboca en la Avenida de Pilar Miró.  De allí en un suspiro a la Laguna del Campillo y a la carretera de Chinchón, en busca de las lomas argandeñas.

La idea era recorrer el Vaamonó entero pero  alguien sugirió tomar la subida a los Cerros Concejiles que, además de bonita, protege bastante del viento.   

Aquí creo que merecen especial mención tanto el Profe como Antonio, señor de los Jamones.  Ambos, algo faltos de forma  por las últimas ausencias, demuestran una vez más que son como los buenos Mihuras, aceptan el castigo con nobleza, humillan y entran al trapo sin rechistar.

La subida entre pinos por los Cerros Concejiles es, pese a quien pese, lo más parecido a la Sierra que tenemos por la zona, cortita eso sí, pero en sus primeras rampas, con un poco de imaginación, te trasladas a la Pedriza o la Fuenfría.  

El caso es que poco a poco fuimos llegando a su punto más alto, bueno, todos no.  Jamones decidió darse la vuelta y emprender regreso por el mismo camino, cumplido ya su cupo rodador.








Subiendo la última rampa 
Fotos: Jokin


Reagrupamiento 
Foto: Jokin


Reagrupados en lo alto, bajamos rápido hacia la Vía Verde y, tras cruzarla, nos dirigimos hacia la Dehesa del Carrascal.  Este camino, en su tramo final sobre todo, está especialmente bonito en esta época, con muchos de sus árboles en flor.  


Almendro en flor 
Foto: Jokin


Tomamos la senda pedregosa que va subiendo hacia la Dehesa, con algún tramo empinado y mucha piedra.  Finalmente un estrecho sendero, de la colección de GPS, nos llevó al merendero en su parte más alta.

Allí, como es costumbre, parada y fonda, o sea, plátano, barritas o polvorones, lo que cada cual se haya podido agenciar en casa esa mañana.  A esa hora, y  con la ropa ya mojada por el sudor, el frío apretaba algo más, a pesar del  sol. 

Iniciamos la vuelta en dirección al Rock in Río, para hacer algún kilómetro más.  Tras llegar a la valla del recinto, tomamos dirección a las canteras y, después de algún despiste que no podía faltar, enlazamos rápidamente con el camino de Piolín. 

Ahí, en unas de sus curvas cerradas, las dos primeras unidades del pelotón a punto estuvieron de tener un choque frontal con otro ciclista que venía en sentido contrario.  Los reflejos de todos evitaron por centímetros lo que habría sido, hablando en plata, un “ostión” importante por la velocidad a la que se rodaba.

Pasado el susto, nos juntamos de nuevo los cuatro en el puente de hierro, bajo la Vía Verde.  Quedaban, según apuntó el Profe con buen ojo, unos 18 kms a casa, y para allá que nos fuimos.   

La bajada del Vaáamono, a tumba abierta y con algún que otro nuevo susto con una ciclista que debía ser inglesa, pues se empeñaba en rodar por la izquierda. Rodando a más de 45 km/h llegamos a la carretera de Chinchón y de ahí al pueblo.

Allí ya, la propuesta de subir parte de los cortados para salir al auditorio de Miguel Ríos, sólo cuajó en la mitad del pelotón.  Así que finalmente nos volvimos a juntar los cuatro Nenazas en el Chapu, con 52 kms en las piernas y a una hora muy razonable


Ruta y perfil de la etapa 
En Wikiloc por Avispa

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Las cerecitas de rigor corrieron a cargo de nuestro insigne Lusmi, el Avispa, que celebraba así su…..bueno su titantos cumpleaños.


Y nada más, y nada menos, una bonita mañana más de bici, de las que espero  se repitan, aunque con más Nenazas que en esta ocasión.

16 de marzo de 2014, a Chinchón un etapón

Decían  las malas lenguas que el domingo anterior Avispa había lanzado un reto a GPS, ir de nuevo y tras mucho tiempo a Chinchón. No sabemos si será verdad o fue un invento, pero esta etapa mítica entre las míticas era la que estaba destinada para esta ocasión.

Parece que cundió el ánimo en el pelotón y este domingo se congregó un interesante grupo a la hora de la cita matutina. Así 7 de los más elegidos Nenazas estábamos como clavos dispuestos a sufrir y disfrutar de esta dura etapa.

La salida un tanto caótica, con una parte del pelotón por un lado y la otra por el otro. Los de delante se fueron por la senda que rodea el Cerro del Telégrafo, hacía mucho tiempo que no se salía por ahí. El trío retrasado no se enteró de la operación o no quiso enterarse y salió por la pista que rodea a este cerro por la izquierda. Un inicio así, ¿pa qué?

Una vez todos juntos bajamos sin pausa por las calles habituales hasta la laguna de El Campillo, calentando las piernas.

Esta vez la etapa estaba pensada para hacerla a la inversa de las otras ocasiones en las que fuimos a este insigne municipio por lo que tocaba ir en aproximación lo más recto posible y sin perder el rumbo.

La subida hacia la cementera de Morata ya os la podéis imaginar, por el Vaáamono. La subida fue dura, pues se hizo de forma trepidante y a todas prisas. Alguno ya empezamos a notarlo al llegar hasta la Vía Verde junto al puente metálico.

Llegamos con la lengua fuera, al menos una parte de nosotros, porque alguno ya sabéis que piden algo más y otros no estamos para mucho. C’est la vie.

Una vez junto a la Vía Verde nos fuimos por la pista de cemento que recorre las zonas urbanizadas y que por un camino rodea la cementera hasta llegar al Restaurante El Alto, el de los conejos.

Una vez allí y tras recorrer un pequeño tramo de la carretera M-311, giramos a la derecha para entrar en la vía pecuaria que baja hasta Titulcia.

Esta vía pecuaria ya la conocéis casi todos. Es un camino estrecho entre olivos al principio pero después de andurrear un rato y tras cruzar otra carretera, se convierte en una pista ancha muy bacheada que nos lleva hacia nuestro destino.

Poco antes de llegar a la zona de descanso de la urbanización Valgrande, Gavilán da por finalizada su etapa. Lleva varios meses sin darle a los pedales y cumple su cupo de kilómetros para volverse hacia casa en un recorrido que le sumaría la distancia de 53 kilómetros, que no es poco. Así os podréis imaginar lo que todavía nos quedaba al resto.


Pelotón de la jornada 
Foto: Marqués


No paramos ni un instante, el tiempo apremiaba y nos quedaba mucho por delante. Así que a bajar hacia la carretera para llegar a nuestro destino cuanto antes.

GPS se nos fue por delante y el grupo mal asesorado por un despistado, eligió un camino equivocado que atravesaba un casoplón de la urbanización. Testigo fue un trabajador de la finca que dejó constancia del hecho cuando pasaba el grupo por su lado. Un despiste lo tiene cualquiera, aunque al final llegamos a la carretera donde volvimos a juntarnos con el escapado.

Tras pedalear por el camino que nos lleva al puente que cruza el río Tajuña, el que pasa junto a la laguna de San Galindo, también conocida como laguna de la Espadaña, comenzamos la subida hacia Chinchón.

Esta subida era la primera vez que se hacía, aunque en sentido contrario no lo era, ya la bajamos en dos o tres ocasiones. En el inicio GPS intentó hacernos la jugada y hacer unos quiebros por las lomas cercanas. No lo consiguió y seguimos hacia delante por las primeras empinadas rampas camino de Chinchón.

Hubo una pequeña criba, con miembros del pelotón descolgados por el esfuerzo. Hice una breve parada porque descubrí una pequeña fuente con manantial y eso había que inmortalizarlo, agua en una páramo de yeso!!!!!


Fuente en la subida 
Foto: Marqués


El Hombre Volador que iba muy cerca de mi siguió adelante, pero GPS que venía por detrás espero a que hiciera la foto.



Cuestas hacia Chinchón
Video por Josemari


Una vez de nuevo en marcha me propuso una subida diferente por un camino menos transitado y que en principio tenía rampas menos duras que el otro camino. Así fue como nos separamos del grupo.

El camino me gustó mucho, y aunque GPS recordaba haberlo recorrido de bajada en alguna ocasión, al menos para mí era totalmente nuevo. La verdad es que me gustó mucho y creo que se hace más cómodo para la subida. Su nombre arroyo de las Cárcavas.


Subiendo por el arroyo de las Cárcavas 
Foto: Marqués


Una vez en el camino correcto, el pelotón estaba totalmente descolocado. Avispa por delante por el camino correcto, el Hombre Volador que ya venía por detrás y un par de despistados Jokin y Rulo que había elegido mal camino, tuvieron que ser avisado para darse la vuelta y tomar la dirección apropiada.

Una vez juntos continuamos la subida, nos quedaban aun unas cuantas rampas duras, sobre todo una de ellas que nos hizo estirarnos y llegar en goteo hasta arriba.














El cuestorrón a Chinchón 
Fotos: Jokin y Marqués



Allí estaba Jokin para recordarnos que no hay ruta dura sino esfuerzo bien recompensado.

Nos quedaba ya poco para llegar a Chinchón, eso sí, por la parte baja del pueblo por lo que tocaba subir por sus calles.   



Subiendo las calles de Chinchón
Video por Josemari


Yo hice una breve parada en una fuente con abrevadero incluido, el agua estaba riquísima y venía muy bien para refrescarme en una mañana primaveral. Es la plaza de San Roque.




Fuente en Chinchón 
Fotos: Marqués


El resto del grupo había parado en una tienda a comprar ricas viandas, bebidas isotónicas y algún dulce típico del pueblo que luego degustaríamos en la plaza de Chinchón.


Plaza de Chinchón
Foto: Marqués


Ni que decir tiene que el día acompañaba muchísimo para esta gran etapa, un tiempo espectacularmente buena nos hacia disfruta de una mañana plena de ciclismo y buena compañía.
















En la plaza de Chinchón
Fotos: Josemari y Marqués


Nos hicimos muchas fotos, unas mejores que otras y dejamos constancia de que los Nenazas de Rivas habían vuelto a Chinchón. Casí ná.

Había que hacer el retorno, por lo que quedaba seguir subiendo hasta la parte más alta del pueblo para dirigirnos hacia la carretera de Valdelaguna. Serpenteando por las calles iba el pelotón Nenaza en busca de nuestro camino.

Tras circular por esta carretera un par de kilómetros, nos salimos a la izquierda por la senda que nos iba a llevar hasta el río Tajuña en las cercanías de Perales de Tajuña.

Esta parte del recorrido es parte de la Senda del Páramo a la Vega, que estaba preciosa. Un recorrido de unos 12 kilómetros cuesta abajo, rodeados en todo momento de almendros en flor que hacían el disfrute de los que pasábamos por ella.


Senda del Páramo a la Vega 
Foto: Marqués



Allí el pelotón volvió a separarse en varios grupos, unos por delante, otros por el medio y otros por detrás. Rulo y yo, más precavidos y deseosos de disfrutar de la mañana lo hicimos más tranquilos, incluso con alguna parada para inmortalizar la jornada.




¡Qué bonitos almendros en flor! 
Fotos: Marqués



Por delante no sé bien lo que ocurrió, pero el caso es que acabamos cada uno por un lado e incluso a alguno no le volveríamos a ver hasta llegar a Rivas.


Molino en el río Tajuña 
Foto: Marqués


Los despistados hicieron una parte de recorrido hacia Perales de Tajuña, teniendo que cruzar el río por un puente y coger la Vía Verde en dirección a Morata. Solo GPS tomó la dirección correcta y ya no lo volvimos a ver aunque mantuvimos contacto telefónico.

Los retrasados también hicimos un camino diferente, siempre buscando el trazado más corto y menos sinuoso, hasta que al llegar a Morata llamamos a los de delante que nos esperaron en el helipuerto de Morata.

Sin pausa y sin ni siquiera parar un instante al llegar al helipuerto, me hicieron subir por la empinada cuesta semiasfaltada que sale a la derecha. Es muy conocida por una impresionante caída que dio nombre al Hombre Volador, que hizo su primer vuelo en una muy lejana jornada. Los más veteranos de estas lides recordaréis ese ingrato día.

La subida horriblemente dura, las malas memorias recordaban rampas suaves donde la inclinación era demasiada para unas piernas ya muy cansadas. Tras girar la cantera de Morata de aquí para allá, logramos encontrar el norte cuando al fin llegamos a lo alto de la senda del Tractor, ya muy cerca del camino del Piolín.

Nos quedaba por delante todavía bastante, aunque esa zona ya la conocéis todos. Así que dándole a los pedales sin descanso llegamos y nos juntamos por última vez en los alto del Vaáamono.

La bajada a tumba abierta, Jokin se despidió del grupo porque tenía prisa y los demás en grupo bajamos hasta la carretera de Chinchón para alcanzar la laguna de El Campillo con las fuerzas todavía más mermadas. ¡Qué duro!

Solo nos quedaban los 7 kilómetros de rigor, los de la subida por las calles del pueblo hasta casa. Ni os cuento los sufrimientos del pelotón en las últimas rampas de la avenida de Pilar Miró hasta llegar al parque del Cerro. Sangre, sudor y lágrimas.

Llegamos al Chapu 5 horas después de la hora de la partida con unos 80 kilómetros en nuestras piernas, unos un poco más otros un poco menos, según las rutas y los despistes de cada uno.


Ruta y perfil de la etapa 
En Wikiloc por Avispa

 
Allí estaba GPS, que había tenido una pequeña ayudita en la parte final de la etapa para subir desde el pueblo motorizado dentro de su vehículo, transportado por su santa. Eso no vale colega.

Las cerecitas sentaron de maravilla. La jornada como dije antes, memorable y el aspecto meteorológico perfecto acompañando al pelotón en todo momento.


Felicidades Avispa 
Foto: Marqués


En fin, un etapón de los que quedan en la retina de los que lo sufrimos y disfrutamos a la vez.


Saludos Nenazas.   

9 de marzo de 2014, una etapa planificada al Ecce Homo que no pudo ser

Un domingo más, una etapa más, que los Nenazas o parte de ellos tienen por costumbre montar en bicis las mañanas de domingo. Además, este domingo nos las prometíamos felices pues la climatología iba a ser favorable y más parecida a una jornada primaveral que a una del frío invierno.

El regreso de Jamones al pelotón era algo esperado. Muchas veces había avisado de su regreso pero la cosa no se había cumplido. Pero ahí estaba bien plantao a la hora de la salida.

GPS había estado en la mañana del sábado preparando la etapa, así que las cosa se iba a poner peliaguda, su adición por las zonas estrechas y escarpadas hacen temblar  a los más temerosos, ya sabéis de quien hablo.

La salida por el Cristo de Rivas hacia abajo, con fresco durante la bajada porque aunque el cielo estaba completamente despejado o quizás por ello, la temperatura a esas horas aun era fría, aunque duraría poco y la mañana sería perfecta en cuanto al aspecto climatológico, en otros no tanto pero eso lo veremos más adelante.

Pronto llegamos al Puente del Moco, el que nos permite cruzar el río Jarama para ir hacia Torrejón de Ardoz. El nivel del río ha bajado bastante quedando restos de la inundación que provocó la bajada de gran cantidad de agua.

Seguimos en paralelo al río, aguas arriba, con la M-50 a nuestra derecha, para cruzar bajo esta autopista y encaminarnos hacia el Caserío del Henares y los Huertos de Ocio de San Fernando de Henares.

Camino del Palacio de la Aldovea dejamos el Caserío del Henares a nuestra derecha y la Planta de los depósitos de combustible de CLH a la izquierda. Como conocéis perfectamente el camino, poco os puedo contar.

Hicimos una breve parada en el Barrio del Castillo, ya en Torrejón de Ardoz, para repostaje de líquido. Jokin y yo teníamos que comprar Aquarius y era momento de hacerlo.


En el Barrio del Castillo 
Foto: Marqués


Pero poco duró la tregua , pues el pelotón pronto se encaminó hacia Torrejón, y a todas prisas dejando el Parque Europa a nuestra izquierda. Pasamos junto al cementerio  y enseguida nos fuimos hacia la vega del río Henares para dirigirnos río arriba por la conocida Senda del Corzo.

Este camino discurre en paralelo al río, es muy sinuoso pero el discurrir por él se hace cómodo y tranquilo hasta llegar al puente que cruza el río Henares junto a la Casa Espinillos hacia la finca de caballos de El Rasillo.


Junto al puente del río Henares 
Foto: Marqués



Allí hicimos una nueva y rápida parada, para hacernos la foto de pelotón porque a Jamones se le acababa la ruta junto al grupo y un poco más adelante se volvería hacia Rivas pasando por Mejorada del Campo.

Estuve en un tris de hacer vuelta con él, aunque me convencieron como casi siempre. No tenía muchas ganas de ir al Ecce Homo de Alcalá de Henares recorriendo veredas, vericuetos y demás lugares demasiado inhóspitos.

Nos dirigimos hacia la base norte del Cerro del Viso, para recorrerla en dirección este bajo este gran cerro testigo. El camino bastante mejor que otras veces, con un buen firme, durito y cómodo para recorrerlo.

Badenes, rampas, cuestas, toboganes y demás escollos nos llevaron hasta el gran fiasco de la etapa. En la gravera que había que cruzar para llegar hasta el vertedero de Alcalá de Henares y la subida al Gurugú habían colocado una valla que impedía el paso y la ruta no podía seguir adelante, no podíamos llegar hasta el destino propuesto.

Con insistencia intentamos rodear la gravera por la derecha, por un estrecho sendero que se elevaba hasta una punta con una caída de unos 30 metros de desnivel. Allí el pelotón se detuvo esperando mi subida a patita.






Rodeando la gravera 
Fotos: Jokin y Marqués



El rodear la gravera se ponía cruda y había que hacerla a pie en muchos tramos, todavía nos quedaba mucho por delante y habría que volver por el mismo sitio, perdiendo de nuevo mucho tiempo.






Paisaje desde lo alto de la gravera, con el Ecce Homo al fondo 
Fotos: Jokin y Marqués



Así fue como el pelotón se lo pensó y la decisión unánime fue regresar sobre nuestros pasos y hacer algo improvisado. Como tantas y tantas veces.

La ocurrencia para la continuación era subir al Cerro del Viso, y hacia allí nos volvimos.



Cerro del Viso 
Foto: Marqués 


La subida por otro camino al habitual, un camino mucho más empinado todavía que el otro, por el que más de uno sufrió para llegar hasta arriba.

Hasta casi la mitad lo subí de una tacada, eso sí, la tacada fue pie a tierra. Me fue imposible subirme sobre la montura en la cuesta y no había más remedio que empujar la bici. Por delante a vista iba el Hombre Volador, tramos en bici, tramos a pie.


Cuestorrón en el Cerro del Viso 
Foto: Marqués



En la parte más plana, el Hombre Volador, GPS y yo coincidimos con otros ciclistas, con los que entablamos una agradable conversación. Casi nadie conocía el reciente vallado de la gravera y cada uno proponía por donde ir para continuar hasta su destino.

Nosotros  seguimos hacia arriba para llegar hasta lo alto donde nos esperaban Jokin y Avispa, relajados tomando el sol de una mañana casi primaveral.

El platanito, unas nuevas fotos, un tiempo de relax y a seguir, que quedaba la vuelta.


Pelotón en to lo alto del Cerro del Viso 
Foto: Marqués



La bajada por la carretera asfaltada en dirección a Torres de la Alameda, aunque con una variante por una estrecha senda que nos alejaba un poco del camino habitual.

En la siguiente reunión, a la que tuvieron que venir Jokin y Avispa por otro lado, la decisión fue mandar la etapa a tomar por culo para bajarnos hacia el río Henares y hacer el camino de vuelta por el mismo por el que vinimos. Así llegaríamos antes a casa y daría más tiempo para las cerecitas.

Una bajada vertiginosa, junto a la carretera M-224 que sube hasta Torres desde la M-203 nos llevó de nuevo hasta El Rasillo y el puente junto a la Casa Espinillos.

Para volver igual que a la ida, pedaleando por la senda del Corzo, junto al Parque Europa, el Barrio del Castillo y el Palacio de la Aldovea, para así salir de Torrejón de Ardoz.

Una vez pasada la Planta de los depósitos de combustible y el Caserío del Henares, hicimos vuelta por un camino distinto al de ida. Fuimos por el camino por el que hacíamos las rutas las primeras veces que íbamos por esas tierras del Henares, para atravesar el Parque de la Guindalera hasta llegar al Puente del Moco, ya muy cerca de San Fernando de Henares.


Puente del Moco a la vuelta 
Foto: Marqués


Solo nos quedaba llegar a la carretera M-206, junto a la Posta Real, para dirigirnos hacia la subida del Cristo de Rivas pasando junto al Palacio del Negralejo y en la rotonda de la 3M la subida por la M-823 hasta Rivas por el Cristo.

En la subida Jokin se fue por delante, como no podía ser menos, tras sus pasos Avispa y cerrando el pelotón un triplete formado por GPS, el Hombre Volador y yo mismo.

Llegamos hasta arriba goteando, según las fuerzas de cada uno, para culminar una etapa de 55 kilómetros (54 en Wikiloc) en el Chapu, donde pudimos degustar las frescas y ricas cerecitas de rigor, las excelentes tapas de acompañamiento, de unos instantes para la recuperación y el chismorreo habitual con los comentarios de lo ocurrido en la etapa, pero siempre con los radares en línea.


Etapa y perfil 
Por Avispa en Wikiloc


Nos vemos el domingo, Nenazas.  

2 de marzo de 2014, en busca de la Avutarda perdida

Un domingo más y una ruta más, que el ciclismo se mete en la vena y no te deja escapar. Pero vamos, que os voy a contar que no sepáis.

Convocada la etapa como siempre en una mañana dominical en espera de que muchos de vosotros os animarais y esta vez el grupo fue un poco más numeroso que en las últimas ocasiones.

La bajada tradicional hacia el pueblo, por donde toca, el Cerro, la avenida Pilar Miró y llegar hasta la laguna de El Campillo.

Allí llegamos en pelotón para cruzar después el Puente de Arganda y bajar a la orilla del río para dirigirnos hacia arriba junto al cauce. Nada más pasar el puente, hay que girar a la izquierda y tomar una empinada cuestecilla hacia abajo. Allí se tiró Avispa en cabeza, todo un reto, detrás sin pensárselo David y GPS.  El resto a pie, que somos más precavidos y temerosos de las rampas empinadas.

Nos volvimos a juntar ya junto a la depuradora de La Poveda, con bastantes ciclistas que hacían ruta por aquella zona.

La ruta a continuación ya estaba en la cabeza de GPS que volvía al pelotón después de mucho periodo de inactividad, pero ya se sabe cuando Rafa vuelve algo está preparado y de una u otra forma tocará sufrir.

Subimos un rato hacia Arganda, aunque a mitad de la subida por el carril bici, giramos a la izquierda para dirigirnos hacia Los Villares, esa urbanización que pertenece a Arganda del Rey.

La subida hacia Campo Real fue un tanto revuelta, con pérdidas por parte de algunos, otro que no entendió la frase de GPS que decía: “sigue hacia arriba y nos esperas en el cruce”. No sabemos qué parte de la frase no entendió Avispa pues ya no lo volvimos a ver hasta que llegamos a lo alto de Campo Real.

Una vez en el pueblo, David que tenía partido, se despedía del grupo para hacer regreso hacia Rivas bajando por la carretera hacia La Poveda.


David en el momento de su regreso
Foto: Marqués


Como iba diciendo, nos juntamos de nuevo arriba junto a la ermita de las Angustias, la de la parte alta de este municipio. Allí sentado nos esperaba Avispa y nada más llegar y sin parar nos dirigimos hacia los llanos de Campo Real en dirección a la carretera de Valencia, aunque mucho quedaba por delante.

El barro era la nota dominante de los camino arcillosos de esta gran llanura, de ese barro rojizo del que se hacen buenos botijos.

Una vez transcurridos los primeros kilómetros, un gran grupo de Avutardas las preferidas de GPS alzaban el vuelo desde los campos de cereal. Creíamos haber sido los causantes de la espantada, pero pronto nos dimos cuenta que otro grupo de ciclistas venían de dirección contraria y se nos adelantaron para espantarlas.


Avutarda
Foto: Marqués


La meta estaba conseguida, esas aves de gran tamaño las aves europeas con más peso que vuelan habían vuelto a ser localizadas tal y como hicimos hace más o menos un año, día arriba día abajo.

La parada del platanito la hicimos en el mismo lugar que lo hicimos aquella vez, aunque esta vez sin errores y con algo menos de barro, aunque haberlo hubo.


La bici de GPS con barro de hacer botijos
Foto: Marqués


Paramos junto a una tinaja a modo de cabaña de pastores, curioso lugar, donde repostamos, bebimos, charlamos y nos hicimos unas fotos.




Pelotón junto al chozo-tinaja
Foto: Marqués


El viento que nos había respetado hasta esa hora avisaba para hacerse notar en lo que quedaba de etapa. Un viento molesto que dificultaba el pedaleo y que solo dejaba de notarse cuando algo se ponía por medio.

Llegamos hasta la carretera de Valencia, justo en el mismo lugar donde acaba la cuesta de la fuente de La Gasca, esa pista asfaltada por la que subimos desde Perales de Tajuña en algunas ocasiones.

Allí GPS nos regaló la primera de las variantes de la jornada. Un estrecho camino pedregoso en paralelo a la autovía, uno de esos caminos que tanto odio. Ya me conocéis.

Una senda corta, menos mal, que pronto se unía a otro camino más ancho y de mejor firme. Por él circulamos hasta llegar a la gasolinera situada junto a la autovía en la carretera que une Perales con Campo Real.

En la gasolinera hicimos una breve parada que alguno aprovechó para comprar bebida y otros para descansar una miajita. Cada uno a su modo.

Volvimos a la ruta, para dirigirnos hacia el Rock in Río, una ruta muy conocida por los miembros del pelotón. El aire seguía soplando de lo lindo, aunque el grupo seguía adelante sin pensárselo mucho.

Una vez en el Rock in Río iniciamos la bajada por el camino habitual, el que baja hacia el área recreativa de la Fuente del Valle. Aunque en la bajada GPS nos reunió de nuevo para regalarnos un nuevo camino por el pinar.

Al principio una cuesta para arriba y luego a bajar de nuevo. La última cuesta la peor de todas, una pendiente llenita de rocas, raíces y demás obstáculos. En ella me vi rodando por los suelos, poco me faltó. A mitad de ella no tuve más remedio que salirme de la trazada dando botes de un lado a otro, menos mal que el olivar situado a nuestra izquierda estaba blandito y sirvió de zona de frenada tal y como las zonas de frenada de los camiones en las autovías después de grandes descensos. La situación para verla.

Rápidamente llegamos hasta la vía verde, con el viento todavía soplando sin parar. En ella Jokin el más fuerte del pelotón intentaba convencernos para subir hacia los Concejiles e irnos hacia Rivas por el Vaáamono.

Ni que decir tiene que se fue solo, no logró convencer a nadie así que el resto bajamos por la vía verde hasta el Hospital del Sureste, y de allí de nuevo al carril bici para llegar hasta La Poveda.

Lo siguiente que hicimos fue cruzar el Puente de las Avispas, para ir a la otra orilla. En él cruzamos con otro ciclista que venía en dirección contraria. No le gustó mucho, aunque nos apartamos hacia los raíles para que pasara, no debió entender que no tiene mucha lógica esperar si te puedes apartar ahorrando tiempo. Cada uno piensa diferente, qué le vamos a hacer.

Tras recorrer toda la laguna de El Campillo, llegamos a su aparcamiento. Solo nos quedaba la subida por las calles del pueblo y las fuerzas estaban bastante menguadas en el pelotón.

La subida a tirones, cada uno como podía. El viento no tan molesto como lo esperado, venía de NW y así en muchos momentos se tapaba por las casas, lomas y otros obstáculos.

El final y tras 66 kilómetros recorridos en el Chapu, para celebrarlo. Allí la puerta sí que estaba abierta y el aire soplaba fuerte, muy fuerte. Ya daba igual, estábamos en casa y rehidratándonos con ese zumo de cebada que tanto nos gusta.


Ruta y perfil de la etapa
Wikiloc por Avispa


¿Nos vemos el domingo?