Volvían
los gallos al corral y así como se gestó una etapa que acabaría siendo de las
más duras que hemos realizado hasta la fecha. Además de su perfil, que podréis ver
al final de este texto, por la velocidad a la que volábamos en parte de la ruta
dominical. El nombre de la ruta también viene al caso de este perfil, y no da
lugar a otra cosa. Me diréis sino.
A
la cita acudimos un nutrido grupo de Nenazas, faltando varios de los que habían
dado el visto bueno a la participación. Un total de 11 valientes no faltamos a
la cita.
Salíamos
sin rumbo fijo camino del pueblo, por las calles de siempre, recogiendo a Caracol,
que nos esperaba en el lugar habitual.
La
bajada hacia la laguna de El Campillo, en desbandada, cada uno a su aire, para
juntarnos junto al aparcamiento de este lugar. Allí perdimos comba Holandés y
yo, hablando con el mecánico de la ya cerrada tienda “Bicis Parrado”, para que
nos diera su teléfono y así usarlo en caso de necesidad. Nunca vendrá mal
tenerlo.
Para
recuperar terreno tuvimos que hacer un pequeño esfuerzo, pedalear a todo trapo
por la carretera de Chinchón hasta alcanzar al compacto pelotón.
La
subida por el Vaáamono como siempre, cada uno a su ritmo para llegar hasta lo
alto goteando elementos, no puede ser de otra forma.Allí
tocaba reunión y foto de pelotón, pues Antonio cumplía su cupo, e iniciaba
desde ahí su regreso a casa.
Imagen del pelotón
Foto: Marqués
El resto del grupo siguió adelante bajo el puente metálico de la vía verde, ese camino que lleva hacia las canteras de Morata y pasa por el precioso Piolín azul. Por cierto, cada vez más perjudicado en color y otros detalles, los pies están a punto de pasar a la historia.
Así
seguimos para juntarnos en el cruce de caminos sobre Morata de Tajuña. De nuevo
la ruta elegida era la bajada directa hacia esta población, de la forma más
directa y rápida.
Directa
y rápida sí, para unos más que para otros porque los de delante y en concreto el Gavilán, según contaron las malas
lenguas, estuvo a punto de estampanarse contra un pequeño tractor a la salida de
una curva. Pero el Gavilán ya sabéis que es el puto amo de los descensos y
salió del entuerto sin agobios ni problemas.
En
el pueblo casi ni parar, pues los de delante parecía que querían apagar un
incendio y sin decir ná, salieron en desbandada hacia delante sin despedir a
los que se volvían para Rivas. Y uno, explicando el callejeo para
llegar a la vía verde a los que se volvían, perdió la estela. Tras unas llamadas y unos esfuerzos
dándole fuerte al pedal, logré contactar con el grupo casi llegando a Perales de
Tajuña. Gracias al Profe, que disminuyó la velocidad y espero pacientemente a
que me reincorporara.
Una
vez en Perales de Tajuña vino la negociación. Había tres posibilidades, subir
hacia el Rock in Río por una pista empinada nueva, hacer un rodeo con una
cuesta empinada nueva hasta el momento o subir del tirón por otra pista de las
que quitan el hipo por la ladera alejándonos del río Tajuña. La elección la
hizo GPS, para variar, aunque esta vez apoyado por algunos, seguir por la vía verde hasta un cartel que
anunciaba las urbanizaciones de Valdeperales de Abajo y Valdeperales de Arriba.
Lo podéis ver mejor en el mapa de la ruta ampliado por esa zona por cortesía de Avispa, pero contaros que la subida era de poco más de dos kilómetros pero con bastante inclinación, aunque asequible al grupo. Pero como dice la canción de Mecano, “aquí hay gente de rancio abolengo” que puede con todo y el pelotón se estiró goteando ciclistas hasta llegar a lo más alto. Un camino muy bonito, rodeado de encinas y quejigos, que no dio ni tiempo a disfrutar.
Lo podéis ver mejor en el mapa de la ruta ampliado por esa zona por cortesía de Avispa, pero contaros que la subida era de poco más de dos kilómetros pero con bastante inclinación, aunque asequible al grupo. Pero como dice la canción de Mecano, “aquí hay gente de rancio abolengo” que puede con todo y el pelotón se estiró goteando ciclistas hasta llegar a lo más alto. Un camino muy bonito, rodeado de encinas y quejigos, que no dio ni tiempo a disfrutar.
Goteo de ciclistas. Al loro con la imagen de los dos fantasmas: uno haciendo el caballito y el otro, saludo heavy al grito de "MARICOOONAAS".
Fotos: Holandés
En
lo más alto y bajo una encina, la parada del platanito. Momentos para recuperar
fuerzas y algo de aire en una etapa que iba a toda velocidad.
Imagen de los ruedones de la jornada
Foto: Marqués
La
ruta seguí ya de vuelta, pasando por una estrecha y pedregosa senda, por donde
en algunos momentos solo cabía una bici. Eso sí, con unas vistas preciosas del
valle del Tajuña desde lo alto.
GPS
ya lo había avisado, no tenía claro cómo iba a estar el camino de bajada para ir
de nuevo a la vega del Tajuña, y claro, la bajada era de las de borrar de la
mente. Entera creo que no la consiguió bajar nadie, porque entre la
inclinación, las piedras, las zanjas, el suelo liso y todo tipo de trampas, puse
pie a tierra en cuatro ocasiones, para que mi integridad no se viera afectada
por hacer la cabra.
El
regreso por el mismo sitio que la ida en sentido opuesto, para llegar divididos
de nuevo hasta Morata. Allí ni tregua ni parada ni nada que se pareciera. Y así
nos despedimos hasta la llegada a casa.
La
subida hasta la cementera por la vía verde, con los gallos por delante y a cola
de pelotón GPS, el Profe y yo mismo. Poco antes de llegar a la cementera GPS tiró
por delante, perdiéndole de vista y los dos de detrás, a un ritmo más acorde
con la etapa y ya castigados, bajamos nuestro emblemático camino para llegar
a mejor ritmo hasta el parque del pueblo de Rivas, donde hicimos una corta parada antes de
iniciar la subida hasta el Camelot.
Cuentakilómetros Foto: Holandés
El
recorrido final poco más de 74 kilómetros, una barbaridad si encima tenemos en
cuenta la velocidad en algunos de los tramos, que se vio reflejada en la hora
de la llegada, en una abanico entre las 13:30 y las 13:55 h. según las fuerzas
de cada uno, unas 4 horas y media desde que salimos.
Mapa con la ruta recorrida y perfil de la etapa
Ampliación del tramo del entorno del Tajuña, entre Morata y Perales
Ambos por cortesía de Avispa
Unas
cerecitas en el Camelot, en mi caso una sola, a modo de botellines del Mahou,
pues no quedaba ni barril ni tercios, como para no creérselo, y para casa que
había que comer.
Pues
nada más que recordaros a muchos que estáis inscritos en la III Ruta BTT los manantiales,
en la bella población madrileña de Belmonte de Tajo. Ataros los machos que sino
alguno tendrá que perder la pasta invertida en la inscripción al evento.
Además,
y según las previsiones meteorológicas el sábado se predicen una alta probabilidad
de lluvias y el domingo se espera un drástico descenso de temperaturas. No
quiero ser agorero, pero ……..