22 de septiembre de 2013, al Rock in Rio para despedir al verano

Una jornada sin gallos es sinónimo de una jornada tranquila, es lo que pensamos todos los asistentes el pasado domingo cuando nos habíamos vestido de ciclista para salir en busca de los campos del Sureste madrileño.

El destino de esta etapa no estaba claro nada más salir, había que ir improvisando por el camino para llegar a algún sitio, ¿dónde?, daba igual el caso es compartir sensaciones y hacer una etapa cómoda para estar de vuelta a una hora prudencial.

La idea surgió después de recoger a David en su rotonda habitual y no era muy original, ir al Rock in Rio en Arganda, eso sí, por un camino improvisado para no cruzar por el puente de las avispas, que últimamente está un tanto perjudicado.

Una vez en la laguna de El Campillo entramos por la carretera de Chinchón, como en dirección a nuestro archiconocido camino Vaáamono, aunque esta vez este no era el camino elegido para subir hasta nuestro destino.

Una vez pasamos los últimos edificios de RNE y poco antes de llegar a la altura de la laguna de las Madres, giramos a la izquierda para atravesar un camino por el que GPS nos llevó alguna vez y así alcanzar el polígono de Arganda como punto siguiente de la ruta.

Allí Gavilán, con muchas prisas, tomó las de Villadiego y retornaba al hogar. Compromisos varios le hacía darse la vuelta y allí aprovechamos para hacer la primera de las fotos de pelotón.
 
Pelotón al completo
Foto: Marqués


Los demás continuamos hacia delante, alcanzando muy rápido la zona del Hospital del Sureste, en Arganda. Allí circulamos un rato hacia arriba por el camino paralelo a la vía verde de Morata, aunque tampoco era el lugar elegido para nuestra ruta.

Lo siguiente fue cambiar de rumbo y girar a la izquierda para subir hacia el Parque de la Dehesa del Carrascal, por el que también habíamos pasado en la jornada previa el domingo anterior.

Poco antes de iniciar las últimas rampas antes del parque, se notaba un gran movimiento de personal por las caminos y por el medio de los pinos que rodean esta pista. Una vez arriba todavía era más evidente que algo estaba ocurriendo por la zona. Mucha gente con vestimenta de hacer deporte, iban de acá para allá, con mapas en las manos, como buscando algo.

Llegamos a la conclusión que sería una prueba de orientación o algo parecido. Si tenéis algo de interés, pinchar en el siguiente enlace y veréis que este fin de semana tuvo lugar el XXI Campeonato Ibérico de Orientación.


La pausa en la Dehesa del Carrascal fue breve pero intensa, mucha gente de todo tipo, edad y aspecto se movían por la zona, aunque después fue mucho peor cuando nos cruzamos con un chorro de gente que venía por el camino por el que íbamos hacia el Rock in Rio, o todavía peor cuando superamos la zona donde parece que empezaba la prueba y coincidimos con una fila considerable de coches que acudían al evento dejando una polvareda considerable a su paso, por la que nos tocó atravesar sin más remedio.

Una vez pasado todo este escollo, llegamos al Rock in Rio, haciendo la parada del platanito en la explanada del parking de este lugar de eventos musicales. Barritas, plátanos, risas, charletas, en fin, ya nos conocéis.
 
Los que llegamos hasta arriba
Foto: Marqués


Nos quedaba por delante una zona muy conocida por el grupo, las canteras de Morata, el camino del Piolín, los olivares que rodean los caminos allá donde mires y así hicimos la penúltima reunión de grupo nada más cruzar bajo el puente metálico de la vía verde.

A tumba abierta bajaron algunos por el Vaáamonos hacia la carretera de Chinchón, aunque Elevator lo pasaba peor por molestias estomacales, que hicieron que bajáramos cada uno a nuestro ritmo.

La última reunión en el cruce del camino con la carretera de Arganda, con la carreterita como último tramo antes de iniciar la subida del pueblo hasta nuestros hogares.

En esa zona el pelotón se estiró de nuevo y ya no se volvería a unir al completo. Eso sí, una vez en el pueblo el Profe y Josemari esperaron a los dos retrasados para realizar la subida en pelotón hasta el lugar donde elegimos en esta ocasión para la toma de cerecitas.

Un poco cansados de las últimas experiencias en la elección de local, volvimos a parar antes de finalizar la etapa esta vez y de nuevo en el Bar Miró, en la ripense avd. Pilar Miró. La verdad es que en la anterior ocasión salimos contentos y en esta de nuevo volvimos a acertar con el sitio.
 
Bar Miró
Foto: Marqués


Unas cuantas cerecitas, a las que el Profe todavía convaleciente no se quedó, nos hicieron recuperar las fuerzas necesarias para completar los 50 km que marcaba mi cuentakilómetros a llegar a casa.

Este domingo que viene anuncian lluvias, por lo que la etapa está en el aire, nunca mejor dicho. Aunque ya sabéis, si hay un hueco entre las nubes, allí estará el pelotón Nenaza para buscar su sitio por esos caminos que tanto nos gustan. Si el tiempo nos deja y si no igual también, acudiremos a ver el nuevo local de la plaza, el Bar de Chapu. Espero se nos trate que nos merecemos.

15 de septiembre de 2013, un día de caprichos


Una jornada más, aunque esta vez no se dio lugar a consenso en la ruta a realizar, fueron los caprichitos de alguno los que nos guiaron en una ruta durilla por territorios donde hace mucho tiempo que no circulábamos.
La salida de nuevo a las 8:30 h., más o menos, y como el primero de los caprichos era ir a Campo Real que era día de encierro y alguno quería ver los cuernos de los toros, uno de los destinos estaba bien claro. Era el capricho de Avispa.
Pero en esto que vino el segundo de los caprichos, subir El Colombiano en Loeches. Partía la idea de Jokín, el gallo más gallo del corral, ya sabéis, se bajó la cabeza y para allá partimos.
La salida bajando por el Cristo de Rivas, para llegar a la rotonda de la 3M y girar a la derecha por la carretera en dirección hacia Mejorada del Campo. Una vez cruzado el río Jarama y llegados a los Viveros Don Pedro, por los caminos interiores nos tocaba circular en dirección a Velilla de San Antonio. Una ruta un tanto monótona que lleva rápidamente hacia este insigne municipio.
Una vez en Velilla, había que subir hacia Loeches, y en este caso decidimos subir por la ruta de Clavitelli, famosa ella por un trastazo que dejó en fuera de juego y con la clavícula rota al pobre Clavi en una jornada en la que bajábamos de Loeches, es decir a la contra. Por cierto, Clavi ¿cuando vuelves?
Nada más salir de Velilla, toca cruzar el arroyo Pantueña, cuyo paso solo tres del pelotón lo atravesamos por tol medio del agüita, el resto de Nenazas por el conato de puente que hay a su derecha. Así mojamos la bici para que el polvo del camino se empezara a pegar en nuestras monturas. La esforzada subida nos llevó hasta Loeches, para ir calentando las piernas, o para ir jorobando a los más castigados.
 


Pelotón de la jornada
Fotos: Marqués


Una vez atravesado su casco urbano venía la cuesta más larga y jodida de la jornada, la subida de El Colombiano, la cual no repetíamos desde el 3 de marzo de este año, con todavía frío invernal en el ambiente.
En la subida la bici de Rulo se encabritó en cuatro ocasiones y en ellas no tuvo más remedio que poner pie a tierra, eso sí arrastrando en una de ellas a uno que venía justo detrás suyo, imaginaros quién era. No daré muchas pistas.
Una vez arriba y concluido el sofoco de la cuestaza, nos juntamos todo el pelotón en dos fases, alguno había tirado para delante y no hubo más remedio que hacerlo por tandas. Y sin tregua hacia delante que nos quedaba un trecho largo antes de llegar al siguiente reto, Pozuelo del Rey, ese pueblo que siempre GPS confunde de nombre y que no recuerdo con cuál.
Pozuelo del Rey es un pueblo en el que nunca hemos entrado en una de nuestras rutas, siempre nos quedamos en puertas de hacerlo y lo esquivamos para hacer regreso desde su periferia. Curioso pero cierto.
Así que tocaba regreso y la dirección elegida era el primer capricho de la jornada, como ya se dijo anteriormente, Campo Real y su encierro. Para allá nos lanzamos a tumba abierta, es una zona bastante plana y los escollos de los pasos entre rocas hacen que la ruta sea muy bonita y llamativa, al menos a mi me lo parece.
En un rato entraba el pelotón Nenaza a las calles de Campo Real, donde se notaba claramente el ambiente festivo de esta jornada. Lo veréis mucho mejor si observáis las imágenes de la fiesta, un ejemplo claro de la España Cañí. A cada cual le gusta un tipo de cosas, y éste es nuestro país.
 
 


 
 






Encierros en Campo Real
Fotos: Marqués


La parada en la plaza del pueblo, junto a la improvisada plaza de toros, en un bar de la localidad.  En él aparte de platanitos, barritas, y otras viandas, disfrutamos de un botellín del Mahou. Nunca hasta la fecha habíamos tomado una cerecita a mitad de recorrido, pero siempre hay una primera vez.
 


Botellines en el Bar Don Paco, Campo Real
Fotos: Marqués

Los encierros no nos atraían a ninguno, y había que volver para casa. Así esquivando las calles cortadas salimos del pueblo en pos del siguiente reto o mejor dicho del siguiente capricho.
Esta vez le tocaba a GPS que quería y consiguió muy a duras penas, llevarnos hacia la Dehesa del Carrascal, en Arganda del Rey, para bajarnos por un senda que ya os contaré más adelante.
El camino a seguir es demás conocido por casi todos, la senda del botillo. Ese camino pedregoso conocido por una de mis más gloriosas caídas y donde también puso sus huesos en el suelo Josemari allá el 24 de diciembre de 2012, Seguro que lo recordáis. Pero esta vez, aunque a regañadientes, una vez en el cruce de caminos pasadas las piedras giramos a la izquierda para subir de nuevo por una de las primeras trialeras que sufrimos allá por nuestros inicios. Avispa lo recordaba claramente, por una de las imágenes en la que se le veía desencajado en la rampa más dura. Tiempos aquellos.
Subimos como pudimos, esta vez me volvió a tocar poner pie a tierra en una ocasión y en este caso por otro que se me atravesó en la zona rocosa, Casper, que encima no tuvo la decencia de bajarse y si lo consiguió conmigo. Una vez arriba, cruzamos la R-4 para tomar dirección hacia la Dehesa del Carrascal, pasando por el cementerio de mascotas que muchos recordaréis.
Una vez allí GPS seguía en sus trece, teníamos que bajar por su senda. Intenté convencerme pero me dijo “tu no mires a los lados y sígueme”. Sin pararnos hacia allí se fue, encontrándonos en medio del pinar en busca de una estrecha senda que bajaba entre pinos, encinas, piedras (la verdad no muchas), una joyita.
 


Senda entre árboles
Fotos: Marqués

A la mayoría parece que les gusto, pero a todos no. Es de contar que bajé prácticamente toda ella, salvo un poco a la mitad, a pedalillo. Abajo esperaba el grupo y nada más llegar se volvió a dar el pistoletazo de salida, con desbandada general.
Al poco ya estábamos camino de la vía verde de Morata, donde hicimos la siguiente de las mini paradas. Allí un grupo de machotes decidieron que no había sido suficiente y se dirigieron hacia los Cerros Concejiles y el resto no podía alargar mucho más la etapa y bajamos hacia el polígono de Arganda.
Desde allí improvisando recortamos terreno, bajando por vía de servicio de la antigua N-III, junto al polígono de Arganda en dirección al Parque de Bomberos situado junto a la N-III. Esquivando vallados llegamos hasta el Puente de Arganda, el puente de hierro sobre el río Jarama. Allí se notaba cada vez más el agotamiento del personal.
Nos quedaban las calles del pueblo por delante, donde algunos mantuvimos el tipo y alguno que otro petó del todo, no teniendo más remedio que bajarse de la bici y sentarse junto al Auditorium Miguel Ríos.
Allí fueron sobrepasados por los machotes de los Cerros Concejiles, e incluso Jokin llegó a contactar y superar con los de delante, o casi con todos porque Rulo acuciado por su santa, volaba para no llegar tarde a la comida en casa de su suegra. Tu sí que eres grande, Rulo.
 
Ruta de la jornada Wikiloc
Por Casper

 
A tomar las cerecitas tras unos 60 kilómetros recorridos nos juntamos en la cafetería del CERPA, donde degustamos ese líquido recuperador y una serie de viandas que devolvieron de nuevo el ánimo al pelotón.
Una etapa sin cerecitas al final, no es una verdadera etapa.

8 de septiembre de 2013, a Morata por el camino más corto


Siguen sin salir los números, ¿Dónde narices estáis metidos?. Se echa de menos un pelotón numeroso aunque canse que lo repita en cada una de las crónicas de la etapa dominical.
Este domingo salimos 6 Nenazas y llegamos a nuestro destino, eso sí, no fuimos los mismos los que salimos que los que llegamos, ¿Dónde está el misterio?. Lo veréis si sois capaces de aguantar la crónica hasta el final.
Pues eso que salimos en busca de lo lejano 6 de los más duros, y en este caso se decidió por decreto que nuestro destino era un pueblo que casi no conocemos, un tal Morata de Tajuña, ¿os suena?
En este caso no queríamos pisar la vía verde, que solo faltaba que un día con el suelo seco eligiéramos esa forma de montar en bici. Y así veréis lo que se hizo.
Bajamos como es habitual hasta la laguna de El Campillo, por las calles de siempre. Una vez allí y para no perder la costumbre iniciamos la subida hacia las lomas de Arganda la carretera de Chinchón, la M-311. Esa que pasa por los edificios de RNE, ¡que sois duros de mollera!
Lo siguiente lo adivinareis, es seguro que nuestro más emblemático camino no se os ha olvidado a ninguno, el archiconocido Vaáamono.
Allí ocurrió lo que tenía que pasar, el pelotón se iba a estirar sin remedio. Por delante, como no podía ser menos, Jokin, Gavilán y David, por el medio Josemari y uno que soy yo, y a cola de etapa pagando el verano lleno de excesos, Avispa.
La reunión junto al puente metálico de la vía verde, donde íbamos llegando poco a poco, y donde se hizo la foto de pelotón de la etapa.
 
Pelotón de la etapa, o parte de él
Foto: Marqués


Avispa iba muy castigao, ya volverá a ser uno de los gallos, así que decidió que era momento de la retirada. Una retirada a tiempo es una victoria. Así que retornaba para casa a todas prisas y nos dejó en 5.
El resto seguimos hacia Morata cruzando bajo el nombrado puente metálico, para continuar allá por el borde de las cantera, el camino del Piolín que milagrosamente sigue colgado en su higuera hasta que llegamos a lo alto del camino que baja para Nuestro destino.
Tras una nueva reunión, iniciamos el descenso por el dichoso camino del tractor, ese que las dos últimas veces que lo hemos bajado nos cruzamos de frente con el mismo tractor de grato recuerdo para Gavilán. Al menos esta vez no coincidimos que ya es casualidad. El camino cada vez está peor, más regueros, más piedras sueltas y más de to. Empiezo a odiarlo, si es que no lo odiaba ya.
Así llegamos hasta las calles de Morata. Eran las fiestas y los encierros debían haber sido hace poco tiempo, todavía quedaban unos cuantos sonámbulos en pie. Todo adornado con las talanqueras por la calle principal e incluso gradas en la plaza del ayuntamiento.
 
Talanqueras para los encierros en Morata de Tajuña
Foto: Marqués


El caso fue que la pastelería de siempre, esa donde nos aprovisionamos siempre con las riquísimas palmeritas típicas de la localidad, estaba cerrado. Mala suerte, pues esta vez escaparíamos sin catarlas. Bueno la verdad es que nadie puso los puntos sobre las íes, porque si hubiéramos querido, en algún sitio las hubiéramos encontrado. Para otra vez.
Tomamos el platanito en la fuente con el gran pilón que hay en la calle principal. Bueno, todos no, porque Josemari se puso a arreglar la bici de David y se le olvidó para que habíamos parado, y se fue sin echarse nada para el estómago.
 


El platanito en la fuente del pilón de Morata
Fotos: Marqués


La vuelta la queríamos hacer, como ya comentaba al principio, sin usar la vía verde. Y para no volver por el mismo puñetero camino alguien propuso subir la carretera que va hacia Arganda desde Morata y por allí fuimos. Es esa carretera sinuosa, un tanto empinada que subimos hasta la zona donde vuelan los aviones de aeromodelismo y allí girar a la izquierda para volver al camino del Piolín.
A mitad de cuesta pasamos junto a la ruta que había organizado la tienda de bicis Harobike, de Arganda. La verdad es que por todas partes nos habíamos encontrado trozos de plásticos que marcaban la ruta, pero hasta ese punto no vimos al pelotón haciéndola.
Poco después de pasar el Piolín, una vez pasadas las canteras de Morata, de frente venía GPS. Había salido de casa una hora después que nosotros y circulaba por aquella zona por si daba con nosotros. Volvíamos a ser 6.
 
Y dio la vuelta, juntándose al pelotón para regresar lo que quedaba de la etapa con el grupo. Lo hicimos por el mismo lugar por donde habíamos ido a la ida, así que poco que contar. Nos juntamos en lo alto de Vaáamono y a partir de ahí no nos vimos hasta que los que habían ido por delante nos abordaron en la parte alta de la avd. Pilar Miró.
Resulta que Jokin, Gavilán y David, decidieron subir la primera rampa de la senda de los cortados, perdiendo la cabeza de etapa y cazándonos de nuevo en las últimas rampas antes de llegar a casa.
El final, tras unos 47 km, a tomarla en el bar del CERPA. El Gavilán celebraba su cumpleaños y nos obsequió con una ronda de cerecitas, lo cual completamos con otras 3 rondas más. Felicidades majo.

La elección de nuevo un fiasco, pues nos tocó un serial de latas del Mahou, acabando una de las rondas con una lata de Steinburg, la cerveza del Mercadona, creo. Solo fue una y se la jincó Jokin. Es que no damos una.
Parece que para este domingo, tocará etapa de nuevo a Campo Real, que debe haber encierros y alguno se ha quedado con ganas de correr delante o detrás. Y como final parece que han abierto o abrirán en breve el bar que sustituye al Camelot, no recuerdo su nuevo nombre aunque hoy lo vi creo que abierto. Esperemos esté dentro de nuestras expectativas, compañeros.

1 de septiembre de 2013, Campo Real sigue ahí

Un domingo más, una historia más que contar. Así somos el pelotón Nenaza, aunque siguen sin salir los números, me faltan unos cuantos.
La cita de nuevo a las 8:30 h., hay que madrugar para estar tempranito de regreso. A ella acudimos 7 Nenazas, incluida nuestra última incorporación David que nos esperaría en su rotonda habitual.
Había ganitas de esfuerzo y el Profe en plan líder propuso una jornada de visita a Campo Real, parece que quería comprar aceitunas, aunque se le olvidó luego.
Así que bajamos hacia el pueblo para bajar hasta la laguna de El Campillo. Una vez allí rodearla y llegar hasta el puente de las avispas.
Ni que decir tiene que con el frescor las avispas no hacen acto de presencia, pero un escollo aun peor ronda por este emblemático puente. Su pasillo de cemento cada vez está en peor estado. Le van poniendo chapa metálicas a las zonas donde el cemento se va para abajo. Queda un hueco donde se ve el vacío y una zona que se caerá tarde o temprano, ¡qué miedo da!
Para continuar la senda que sube aguas arriba del río Jarama en dirección al azud que tanto conocéis, esa zona está bonita ahora con la vegetación verde que vive junto al río.
Dirección hacia Velilla de San Antonio, pero girando a la derecha para hacer una subidita hasta la carretera M-208, para circular unas centenas de metros hacia Arganda pero girando de nuevo a la izquierda para adentrarnos entre zonas de extracción de áridos, olivares y viñedos.
Allí unos ruidacos impresionantes nos acompañaban al paso que despistaron a más de uno. Últimamente, a los viticultores les ha dado por intentar espantar a los estorninos, que imagino se lo aprenderán pronto con sonidos de sus congéneres chillando e incluso voces de rapaces por medio. Espero no se les coman muchas uvas o la cosecha se verá mermada.
Nada más cruzar sobre la R-2 empiezan las cuestas, de nuevo entre olivares y zigzaguenado seguía nuestra ruta hacia la carretera M-300, donde empieza lo más empinado de la jornada, el camino pedregoso que nos lleva hasta Campo Real. La verdad es que este camino es horroroso, mogollón de pedruscos y hoyos dificultan el pedaleo.
En la subida nos quedamos 3 rezagados, GPS con problemas técnicos en su montura renovada con llantas y ruedas de 27 y medio, el Gavilán como fiel acompañante y yo, que recibí una llamada de teléfono, que se me hizo como otras tantas veces muy dura la subida y peor la siguiente bajada.
 


Gavilán con el incendio de Campo Real al fondo
Fotos: Marqués

 
En lo alto la vista era horrible, un incendio en la zona durante este verano había calcinado casi todo el monte desde donde nos encontrábamos hacia Campo Real. El día 5 de agosto sucedió el tema y parece que han detenido al pirómano.
Si estáis interesados en saber un poco más, leer en los siguientes enlaces:
Llegué hasta la plaza del pueblo entorno a las 10:30 h., donde habíamos quedado, muy rezagado del resto y allí hicimos la parada del platanito. Descanso, reponer fuerzas, charlotadas, llenar las cantimploras en la fuente y a seguir que quedaba la vuelta por delante.
 
Rulo en la plaza de Campo Real
Foto: Marqués


Pelotón de la jornada
Foto: Marqués


Tras la subida de rigor hacia la parte alta donde se sale del casco urbano, tomamos dirección hacia Arganda. Nos quedaba el largo camino plano por delante y la bajada del Botillo. Famosa por una de mis caídas donde se me puso el muslo un poco negruzco y por el piñazo de Josemari el 24 de diciembre de 2012, el día de Nochebuena. La verdad es que es un camino pedregoso pero si te lo tomas con paciencia y no haces el loco, el escollo se pasa pronto. Además, para algunos es una zona donde disfrutan de una intensa bajada y lo pasan bien.
Después del reagrupamiento senda adelante hacia abajo, pasando junto al centro hípico, para acabar pasando por las calles de la urbanización Los Villares de Arganda del Rey  y cogiendo como camino de escape rápido hacia casa la carretera Campo Real en el tramo que rodea La Poveda hasta llegar de nuevo a la Estación del Tren de Arganda. Por ahí volábamos a toda marcha.
Una vez llegamos a las cercanías del puente de las avispas, decidimos no cruzarlo de nuevo, por no tentar a la suerte. El camino a seguir fue la senda que recorre el río aguas abajo hacia el puente metálico de la antigua N-III. Un tramo que tampoco está nada para tirar cohetes y por el que el grupo se disgregó en trocitos hasta la reunión una vez llegamos a dicho puente con algunos arañazos tras el paso entre el vallado y algunas ramas de árboles muy pegadas que dejan en algunos tramos un mínimo paso por donde algunos cavemos peor que otros. ¿Qué os voy a decir?
Solo nos quedaban por delante las calles del pueblo, las cuales  subimos en  pelotón casi constantemente aunque con algún demarraje que provocó que algunos se dejaran las fuerzas que le quedaban.
Pero no había problema, nos tocaba reponer fuerzas casi finalizando la etapa y decidimos hacerlo en un nuevo lugar. Esta vez elegimos un bar en el que nunca habíamos parado, el Bar Miró, situado en la avenida Pilar Miró, esquina a Silvia Munt, junto a la rotonda.
La verdad es que aunque desde ahí quedan algunas rampas por delante, la elección fue acertadísima. Cerecitas frescas, ricas tapas y buen ambiente nos acompañaron en el final de la etapa.
 

Tapitas y cerecitas en el Bar Miró
Foto: Marqués


Una vez en ruta concluimos la etapa de unos 52 km tras subir el resto de la avenida, pasar por el pinar del Cerro del Telégrafo y el parquecillo cercano a nuestra casa.
Y para terminar, no me olvido de dar felicitaciones al más veterano del grupo, Calzas, que se estiró con una rondita a la salud de todos, como tiene que ser. ¡Qué bien te conservas  y que fuerte andas! Esperemos llegar a tu edad al menos como tú, será buena señal compañero.
 

Calzas
Foto: Marqués