12 de octubre de 2014, vente pa Morata


Un nuevo domingo bajo mínimos, solo salieron los del club de las 29er, esto no tiene arreglo. Había llovido bastante durante la semana e incluso llovió en la tarde de antes, y alguno lo puso como escusa para quedarse encamado, mariconas.
 


Pero a algunos nos les para ni eso, miramos las predicciones y como parecía que no iba a caer nada sobre las cabezas, ahí fuimos.

Lo que estaba claro es que había que circular por caminos que no se hubieran embarrado, el agua caída tenía que haber dejado algunas zonas impracticables.

Jokin propuso la Warner, cosa que no convenció a sus compañeros de fatigas y venció la propuesta de Gavilán para ir hacia Morata. ¿Os suena ese pueblo?

Jokin de paseo subió el Vaáamono, Gavilán un poco por detrás pero aguantando y Marqués siendo reventado como otras veces quedando un tanto cortado en la subida.

 
 
 
 
 
En el Vaáamono
Fotos: Jokin


Arriba nos juntamos de nuevo para continuar la ruta, esta vez ya por suelo firme, por la Vía Verde hacia Morata, donde de nuevo en la bajada se repetiría la situación para juntarnos de nuevo en el helipuerto.

Una vez allí no había escusa, unas palmeritas que hace mucho tiempo que no las degustábamos.

Alguna de las calles totalmente inutilizada por obras de canalización del subsuelo, cosas que pasan.

Nos comimos la ración de palmeritas en la fuente ornamental al lado del Café Bar Avenida, muy cercano a la pastelería.

 




En Morata junto al Café Bar Avenida
Fotos: Jokin


Después de acabada la parada del platanito, otra vez para arriba por el mismo lugar por donde hicimos el camino de ida. Una subida al tran tran, de nuevo con las mismas posiciones para hacernos llegar hasta lo alto del Vaáamono en el mismo orden de toda la mañana.

Nada más salir por el Vaáamono abajo, Marqués quedó retrasado. En un despiste por soltar una mano del manillar, la rueda de delante se atascó en una zona arenosa haciendo el vuelo de la avutarda y cayendo estirado por los suelos. Una ostia en toda regla.

Cuando la cosa fue a menos a seguir hacia abajo. Un poco antes de llegar al pequeño polígono junto a la carretera de Chinchón, Jokin subía en su busca aunque ya quedaba poco para llegar abajo.

 
 
 
Tras el ostión
Fotos: Jokin


El resto del camino os imagináis, a ritmo más cansino y con el cuerpo dolorido en el accidentado. Una vez en la Laguna de El Campillo, Jokin como le sobraban fuerzas, como casi siempre, eligió la subida por los cortados y los otros dos, calle arriba.

Por la calle Pilar Miró nos juntamos de nuevo para hacer el resto del camino en pelotón, para llegar a nuestras casas tras unos 56 kilómetros más o menos.

No hubo Chapu, cada uno tenía cosas que hacer y como dice el refrán, cada mochuelo a su olivo.

Eso si, al poco de llegar comenzó a llover y por la tarde cayó una abundante tormenta. De la que nos libramos. 

5 de octubre de 2014, a la Torre de Telegrafía Óptica de Arganda

Era un día de antojos, un par de Nenazas teníamos ganas de ir a un lugar donde pasamos alguna que otra vez pero hace mucho tiempo, cuando GPS nos llevó por esas tierras y nos señaló el lugar donde hoy íbamos a ir en busca de un tesoro. Alguno sabréis de qué se trata.

La participación en la etapa, como es costumbre últimamente, baja pues solo acudimos cuatro intrépidos a la convocatoria dominical. Parece que esto no se recupera ni a tiros, aunque en alguna etapa hay espejismo, salimos más y se hace algo parecido a un pelotón.

Salimos por las calles del pueblo en dirección al río Jarama, cruzándolo pronto por el Puente de Arganda, para subir río arriba por la senda que lo recorre por el otro El Campillo.

Llegamos hasta La Poveda, atravesando el polígono de Arganda para conectar con la Vía Verde a la altura del Hospital del Sureste. Por la Vía Verde circulamos hasta que giramos a la izquierda para adentrarnos en los caminos que suben hacia la Dehesa del Carrascal.

Subimos por el atajo de GPS, esas rampas empinadas que te hacen sudar un poquito. El firme de los viales está en muy buen estado, han debido meter máquinas para adecentar los caminos y cortafuegos. La verdad es que ha mejorado mucho y es algo que se agradece.

Después de la subida, acabamos en la Dehesa del Carrascal donde hicimos la parada del platanito, igual nos precipitamos porque nuestro destino estaba más cerca de lo que pensábamos.
 
 

En la Dehesa del Carrascal
Fotos: Marqués


Un ratito de reposo, comida y otras historietas para de nuevo montarnos sobre las bicis. En el último momento antes de salir, Elevator se emocionó más de la cuenta con uno de sus chismes y se fue para el suelo, chocando incluso con el pico del banco. Si es que hay que estar más pendiente y no dejar la guardia despistada.

Seguimos camino adelante para pasar junto al cementerio de mascotas y girar a la izquierda para alejarnos del camino habitual hacia el Rock in Río.

Tras cruzar la antigua NÍII y dudar un poco por donde seguir, llegamos a nuestro destino la Torre de Telegrafía Óptica de Arganda.
                      

 
Torre de Telegrafía Óptica de Arganda
Fotos: Marqués
 
 


Arganda del Rey tiene la suerte de conservar en su territorio, uno de los pocos testimonios que se conservan de un curioso sistema de comunicación que hoy, en plena era de las telecomunicaciones, donde la información viaja en tiempo real de un extremo a otro del planeta, puede llamar poderosamente la atención.

Era un sistema de transmisión exclusivamente gubernamental, destinado a que las autoridades civiles y militares pudieran recibir información y transmitir órdenes en el menor tiempo posible, sin estar en ningún momento abierto a los particulares.

El planteamiento de partida era unir Madrid con todas las capitales de provincia, ciudades de la costa y fronteras. De las varias líneas proyectadas sólo se llegaron a construir la de Madrid-Irún, la línea Madrid- Cádiz, y la que se corresponde con la Torre de Arganda, la línea que pretendía unir Madrid con la frontera francesa: Madrid – Valencia – Barcelona – La Junquera, aunque únicamente llegó a funcionar el sector Madrid-Valencia.

Se iniciaba en el edificio de la Real Casa de Aduana de la calle Alcalá, seguían las torres de Cerro Almodóvar en Vallecas, Vaciamadrid (de la que sólo ha quedado el topónimo), Arganda que sería por tanto la torre nº 4, Perales de Tajuña, Villarejo de Salvanés y por último la nº 7 en Fuentidueña de Tajo.

La Torre de Arganda es la que mantiene un mejor estado de conservación, del resto apenas quedan trazas reconocibles, salvo la de Perales de Tajuña, de construcción más sencilla y con mayor grado de deterioro.

Como ya quedó apuntado este sistema de comunicaciones tuvo una escasa de la telegrafía eléctrica y las torres son abandonadas hacia 1857.

Atendiendo la petición del Ayuntamiento de Arganda del Rey, la Torre de Arganda ha sido recientemente restaurada por la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid. El edificio presentaba un estado de ruina y sobre la maltrecha azotea se encontraba alojado el hoy desaparecido vértice geodésico.

La idea es dejar la torre plenamente operativa, tal como estaba hace siglo y medio, y en el futuro, cuando la torre de Rivas o Perales sean también reconstruidas, poder realizar recreaciones de este singular sistema de transmisiones, lo que sería sin duda una experiencia sin precedentes y absolutamente singular.

El Profe y Gavilán demostraron su paciencia mientras que Elevator y Marqués visitaban el lugar señalado por el GPS del teléfono, para dejar constancia de su paso por el lugar.

 
En la Torre de Telegrafía Óptica
Fotos: Marqués


Tocaba seguir adelante, aunque no teníamos claro por dónde ir. Seguimos por el mismo camino que traíamos desde la antigua N-III para ir en busca de la R-3, aunque en el último momento Marqués eligió el camino equivocado y bajamos por un empinado tramo de pista asfaltada paralela a dicha radial para cruzarla más abajo por un túnel que nos llevaba hasta el otro lado. la idea era cruzar la R-3 por un puente situado en todo lo alto.

Sin parar de bajar acabamos en la finca de la valla precintada por orden judicial, esa por la que tantas y tantas veces bajamos desde Campo Real por el camino del Botillo. Mirando mapas vemos que la zona se llama Lomo de Valdelospozos.

Una vez allí seguimos bajando por la pista hacia la urbanización de los Villares, de Arganda del Rey.


Llegando a Los Millares
Foto: Marqués


Una vez pasamos todo el nudo de carreteras que hay en esa zona, como nos parecía poco volvernos por el pueblo, decidimos hacer la vuelta hacia Velilla y el Cristo de Rivas.

Para ello elegimos una nueva ruta, un poco monótona pero diferente al camino que hacemos habitualmente cuando vamos en esa dirección. Una pista que recorre todo el llano hacia Velilla por una camino que va entre la R-3 y la M-208 hasta enlazar con el camino por el que bajamos desde Loeches, por el que hicimos el tramo que nos llevó hasta las lagunas de Miralrío, ya en Velilla de San Antonio.

Ahí tuvimos que negociar y se decidió el camino más corto, desde Velilla hasta los Viveros Don Pedro evitando la senda del Jabalí. Alguno tenía prisa y quería estar pronto en casa.
 
Saliendo de Velilla de San Antonio
Foto: Marqués


El último escollo era el Cristo de Rivas, donde cada uno dio lo que pudo para llegar hasta arriba donde nos juntamos por última vez, despidiéndonos de Elevator para ir el resto al Chapu a tomarnos unas cerecitas.
 

 
Subiendo el Cristo de Rivas
Fotos: Marqués


La próxima más, Nenazas.

28 de septiembre de 2014, el día de la perroflautas

Volvía algún gallo al pelotón después de unas semanas de ausencia, y como había leído las últimas crónicas no estaba dispuesto a hacer una etapa tranquila como las de las últimas semanas.
 
Y cuando de cuestas se habla dos salen a colación, el Cerro del Viso y el Colombiano, ambas hacen temblar las piernas.
 
Estaba claro que al Viso no estaba el personal dispuesto a ir, así que no quedaba más remedio que bajar el Cristo de Rivas y encaminarnos hacia Loeches.
 
Casi todo el pelotón pertrechado con ropa de abrigo, hay mucho flojo suelto, aunque algunos machotes se encargan de poner a cada uno en su sitio, siguiendo con la ropa de verano.
 
A todas prisas bajamos dicha carretera para llegar muy rápido hasta los Viveros Don Pedro. Ahí nos desviamos de la carretera para ir hacia Velilla de San Antonio.
 
Esta vez usamos una nueva alternativa más directa y rápida, y sobre todo nueva. Ni la senda del jabalí, ni el camino que llega a las lagunas del pueblo, directamente por otro camino que te lleva sin parar hasta Velilla.
 
Luego no hay más remedio que atravesar Velilla, un pueblo en fiestas en el que en la noche anterior los fuegos artificiales se oían desde nuestros domicilios. A toda mecha.
 
Una vez en el otro lado del pueblo nos encaminamos en dirección a Loeches, nuestro siguiente punto en el mapa. Elegimos la senda de Clavitelli, ese camino donde la clavícula del hombro. No doy más detalles que los conocéis bien.

 
Cruzando el arroyo Pantueña en Velilla
Foto: Marqués

 
En la subida hacia este municipio empezó a demostrar como estábamos los miembros del pelotón pues llegamos a arriba cada uno como pudo y con alguno que le empezaban a hacérseles duras las cuestas, pero aun no había llegado lo peor.



 
 
 
 
 


 
 
Llegando a Loeches
Fotos: Jokin 
 
Cuando pasamos bajo el puente del antiguo ferrocarril que debía pasar por Loeches hubo un conato de rebelión en el pelotón. No había ganas de reventarse subiendo el Colombino y algunos intentamos sin éxito huir camino de Torres de la Alameda y Valverde de Alcalá.
 
Pero Jokin no dispuesto a que le cambiáramos los planes, se puso al mando y dirigió al pelotón en pos del Colombiano.
 
En la cuesta que os voy a contar, ahí se notó el estado de forma de cada uno y las debilidades de casi todos.
 
Y subiendo hacia to lo alto lo más llamativo de la jornada. Una moza entradita en años, con una bici Otero con trasportín incluido, armada con un gorrito de tela y en ropa de paseo dio cuenta uno por uno de los Nenazas presentes. Excluimos a Jokin que por supuesto no entra en el pack de esforzados, a él esto no le afecta.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Llegando a lo alto del Colombiano
Fotos: Jokin


 
 
Fue adelantándonos uno por uno, con breves paradas incluidas para quitarse el jersey verde o quien sabe para que, pero el caso es que pudo con casi todos. El Gavilán fue el que cedió menos terreno pues lleno de ímpetu salió a su estela llegando donde nos esperaba Jokin con poco espacio perdido. ¡Qué bochorno compañeros!
 
Poco a poco fuimos llegando, alguno más exhausto que otra cosa, pero enteros que nos quedaban muchos kilómetros por delante.
 
La siguiente parada, la del platanito, en el parquecillo de Pozuelo del Rey donde la fuente y la fresca arboleda.
 
Un rato para el descanso, disfrute de viandas, charleta con los comentarios de la jornada. En fin, esas cosas que hacemos en todas las etapas.
 
La vuelta hacia Campo Real, por la ruta esa donde se pasa entre olivares, almendrales y taludes. Un camino muy chulo que casi todos conocéis.
 
Pasamos Campo Real, bajando hacia Arganda por la Vía Pecuaria de la senda del Botillo, la de los ostiones de Marqués y del Hombre Volador. Tampoco es momento de recordar esos momentos.
 
Bajamos hasta Arganda por el barrio argandeño de los Millares donde cogimos la carretera para ir hasta La Poveda.
 
No cruzamos el puente de las avispas, recorrimos la margen izquierda del río Jarama hasta el Puente de Arganda. Últimamente es lo más elegido por el pelotón.

 
Selfie del pelotón en el Puente de Arganda
Foto: Jokin

 
Solo nos quedaba la subida por las calles de Rivas. Jokin, que ya le conocéis, eligió los Cortados, parece que le parecía poco, joderrrr.
 
Los demás por las calles arriba como pudimos. El grupo se descompuso, quedando algunos por detrás, llegando hasta arriba cada uno con las fuerzas que aun le quedaban. Sin contar más detalles fue todo un poema para alguno.
 
El final tras unos 59 kilómetros en las piernas en el Chapu, donde no acudimos todos y donde nos esperaba Avispa, todavía convaleciente de sus males de fascitis plantar.
 
Una dura etapa, caballeros, que quedará en nuestras retinas como el día en que nos humilló la perroflautas. Con todo el cariño y sin ganas de desprecio.