27 de octubre de 2013, a Morata por la vía verde huyendo del barro


El cambio de hora nos dejaba dormir un poco más que otros días, y una maniobra de última hora para adelantar nuestro regreso resultó fallida. La idea era quedar a las 8 y media, pero al final la hora de partida fue las 9 de la mañana, con la consiguiente espera de los madrugadores.

A la cita acudió Paco, un amigo de Gavilán. Al menos sangre nueva va sustituyendo a algunos de los tradicionales que parece que les cuesta reincorporarse.  Pero esa es otra historia.

Tras los últimos temporales de la semana, este domingo podíamos encontrarnos con los caminos muy embarrados. Con dichas dudas era mejor elegir la ruta más seca posible y como bien sabéis hay un camino que nunca nos falla y hacia allí nos teníamos que dirigir sin dudarlo.

La bajada hacia el pueblo por la ruta habitual, por el pinar del Cerro del Telégrafo, la avd. Pilar Miró y el resto de calles hasta llegar a la laguna de El Campillo. Allí nos cruzamos con los del MTB de Rivas, un numeroso club ciclista (más de 50 participantes este domingo), que había organizado la última ruta de 2013 a Campo Real.


Y nosotros a lo nuestro, por la carretera de Chinchón y el Vaáamono, ese camino que nunca se embarra y es la mejor escapatoria tras jornadas lluviosas. Por él subimos los 5 componentes del pelotón Nenaza muy unidos al principio y estirados a la hora de la llegada hasta el puente metálico de la vía verde.
 
Rulo subiendo por el Vaáamono con niebla
Foto: Marqués


Una vez allí con problema del barro en nuestras cabezas, se decidió olvidarnos de los caminos y sendas de la zona para circular a partir de ese momento por la vía verde e irnos a Morata. Las palmeras de Morata eran más tentadoras que el barro y por ello hacia Morata nos fuimos.
 
Niebla en el valle del Tajuña
Foto: Marqués


La bajada también de forma estirada, con Gavilán y el Profe por delante, yo por el medio en tierra de nadie y Rulo con Paco, que tuvo que parar porque se le salió la cadena cuando circulaba hacia abajo. Tras una breve parada en el helipuerto para hacernos la foto de pelotón, decidimos bajar hasta el pueblo. Las palmeritas seguían tentándonos.
 
Pelotón de la etapa


Profe en el helipuerto
Fotos: Marqués


Y hasta la pastelería de Morata nos fuimos, donde Rulo descubrió lo que había estado ocultando, el día anterior había sido su cumpleaños y por ello lo celebraríamos con palmeras en vez de platanito y esta vez de las grandes.
 
La pastelería en Morata, ¡qué ricos dulces!
Foto: Marqués

Feliz 44 cumpleaños, Rulo


El Profe tenía ganas de más, quería ir hasta Perales de Tajuña por la vía verde. Algunas dudas por parte del resto y al final decidimos acompañar a Rulo de vuelta a casa, para no alargar en demasía la etapa, era arriesgado seguir y llegar mucho más tarde.

La vuelta rápida, muy rápida, con el pelotón tirando hacia arriba más o menos compacto, solo separado unos pocos metros y llegando a lo más alto del Vaáamono casi a la vez.

Desde ahí ya sabéis, para abajo que el tiempo apremia y que después siempre tenemos por delante la subida del pueblo.

No hay mucho que contar, salvo que cuando circulábamos por delante del Miguel Ríos nos encontramos con Clavi y su hijo Sergio, que iban de paseo en dirección contraria con los que cruzamos unos cuantos gritos. Se dice el pecado pero no el pecador, así que obviaré los comentarios.

Por la avd. Pilar Miró nos separamos un tanto. La cuesta me sentó un poco mal y quedé un poco retrasado, aunque Gavilán que se había quedado de chachara con unos amigos me acompañó en las últimas cuestas.

El final y tras unos 54 km recorridos en el Bar de Chapu, donde degustamos las frescas cerecitas, unas ricas tapas y donde nos juntamos con Clavi y Sergio, que habían embarrado un poco sus bicis, y con GPS que había salido después que nosotros y había hecho ruta en solitario.

20 de octubre de 2013, el día después de la tormenta

Tras la tempestad viene la calma y eso es lo que ocurrió esta mañana de domingo tras el tormentón de campeonato que cayó desde los cielos en la noche del sábado, a eso de las 22 horas. Igual volvió a llover después, pero durmiendo uno no se entera de nada.
A la cita dominical acudimos los de casi siempre, la creme de la creme, los que casi nunca fallamos, a muchos del resto vamos a tener que borrarlos y olvidarnos de esa época feliz en la que el pelotón Nenaza era grande, muy grande. Eso quedó en el pasado y es otra historia.
El destino en la ruta no estaba nada claro, con las supuestas lluvias de la noche anterior todo debía estar empapadísimo y lo mejor sería buscarnos la opción más seca, la que nunca falla, e ir improvisando sobre la marcha.
Así, bajamos por la avd. Pilar Miró, hasta el pueblo y rápidamente estábamos en el parking de la laguna de El Campillo, nada nuevo que no conozcáis.
Lo siguiente y sin dudarlo era seguir por la carretera de Chinchón, para encarar el Vaáamono, un camino que aunque el cielo se caiga sobre él, mantiene el tipo y deja que el transcurrir de las bicicletas no sea demasiado pesado.
En el primer tramo, la sorpresa de la jornada. Circulábamos entre los vallados de fincas cuando, se oyeron un par de ráfagas de tiros de escopeta y tras el segundo de ellos un perdigón impactó contra mi casco. No me lo podía creer, los escopeteros no respetan nada pero tirar hacia un camino transitado es lo último. Imagino que el perdigón vendría rebotado, ya con menos fuerza, pero aun así podía habernos dado a alguno en un ojo y podía haber sido peor. Solo quedó en una anécdota y cuatro gritos a estos desgraciados, mejor olvidarlo y seguir.
Subimos todo el Vaáamono hasta llegar al puente metálico de la vía verde, separados aunque con diferencias menores de las que ocurrían hace meses. El suelo en la mayoría del recorrido parecía totalmente seco o con poca lluvia caída.
Allí nos pusimos de acuerdo por donde continuar, con dos opciones posibles ganó la de ir a Valgrande y hacia allí nos fuimos.
Continuamos por la carretera hormigonada de las casas cercanas a la vía verde, para girar a la izquierda en la última casa y subir hacia la cementera. Nos juntamos en la carretera de Chinchón, frente al restaurante el Alto, para cruzarla y seguir por el camino de la Boca de la Zorra. Por los olivares de la zona y con un recorrido de caminos que van y viene de aquí para allá, llegamos por fin a la vía pecuaria que baja hacia Titulcia.
Una vez allí nos quedaba ya cerca la urbanización Valgrande, donde nos tocaría la parada del platanito,  con la fuente para repostar , unas risas para hacer la parada más agradable y unas palmeritas tipo Morata, con las que obsequié al personal. Ya me conocéis.

Pelotón de la jornada
Foto: Marqués

 
David en Valgrande
Foto: Marqués

 
El siguiente destino era sin duda el casco urbano de Morata de Tajuña, por lo que deberíamos bajar hacia la carretera. El camino elegido no fue el Valsuputamadre, no era plan, así que bajamos por la pista de acceso a la urbanización, que estaba seca y sin problemas de barro.
Una vez en la carretera nos dirigimos por ella hacía Morata. Un alto delante de la Alcoholera de Chinchón para dejar constancia de que pasamos por allí. Una foto y a continuar.

En la Alcoholera de Chinchón
Foto: Marqués
 
 
Al poco ya estábamos en Morata, donde se celebraba un evento deportivo. Una carrera popular de 5-10 km en este pueblo. Nos tocó esquivar alguna valla y a algún municipal, pero cruzamos el casco urbano sin ningún problema.
Lo siguiente elegido y sin tregua, fue subir por la carretera que va hacia Arganda, esa empinada y con cuestas que quitan el hipo a más de uno. En este caso salió perjudicado Gavilán, que había tenido fiestuki sabateña y los vapores del alcohol consumindo le hicieron llegar a cola del pelotón a la zona de reunión junto a la Fundación Arca de Noé, el refugio de animales abandonados. Suele pasar.

Un caracol que camina despacito
Foto: Marqués

Lo siguiente y como no podía ser de otra forma, el camino del Piolín, las canteras, los olivares y de nuevo nos juntamos en lo alto del Vaáamono.
Era el lugar donde el pelotón se iba a separar. Jokin con prisa tiró para delante, y el resto más o menos juntos llegamos hasta el pueblo, donde David nos dejó también tirando hacia delante.

Los 4 que quedamos subíamos en pelotón hasta que me di la vuelta llegando a auditorio Miguel Ríos y nadie venía detrás.  Mis tres acompañantes pararon en una esquina a socorrer a un pequeño que estaba tumbado sobre la acera, deleitándose un rato cuando llegó su hermosa mamá en su ayuda.
Nos juntamos de nuevo en la fuente bajo el Miguel Ríos, pedaleando en compañía hasta las rampas de Pilar Miró y el pinar del Cerro del Telégrafo.

En la fuente del Miguel Ríos
Foto: Marqués
 
 
El acto de cierre de etapa lo hicimos en el Bar de Chapu, tras 60 km recorridos, donde degustamos cerecitas y ricas tapas junto con Jokin, que había cumplido su labor y se venía a tomarla.

 
 
Recorrido de la ruta y perfil
Por David

Lo peor fue cuando íbamos a montarnos en la bici para volver a casa, mi rueda trasera estaba desinflada y aunque la hinché un poco, me tocó subir a patita empujándola sin remedio. No es la primera vez que pasa, ni será la última.

Una excursión a la Casa de Campo

Solían decir nuestras abuelas que “mañanita de niebla, tarde de paseo”. Un refrán típico español para dejar constancia que los días que en que todo está cubierto por un manto de nubes bajas, a su cese aparecerá una tarde de sol radiante pues son nubes que suelen desaparecer.
Pues así amaneció el día en que tenía pensado hacer una larga etapa que me llevaría hasta la Casa de Campo para volver a encontrarme con lugares de los que disfruté en mi niñez.
Salía de casa a las 10:30 h. con el ambiente un tanto húmedo, la niebla era la encargada de refrescar la mañana, los primeros kilómetros fue el acompañante que humedecía la ropa.

Llegando a la Avd. Pilar Miró

Por las calles de Rivas a paso tranquilo, calentando las piernas, como le gusta al Profe camino de la Ribera del río Manzanares.

Auditorio Miguel Ríos

Es un camino conocido por todos salvo David, nuestra última incorporación, al que ganas no le faltan. Eso sí, plano como pocos recorridos.
Nada más pasar los edificios de la Escuela de Protección Civil, sin girar hacia el puente que cruza el río en casa Eulogio, para seguir adelante por la senda de los Charcos, ese sinuoso caminito que sigue la ribera remontando el río junto al antiguo Canal del Manzanares.
Tres pasos por agua en este camino, el primero breve cruzando el arroyo de  Valdemingómez, el segundo unos charcos que desaparecen en verano pero ya están presentes en esta época y el tercero y más engorroso, el que cruza otro arroyo del que desconozco su nombre, pero que baja desde la zona del vertedero de Madrid, llamado las Dehesas.
Al poco tiempo aparece junto al camino la Depuradora Sur, ya en término municipal de Getafe. Hay que cruzar la Cañada Real Galiana y continuar hacia delante dejando a un lado la finca de la Torrecilla de Iván Crispín y al otro los cantiles de la Gavia.

Depuradora Sur, Getafe

Es la zona más fea de todo el recorrido, pues la alteración del medio ambiente es alta en este lugar con escombreras, tendidos eléctricos, M-50, M-45, AVE y todo tipo de infraestructuras que han dejado el lugar bastante degradado.

AVE y M-45, Cantiles de la Gavia

Muy poco después, ya en término municipal de Madrid en el distrito de Villaverde, toca cruzar el río, hay varios puentes por donde hacerlo aunque a ambos lados hay un vial que recorre la Ribera del Manzanares.
Unos kilómetros más adelante se llega a la zona donde nos encontramos con la Caja Mágica, con una verja donde comienza el Parque Lineal del Manzanares. Siguiendo el río hacia Madrid unos kilómetros después y tras cruzar la zona del Nudo Sur, se entra en el denominado Madrid Rio. Es la zona donde se soterró la M-30 quedando un precioso parque urbano junto al cauce del río Manzanares.

Mapa del Parque Lineal del Manzanares y Madrid Rio

Al tratarse de un día de diario, la afluencia de gente al parque es mucho más baja, aunque paseantes, ciclistas, patinadores y gente de todo tipo nunca faltan, pero no dificultan el tránsito como puede ocurrir en una mañana primaveral con buena temperatura.
El parque ya lo conocéis, no hay más que decir ni siquiera del recorrido hasta llegar a Estadio Vicente Calderón. Allí un vikingo declarado se acordó de los más insignes colchoneros Nenazas, Avispa, Rulo, Clavi y como no Josemari han disfrutado alguna etapa en la que llegamos hasta este lugar.

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Estadio Vicente Calderón

De aquí en adelante es terreno desconocido por casi todos, pues salvo el Profe, Josemari, Rulo y yo, nadie había llegado más lejos. Así que a seguir hacia la Puerta del Rey en la Casa de Campo, que era mi siguiente meta volante.

Gaviota sombría de tercer invierno 
Mapa de la Casa de Campo con el Circuito Garabitas

Una vez en la Casa de Campo entré por el Paseo del Embarcadero, girando a la derecha antes de llagar a El Lago, por el Paseo Azul con destino hacia la Puerta de las Moreras, para seguir hacia delante y girar por la carretera hacia la izquierda, esa que sube hacia el Cerro Garabitas. Uno de los puntos más elevados de la Casa de Campo y escenario de muchas batallas durante la Guerra Civil Española.

Subiendo al Cerro Garabitas

A mitad de subida recordé que había un lugar curioso que visitar, y como está muy cerca de la ruta de subida, hice una nueva parada. Es el Estanque del Repartidor, un lugar bastante tranquilo ahora prácticamente seco. Desconozco si estará lleno en algún momento del año y su uso actual.          

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Estanque del Repartidor

Continué hacia arriba. Dejando el Cerro Morán y después el Cerro Garabitas a mi derecha, para llegar al cruce de Cuatro Caminos. Desde ahí tocaba bajar hacia la derecha con una larga cuesta no demasiado empinada que conduce hasta el arroyo de Antequina. A nuestra izquierda queda el pinar de Casa Quemada, donde tantos y tantos domingos comía con familiares y amigos. Recuerdos….
En este arroyo jugaba cuando era pequeño junto a su cauce, cruzábamos de un lado a otro sin descanso. En la actualidad no es más que el reflejo de lo que estamos dejando en este mundo, se ha convertido en una especie de cloaca por el que bajan aguas residuales que dejan un maloliente aroma para un espacio natural como es la Casa de Campo.
Estaba casi como lo recordaba, aunque quizás mi cerebro me jugó una mala pasada, lo recordaba mucho más grande. ¡Como ha pasado el tiempo!
Es la fuente de Casa de Vacas, un rinconcito escondido en el lugar más perdido de la casa de Campo al que tenía que ir y al que tengo que volver pronto. Promesas incumplidas que no dejaré en saco roto.
Puente de la Garrapata


Para cruzarlo hay un puente, el Puente de la Garrapata, que dejé atrás muy rápido en dirección hacia mi lugar de destino. Para continuar otro escollo que cruzar, en este caso la vía ferroviaria del Cercanías que va hacia la sierra.   

Cercanías Renfe

Al poco de cruzar y antes de llegar a la verja que separa a la Casa de Campo de la civilización, giré a la derecha para llegar a mi destino. Ya lo había logrado, llegar hasta lo más alejado de la Casa de Campo, un lugar al que llevaba sin ir poco más de 30 años, se dice pronto.

a
a
Fuente de Casa de Vacas

Un rato de reposo, unas fotos, un bocata recomendado por el Profe, unos guasap, unos recuerdos y no quedaba más remedio que volver hacia casa, que estaba muy lejos.
La vuelta no la hice por el mismo sitio pues quería alargar un poco más la visita. Subí por el arroyo de Antequina para ver la Reja de Antequina, el lugar por donde entra el agua de este arroyo desde Pozuelo para atravesar la esquina norte de la Casa de Campo y el muro de ladrillo que lo rodea. Más recuerdos.


Pinar de Casa Quemada
Reja del arroyo de Arbequina
Muro de la Casa de Campo


Volví para subir la cuesta hacia el cruce de Cuatro Caminos, pero esta vez no bajé por el mismo camino de ida. Decidí buscar una bajada yendo a la izquierda por la carretera hasta llegar a un valle donde cruza el camino de Valdeza, una pista ancha y ahí giré a la izquierda.
Al poco pasé bajo el Puente Colorado, en realidad un acueducto resto de las conducciones hidráulicas que abastecían la Casa de Campo. De este no tenía noción alguna.

Puente Colorado

Cuando llegué a la parte más baja estaba junto a la Puerta de las Moreras, donde recordé un chiste que mandó alguien. Había putes, amigos, las había.
Deshaciendo lo andado pedalee hacia el Lago, y como no podía ser menos lo di la vuelta para hacer un poco más completo y largo el recorrido. La verdad es que estaba bonito.

 
Lago de la Casa de Campo
Para salir de la Casa de campo de nuevo el Paseo  del Embarcadero, la Puerta del Rey y Madrid Rio abajo para volver hacia Rivas.

Puente de Segovia  y Catedral de la Almudena

Por la hora que era el gentío presente por el parque era todavía más escaso. Casi nadie paseaba a las 14:30 h. por esos lares. Eso sí, algunas bellas corredoras alegraban la vista justo antes de adelantarlas. ¿Qué os voy a contar?

Gaviota sombría adulta

Quedaba lo peor por delante, pues después de salir de la zona urbana, quedaba todo lo más horrible de la ruta, los terragales junto a los Cantiles de la Gavia, la senda de los charcos, la carretera de Protección Civil y la subida del pueblo. De eso poco que contar, ya os lo conocéis de sobra.
Decir tiene que lo pasé un poco mal en la parte final de la senda de los charcos, mi cabeza hacía perder ritmo de pedalada. Mucho tiempo montando en bici en solitario es aburrido y llega a cansar.
La subida del pueblo mejor de lo que esperaba, aunque hice parada a repostar agua en Mamá Cigüeña, la Escuela Infantil de mi santa.
Terminé el recorrido de casi 87 kilómetros tras recoger a Jorge del baloncesto del cole. Al llegar a casa a comer un poco y a recuperar fuerzas para el domingo.
Por cierto, a los gallos del pelotón GPS y Jokin, ¿el domingo hay ruta?

13 de octubre de 2013, dura y sinuosa ruta por las lomas de Arganda del Rey

De nuevo a golpe de pedal tocaba que algunos de los más intrépidos Nenazas salieran en busca de esos caminos, a veces sendas y otras veces trochas que poco tienen que ver con nada por donde circular con normalidad.

Ya en la tarde del sábado, cuando convocábamos al personal, GPS no hacía más que meter miedo y alguno puede que se echara atrás, no saliendo con el grupo. Esos ruedines que buscan cualquier excusa para salir a montar. Cada uno sabrá lo que hace.
A la hora de la salida ya nos presentábamos  unos de esos en la plaza, con cambio de vestimenta en alguno. Se notaba el miedo al cambio de temperaturas que está adueñándose de este templado otoño, pues hacía verdadero frescor a la hora de la salida.
Salimos rápido por el Cerro del Telégrafo, por la pista ancha que lo rodea por la izquierda entre los pinos. David nos esperaba en su rotonda habitual y se reincorporaba al pelotón tras un periodo de inactividad debida a una operación en una de sus manos. Parece que todo está perfecto.
Pero poco después, cuando estábamos a punto de llegar a la parte más baja de la avd. Pilar Miró, GPS nos deleitó con una de sus sorpresitas y haciéndonos girar a la izquierda para iniciar una subida hacia los caminos de los cortados.
En principio se pasó junto al antiguo vertedero de Madrid, sobre el que se colocó el parque Montarco, por una estrecha sendita que subía hacia lo más alto. Pero en ese momento, los dos de cola de pelotón decidimos que era pronto para hacer exceso y nos dimos la vuelta para regresar al punto de partida y realizar la bajada habitual por las calles del pueblo hacia el aparcamiento de la laguna de El Campillo.
Un problema en la bici del Profe, con los frenos que no frenaban y el  cambio que no hacia bien su papel, le hicieron replantearse la jornada, iba a bajar hasta la laguna y se daría la vuelta, la cosa no estaba para mucho más, pues sin frenos las cosas se pueden poner muy peligrosas.
Allí un tras una espera, fueron llegando el resto del pelotón, primero los gallos todos juntitos, que habían tomado un atajo sin recorrer todas las cuestas del camino de los cortados , y mucho después Josemari y Avispa, que habían perdido contacto con ellos y pagaron el pato recorriendo el camino de los cortados completito.
 
Recorrido, a la ida y a la vuelta, por los cortados
En Wikiloc por Avispa


En el aparcamiento de la laguna de El Campillo
Foto: Marqués
 
 
Ahí se despedía el Profe, que como dije no quería sustos. El resto adelante que nos quedaba un trecho que recorrer aun.
Seguimos por la carretera de Chinchón aunque sin llegar al Vaáamono , porque a la altura de la laguna de las Madres giramos a la izquierda para dirigirnos hacia Arganda.
Pero esta vez no tocaba llegar hasta el polígono, tal y como hicimos hace varias etapas, sino que el recorrido continuaba serpenteando olivares y subiendo camino de lo más alto de los Cerros Concejiles. Un camino que si no recuerdo mal solo lo hemos pedaleado en dos o quizás tres veces más.
La veda de la caza está abierta desde el jueves pasado y eso era palpable en el ambiente. Todo nuestro recorrido fue flanqueado por escopeteros en busca de sus primeras víctimas del año. Algún pobre conejo y quizás otros animales indefensos caerían en manos de esta gente, ávida de demostrar su puntería con ellos. Lástima por ellos.
Arriba nos juntamos de nuevo, con una breve parada de la que poco más que recobrar la respiración y seguir hacia abajo en busca de la vía verde. En la bajada David de forma muy intrépida y quién sabe si un poco temeraria, nos hacia encoger el corazón a alguno al verle saltar y derrapar  para esquivar una escorrentía en el camino, con Gavilán por delante y a corta distancia.  Buff, si hago yo eso me rebozo por las piedrecicas del suelo.
En la vía verde nos juntamos de nuevo, para cruzarla y seguir adelante por el camino que sube al Parque de la dehesa del Carrascal. Ahí vendría la segunda de las sorpresas de la mañana.
En vez de seguir el camino habitual, como ya había comentado antes GPS, subimos por un camino hacia la izquierda de él. Si recordáis aquel que bajamos a mediados de septiembre, en la jornada que visitamos el pueblo de Campo Real en fiestas, la joyita de senda entre coscojas, encinas y pinos que bajé a pedalillo.
Esta vez no nos hacía subir por el mismo lugar, ya hubiera sido la bomba. Pero el recorrido pasaba por unas zonas que más que un camino parecían el cauce seco de un arroyo. Zanjas, piedras y todo tipo de obstáculos no aptos para los menos hábiles.
A cola de pelotón nos quedamos Avispa y yo, perdiendo contacto con los de delante. Debimos tomar un camino diferente al resto porque cuando llegamos a lo más alto lo hicimos por un lugar diferente al resto. Pero al fin de al cabo no nos habíamos perdido, que no hubiera sido difícil dadas las circunstancias.

Subiendo por la Dehesa del Carrascal
Foto: Marqués
 
 
 Arriba nos esperaba el resto sentaditos en una de las mesas del Parque de la Dehesa del Carrascal, donde descansamos, tomamos el platanito y discutimos sobre el resto de la etapa. La cordura iba a dominar en el grupo y aunque la idea era continuar hacia Perales de Tajuña, decidimos regresar hacia casa y no alargar más la agonía.

Nuevo cartel con el "Decálogo de buen uso del monte" en la Dehesa del Carrascal
Foto: Marqués
 
 
Empezamos a bajar por donde solemos hacerlo, aunque alguno decidió que necesitaba descargar más adrenalina y tomaron una estrecha senda hacia la derecha. Aunque si os digo la verdad de poco sirvió pues nos juntamos al poco en el camino principal. No hay atajo sin trabajo, decía un colega.

Recorrido por las lomas de Arganda
En Wikiloc por Avispa

La siguiente reunión en la vía verde, donde Gavilán nos dejaba para volver a casa lo más rápido posible. Los compromisos varios, ya sabéis.
 El resto, sin muchas ganas por parte de alguno volvimos para subir por el camino hacia los Cerros Concejiles a la inversa. El primer tramo ya lo habíamos hecho por la mañana hacia abajo y tocaba desandarlo.
Bajamos hasta el Vaáamono, ya conocéis como es el sitio, para juntarnos bajo el puente que cruza la carretera que viene de Arganda hacia la de Chinchón. Un puente muy conocido por todos.
Desde ahí vino la desbandada, el pelotón se estiró por completo en la carretera de Chinchón, pues cada uno iba a su aire, es  decir, como podía. Al pueblo llegamos estirados.
Jokin no tenía suficiente, decidió hacer la primera subida por los cortados, para desfogarse aun más, que no había tenido cuestas suficientes. David tiró por delante, y le perdimos definitivamente. Al poco saltaron GPS y Locomotoro, a los que tampoco pudimos seguir. Y a cola de pelotón quedamos Josemari, Avispa, Jokin y yo. Jokin como era de esperar nos dejó pronto y los rezagados subimos a buena marcha hacia el final.
Tras un recorrido diferente según cada uno, después de realizar entre 46-50 km, acabamos con habituallamiento en el Bar de Chapu. Ricas cerecitas y viandas, que hacían mérito a un final feliz en una sinuosa y dura etapa por las lomas de Arganda.
 
Ruta al completo
En Wikiloc por Avispa

6 de octubre de 2013, por las lomas de Arganda y Morata

Un nuevo domingo, una nueva ruta Nenaza, no puede ser de otra forma. La sorpresa fue el mini pelotón que concurrió este día para hacer la etapa. GPS se fue a hacer la Talajara, una ruta en Talavera de la Reina, Toledo. Del resto ya ni preguntar, cada uno a lo suyo y sin sudar con los que si tuvimos arrestos para levantarnos y tirar para adelante, aunque no siempre se tenga ganas de hacerlo.
La ruta comenzaba rodeando el Cerro del Telégrafo por la derecha, esa senda que a algunos de salida no nos gusta mucho, pero no era momento de poner pegas. Así que para abajo, sin rechistar.
El pueblo lo cruzamos en un pis pas, sin despeinarnos, entre charletas y variadas conversaciones durante el calentamiento. A la laguna de El Campillo llegamos rápido, tomando dirección hacia la carretera de Chinchón.
Jokin tenía ganitas de darle caña al mono, así que nos condujo hacia el Vaáamono y anunciaba que la ruta seguiría por los caminos que suben por los Cerros Concejiles. Ya la conocéis una ruta empinada en alguno de los tramos y durilla, de esas rompe piernas que quitan el resuello a los que la sufren.

 
 
 
 
 
 
Llegando a lo más alto de los Cerros Concejiles
Fotos: Jokin

 
La reunión en el cruce de caminos de otras veces, donde llegamos goteando con la respiración alterada. Yo cerraba el grupo como en los viejos tiempos.
 

Manneken Pis
Foto: Jokin
 
 
Cortados del Jarama, desde los Cerros Concejiles
Foto: Marqués


Seguimos adelante, para bajar hacia la vía verde de Morata, donde Calzas con su rodilla dolorida nos decía adiós y se despedía, iniciando su regreso a casa.
 
Pelotón de la jornada
Foto: Marqués


Tocaba de nuevo sufrir, pues la ruta continuaba hacia arriba en dirección hacia el parque la Dehesa del Carrascal, un lugar típico como pocos.
Volví a descolgarme del resto y viví un rato en el que quedé perplejo por lo que pasaba. Un grupo de 4 ciclistas intentaba reparar la cadena de la bici de uno de sus componentes mientras que otro, con aspecto extraño, encolerizado les chillaba con una piedra de considerable tamaño en su mano derecha, que estaban jodiendo su pueblo y que se fueran de allí. Según nos contaron después, el tipo se enfadó porque estaban en medio del camino cuando bajaba y se le fue un tanto la olla. Hay gente para todos los gustos.
El platanito nos lo tomamos allí, sentaditos en una de las mesas del parque, reposando y recuperando fuerzas para seguir adelante. Eso si con un deleite a la vista del personal que entrenaba por la zona. A alguno se le salía el corazón del pecho.
El camino continuó hacia el Rock in Rio, también muy habitual últimamente, con el pelotón más o menos compacto, en busca del siguiente destino.
Esta vez no acudimos a la explanada del aparcamiento de este lugar de eventos, tomamos el camino que pasa por su lado situado al NW, continuando ruta hacia las canteras de Morata.
Una vez en las canteras los de delante hicieron una pequeña parada, como tantas y tantas veces estaban desorientados y no sabían continuar. ¡Qué no aprendemos ni años después de pasar por los mismos sitios!
En la explanada del hoyo de la cantera, Gavilán en plan machote no quiso seguir mi camino que esquivaba charcos. Acabó en medio del barrizal medio atascado ante las risas del resto.
Continuamos por la explanada donde vuelan los aviones de aeromodelismo, la senda del Piolín, la otra cantera, los olivares, hasta llegar de nuevo a lo alto del Vaáamono.
Pero el personal no estaba por la labor de bajar de nuevo por este camino, ya hay una importante saturación de usarlo siempre. La alternativa fue bajar por el camino que va en paralelo de la vía verde, para cruzar bajo la N-III y volver a enganchar  con la vía verde en busca de La Poveda.
Por el camino perdimos a Jokin y a Gavilán por delante, con enganche al Profe que me esperó un poquitín junto al Hospital de Arganda.
Así hicimos el resto de la ruta en dos mini-pelotones de dos componentes. Los dos grupetes hicimos la misma ruta de vuelta, cruzando el maltrecho puente de las avispas, con nuevos agujeros en los tramos cementados. Uno de estos días va a ocurrir un accidente y no volveremos a cruzar por este sitio, salvo que alguna mente privilegiada tenga la buena idea de arreglarlo de una forma definitiva.
 







El Tren de Arganda, que pita más que anda
Fotos: Marqués

Solo nos quedaba por delante rodear la laguna de El Campillo, y subir las calles del pueblo.
Cuando circulabamos por la avd. Pilar Miró, recibí llamada de Jokin. ¿Vamos a tomar cerecitas? Toma claro, espérame en el CERPA que nos queda poco.
Concluimos la etapa con 56 kilómetros en nuestras piernas. El Profe tenía prisa, su hermano venía a comer y no podía quedarse, Gavilán estaba de barbacoa y se había ido a casa. Pero el mini-pelotón de llegada no podía dejar pasar el momento sin disfrutar de las cerecitas de rigor, una solo una y de lata, pero la tomamos. Como debe ser.
Y mientras GPS con un dedo maltrecho por un corte al limpiar el disco de freno de su bici, disfrutando de la 'Talajara B-PRO Bike Marathon', con un par. Ya nos contará.
 








'Talajara B-PRO Bike Marathon'
Fotos: GPS