La
tarde anterior fue convulsa, el guasap no paraba de sonar porque el pelotón
quería adelantar la hora de salida a las 8:30 h. del domingo. Mensaje pacá,
mensaje payá, y al final alguno no se enteró muy bien. Así se perdió unos
preciosos minutos de sueño para todos, aunque es de marcar que alguno los
perdió en la noche anterior, la noche os pierde compañeros.
Así
con alguna baja de última hora, un enfermo, un cansado y uno que dice que viene
y no cumple, partía el pelotón a eso de las 8:50, veinte minutos después de la
hora propuesta.
Jokin
lo tenía muy claro, la etapa tenía que ser larga y dura, por eso eligió una de
las míticas más largas, a Chinchón.
Había
que ir lo más recto posible, sin regates ni revueltas por lo que nuestro camino
más habitual el Vaáamono tenía que ser el elegido. Para llegar hasta Morata,
nuestro primer municipio de destino, es lo más recto y corto, por eso el mejor
a elegir.
Una
vez en lo alto, como viene ser habitual cuando acudimos por esas latitudes,
Antonio completó su periplo y desde ahí volvía para casa. Foto de pelotón y a
seguir, que quedaba mucho por delante.
Pelotón de la jornada
Fotos: Marqués
La continuación rápida por debajo del puente metálico de la vía verde, para esquivar olivares y tras pasar por la senda del Piolín, llegar hasta el camino que baja directo hasta Morata.
La continuación rápida por debajo del puente metálico de la vía verde, para esquivar olivares y tras pasar por la senda del Piolín, llegar hasta el camino que baja directo hasta Morata.
Como
no podía ser menos, nos volvíamos a cruzar de nuevo con el tractor azul de la
última vez, de nuevo en ruta hacia arriba y nosotros a toda caña para el
pueblo. Ya no solo nos cruzamos con el viejo de la cuesta sino que el tractor
va a ser un escollo habitual que no faltará para moderar la velocidad de
alguno.
En
Morata ni paramos, aunque alguno se acordó de las palmeritas no tocaba hoy su
degustación. Así que sin parar tomamos la carretera hacia Valdelaguna para
girar una vez en el camino de la Finca de la Estaca, la de la reja.
Un
camino de reciente uso por el pelotón, pero que se está haciendo habitual y que
destaca por la belleza de los campos que flanquean al río Tajuña y que seguimos
durante unos cuantos kilómetros hacia arriba.
Antes
de llegar a Perales de Tajuña, para subir a Chinchón hay que girar a la derecha
por un camino que nos lleva hasta dicho pueblo. La verdad es que dimos un rodeo
un poco tonto, pues simplemente girando en el primero cruce y siguiendo el
camino, empiezan las primeras rampas. Pero como los de delante estaban sobrados
de fuerzas, hicimos una corta distancia que no venía a cuento, hay que
aprenderlo para futuras ocasiones.
De
ahí hacia arriba el pelotón se partió en dos, con los más fuertes por delante y
los menos agraciados por detrás, a nuestro ritmo.
Poco
después de dejar atrás la cantera-cementera o lo que sea, recordar que una
empinada rampa repleta de grava de las que quitan el hipo. Hasta la fecha nadie
había sido capaz de hacerse con ella a pesar de sus escasos 50 metros. Pero hay
que quitarse el sombrero ante el Gavilán que aunque le falló una de las
pedaladas finales, se hizo con su 29er y llegó hasta lo alto del tirón, sin
bajarse de ella. Como dije otras veces, eres el puto amo Gavilán.
Los ruedones hacia Chinchón
Foto: Marqués
Allí los de delante hicieron una corta espera para compactar de nuevo al grupo, tomarnos un buchito de agua, una foto y de nuevo para arriba.
Allí los de delante hicieron una corta espera para compactar de nuevo al grupo, tomarnos un buchito de agua, una foto y de nuevo para arriba.
Desde
ahí el grupo se volvió a partir en dos, con los mismos protagonistas de la
anterior vez, y así se completó la subida hasta la plaza de Chinchón, el
siguiente punto de encuentro.
Los
de detrás, a un ritmo más acorde con nuestras posibilidades hicimos una subida
más cómoda, con alguna parada para inmortalizar la jornada, que merece la pena
para el recuerdo.
Hacia Chinchón en un tramo de la ruta de las fuente, en el término municipal de Valdelaguna
Foto: Marqués
A las puertas de Chinchón
Fotos: Profe y Rulo
Una vez en la bellísima plaza de Chinchón nos tocaba el platanito, unas fotos y unos instantes para el deleite de un entorno agradable a la vista, incluyendo algún bellezón de dos patas de quitar el hipo.
Una vez en la bellísima plaza de Chinchón nos tocaba el platanito, unas fotos y unos instantes para el deleite de un entorno agradable a la vista, incluyendo algún bellezón de dos patas de quitar el hipo.
En la bella plaza de Chinchón
Fotos: Marqués
Tocaba bajar, que nos quedaba todavía bastante por delante. Recorriendo las calles del pueblo localizamos sin dudarlo la ruta a continuar para no desviarnos del camino habitual de bajada hacia el río Tajuña.
Tocaba bajar, que nos quedaba todavía bastante por delante. Recorriendo las calles del pueblo localizamos sin dudarlo la ruta a continuar para no desviarnos del camino habitual de bajada hacia el río Tajuña.
La
bajada estaba mejor que en anteriores ocasiones, al menos con menos polvo en
las primeras rampas por la humedad que las últimas lluvias han dejado sobre el
terreno.
Así
sin parar llegamos hasta el puente que cruza el río a la altura de la laguna de
San Galindo, esa que solo vimos una vez desde lo alto, en una etapa de los 29er
dirigidos por GPS.
Tras
recorrer la larga pista que lleva hasta la carretera entre la Alcoholera de
Chinchón y Titulcia, nos quedaba por delante el escollo de subir hasta la vía
pecuaria, más conocida por la subida de Valsuputamadre, esa que trascurre por
las calles de la urbanización Valgrande.
Hasta
arriba llegamos de nuevo en grupetes, con Jokin como no podía ser menos por
delante, seguido por Avispa y Gavilán, cerrando el pelotón el Profe, yo y
Rulo, en ese orden si no recuerdo mal. Una dura cuesta que ahora se hace más llevadera por el mejor estado
físico de los miembros del pelotón.
Urbanización Valgrande
Fotos: Jokin
Una vez en lo alto, una parte se quedaron en el camino, aunque el Profe y yo nos acercamos a la fuente a reponer líquidos. Qué fresquita estaba el agua y que bien nos sentó.
Una vez en lo alto, una parte se quedaron en el camino, aunque el Profe y yo nos acercamos a la fuente a reponer líquidos. Qué fresquita estaba el agua y que bien nos sentó.
Desde
ahí el grupo ya se separó en dos definitivamente, por delante los más fuertes y
de nuevo en grupo compacto los que no podemos mantener el mismo ritmo.
Alcanzamos
rápidamente la carretera de Chinchón junto a la cementera, eligiendo ruta
diferente a los de delante, pues como otras muchas veces recorrimos un corto
tramo de carretera, dejamos a la derecha la cementera para alcanzar el Vaáamono
sin circular por la vía verde, tal y como hicieron los de delante.
Solo
nos quedaba por delante bajar el Vaáamono, recorrer unos kilómetros por la
carretera de Chinchón y llegar hasta la laguna de El Campillo, para hacer una
breve parada para repostar líquido en la fuente del parquecillo ya en Rivas
pueblo.
Fotos: Rulo y Marqués
La subida hasta casa por el camino habitual, que alcanza el auditórium Miguel Ríos y tras seguir hacia arriba por la avenida Pilar Miró, culmina rodeando el Cerro del Telégrafo por el pinar, hasta llegar al parque con solo unas pocas calles que nos llevan hasta casa.
La subida hasta casa por el camino habitual, que alcanza el auditórium Miguel Ríos y tras seguir hacia arriba por la avenida Pilar Miró, culmina rodeando el Cerro del Telégrafo por el pinar, hasta llegar al parque con solo unas pocas calles que nos llevan hasta casa.
El
recorrido final difiere según el método de medida. En los medidores del
manillar de las bicis marcaba 80 kilómetros y si nos atenemos a lo grabado por
el teléfono de Avispa, la distancia final es levemente más corta, 78’61 km.
Elegir lo que más os guste.
Por Avispa
Las cerecitas esta vez las degustamos en la cafetería del CERPA, el Camelot últimamente está cerrado y por no hacer camino en balde, nos sentamos en las mesas a la sombra para hacer el descanso del guerrero antes de volver para casa.
Las cerecitas esta vez las degustamos en la cafetería del CERPA, el Camelot últimamente está cerrado y por no hacer camino en balde, nos sentamos en las mesas a la sombra para hacer el descanso del guerrero antes de volver para casa.