Una nueva jornada más en la que salimos menos de los que en
principio habían dado el visto bueno a la ruta dominical. A algunos se les
siguen pegando las sábanas, hay frioleros, cagaos que tienen miedo al barro, con imprevistos y perdidos por la causa, bueno todo ese tipo de excusas que en el
subconsciente de cada uno sirven para
quedarse sin cumplir pleitesía y no salir los domingos por la mañana. C’est la
vie.
Pero en esta mañana un grupo reducido de Nenazas no tenía
ningún tipo de excusas y tenía claro que lo mejor era ser intrépido y pedalear,
con muchas ganas por parte de alguno.
Las predicciones de algún meteorólogo daban cielos
completamente despejados, pero si mirabas para el cielo el sol no hacía acto de
presencia e incluso unos oscuros nubarrones predecían lluvias.
Así salíamos 4 de esos arriesgados de la ruta a la hora
convenida intentando en todo momento huir de los barrizales que seguro adornan
los caminos del sureste madrileño y más allá.
No teníamos una ruta clara, dudábamos donde ir por el miedo
a ese barro. Pero pronto el Profe propuso y los demás dispusimos. Ya había
propuesto esta ruta hace unas semanas y esta era la ocasión.
Cuando llegábamos al final de la avenida Pilar Miró un
escollo en el camino. Una prueba de Duatlon hacia que las calles estuvieran
cortadas y tuvimos que hacer una vueltecilla extra por las traseras de unas
casas para llegar a las inmediaciones del Miguel Ríos.
Una vez allí tuvimos que convencer a un Municipal para que
nos dejara cruzar hacia el carril bici al otro lado del paseo. No fue muy
complicado y sin pausa cruzamos por un paso de peatones para alcanzarlo y
seguir por él.
Rápido llegamos al aparcamiento de la Laguna de El Campillo,
había que decidir si coger la ribera del Jarama para ir hasta la Poveda o la carretera
de Chinchón para subir por el Vaáamono. El río estaba completamente desbordado,
el desembalse de El Atazar y otras presas serranas ha borrado las curvas y
meandros de este río, convirtiendo todo en un continuo de agua que baja a toda
velocidad y sin obstáculos.
La crecida del río Jarama
Vidrio por Avispa
Vidrio por Avispa
Pronto llegamos a nuestro camino más usado, en pelotón más o
menos compacto en las primeras rampas. Jokin animaba a Rulo, “vamos que hoy
subimos todos juntos todo el camino”.
Pero ya sabemos que eso es un imposible que duró hasta más o menos la
mitad pero después el grupo se estiró sin remedio.
Íbamos subiendo cuando un trío de ciclistas nos superaron
ligeramente, cuando Jokin se lanzó hacia arriba tras ellos. El trío intentó
subir a su rueda pero eso es muy difícil. Cayeron los dos menos sufridos
aguantando el otro un buen rato. Al final Jokin nos contó que cayó también, era
de esperar. El resto subimos casi juntos, con poca distancia entre nosotros
llegando casi a alcanzar a los dos descolgados de la subida de Jokin.
En lo alto del Vaáamono nos arrejuntamos de nuevo, para
decidir por donde seguir. Estaba claro los caminos estaban muy embarrados y lo
mejor era meternos en la Vía Verde para hacer un buen trozo de ruta por esta
pista asfaltada.
Nuestro destino siguiente era Morata de Tajuña. Jokin volvió
a tirar palante, el Profe que es un experto bajador se fue tras su estela y por
detrás nos quedamos Rulo y yo, que bajamos de una forma menos arriesgada. En el
helipuerto nos volvimos a juntar aunque la parada fue breve porque no tocaba
parar allí.
Atravesamos Morata sin descanso, ni palmeritas, ni bancos,
ni fuentes, ni nada era escusa para hacer un receso en este insigne pueblo. Así
tras cruzar todas las calles de la localidad salíamos por el otro extremo de
nuevo por la Vía Verde esta vez camino del vecino pueblo de Perales de Tajuña.
En esta Vía Verde nos cruzamos con muchísimos ciclistas,
aquello parecía el Madrid Río, gente para acá y para allá sin cesar, pero el
destino estaba claro y había que seguir adelante.
Este tramo de Vía Verde es un poco coñazo, discurre en
paralelo a la carretera y al río Tajuña, pero su trazado es como un tobogán con
repechitos cabrones que te cortan el ritmo en muchas ocasiones. Por aquí solo
recuerdo circular en una ocasión, la primera vez que fuimos a ese mítico pueblo
que estaba muyyyy lujos, Chinchón, hace mucho tiempo de eso.
El último tramo era nuevo, en aquella ocasión nos salimos de
esta ruta para ir hacia Chinchón, esta vez tocaba recorrerlo entero.
No tardamos mucho en llegar a Perales, donde si o si nos
tocaba la parada del platanito. El sitio elegido fue el parquecillo a la
entrada al casco urbano. Ya hemos parado allí otra vez.
En el parquecillo de Perales de Tajuña Foto: Marqués
En este lugar lo de siempre, platanito, barritas, fotos de
recuerdo, charla con el pelotón y con otros esforzados de la ruta, en fin todo
lo que se hace en una parada de descanso a mitad de la ruta.
Pelotón en el parquecillo de Perales de Tajuña
Fotos: Marqués
Fotos: Marqués
Por delante nos
quedaba la peor parte de la ruta, había que subir hacia el Rock in Río para
hacer la vuelta hacia casa. La ruta en esta ocasión estaba clara, la subida por
la Fuente de La Gasca.
Esta subida ya la hemos hecho unas pocas veces, aunque un
novato iba a sufrir en sus carnes esta empinada cuesta con firme asfaltado, que
facilita mucho el trascurrir de las bicis hacia arriba.
Como no podía ser menos Jokin nos dejó en la primera cuesta,
haciendo la subida en solitario. El resto subimos en pelotón compacto casi
hasta arriba, donde nos separamos mínimamente según las posibilidades de cada
uno. Cuando llegábamos arriba Jokin deshacía la carretera en nuestra busca.
Rulo y yo estábamos casi arriba, y el Profe un poco más castigado no venía muy
lejos, estaba a vista.
Hasta lo alto llegamos y la parada fue de nuevo muy breve,
se nota que andamos mejor y la recuperación es rápida y te permite no hacer
recesos de larga duración.
Hasta el Rock in Río hay que ir primero circulando por la
vía de servicio de la A-3, asfaltada también, hasta llegar a una rotonda en la
carretera que une Perales de Tajuña con la autovía y que se dirige hacia Campo
Real. Allí se cruza bajo la autovía y se gira a la derecha por la carretera que
va hacia Arganda.
Antes de cruzar de nuevo bajo la autovía para ir hacia
Arganda, nosotros dejamos esta dirección tomando un trozo de carretera que
entra hasta el Rock in Río. Un carretera ancha, sin tráfico y cómoda que hacen
circular a buena velocidad hasta llegar al aparcamiento de estas instalaciones.
No había que parar, seguir hacia delante era primordial para
llegar cuanto antes a casa. Una negociación para el camino de vuelta. Podíamos
bajar por el recorrido tradicional el que pasa por el área recreativa de la
Fuente del Valle, la que está bajo la A-3, o dirigirnos hacia la Dehesa del
Carrascal para una bajada por otro de los caminos conocidos que nos llevan
hacia la Vía Verde ya en Arganda.
Al Profe hubo que convencerle, no tenía claro cuál era la
mejor alternativa, aunque ya sabéis que cuando hay dudas se tira hacia delante
y todos siguen sin remedio.
Fotos: Marqués
Una vez en la Dehesa del Carrascal, sin tregua y con poca pausa giramos a la izquierda para hacer la bajada tradicional. Casi toda esta ruta estaba en buen estado, salvo un par de charcos de los habituales que hacían dudar por donde cruzarlos.
En uno de ellos, Rulo eligió el lado oscuro de la ruta y no tuvo más
remedio que poner pie a tierra. Jokin había boceado la opción correcta, a mi me
dio tiempo a ir por ella, pero Rulo cayó en la trampa y clavó su bici en el
barro. Hay que espabilar!!!!!!
Al poco ya estábamos en la Vía Verde, donde Jokin trató de
convencer al resto en hacer la vuelta por la subida hacia los Cerros
Concejiles. Esta vez no hubo manera, el Profe tenía claro que la vuelta era por
la Vía Verde y que estaba cubierto el cupo de subidas de la jornada. Sin mucho
que discutir los demás asentimos y todos hacia La Poveda para volver a casa.
Tras cruzar La Poveda y como Josemari había comentado en el
guasap que el puente de las Avispas estaba ya reparado, decidimos cruzar por
él. La verdad es que el puente sigue igual que hace un par de meses, no han
reparado nada más y todavía hay una zona que cruzar con cuidado porque hay un
agujero.
En el puente de las avispas
Fotos: Marqués
Fotos: Marqués
Una vez en el otro lado, Jokin y el Profe habían decidido no
regresar por la ribera del río junto a la laguna de El Campillo. A veces hay
mucho paseante y pensaron que era mejor recorrer la pista bajo los cantiles de
yeso en esa parte de la finca de El Piul para llegar hasta Rivas.
No me gusta nada esa destrozada carretera, baches y más
baches, hoyos y más hoyos, pero en fin llegar se llega pronto y fue el
siguiente tramo que recorrimos.
Una vez pasado el aparcamiento, Jokin hizo un giro a la
derecha, su ruta de vuelta suele terminar subiendo por la pista de los cortados
con un recorrido por las lomas de la zona de los cortados. El resto nos
despedimos y realizamos la vuelta por las calles de Rivas.
En pelotón contacto subimos por las calles de siempre. La
prueba de Duatlon estaba acabando y la parte alta ya estaba despejada. En las
últimas rampas de la avenida Pilar Miró, justo antes de llegar a la zona de
tierra que rodea al Cerro del Telégrafo Jokin contactaba de nuevo por detrás.
Los cuatro juntos llegamos hasta el parquecillo cercano al
Cerro y hacíamos el final de la ruta en grupo. El Profe se iba para casa, los
demás a cumplir ritual en el Champu tras casi 70 kilómetros recorridos, 69 dijo
Rulo, ni para ti ni para mí. Nuestro cuenta kilómetros tenía una pequeña variación,
qué más da.
Al llegar al final el cielo seguía nublado aunque las nubes
dejaban más huecos por donde ver el sol. Al final Rulo se salió con la suya y
el sol nos calentó un poquito. Nos esperaba GPS con un estado impecable tanto
en bici como en la ropa. Había salido a hacer ruta pero demasiado tarde y se
fue del tirón para el Champu.
Al rato apareció Avispa, que hizo etapa en solitario porque
se le pegaron las sábanas. Tampoco iba muy manchado, eligió la Vía Verde
también para subir hasta el puente metálico en la parte alta del Vaáamono y
vuelta. Un recorrido de unos 42 kilómetros que no está nada mal, pero a algunos
el cuerpo nos pide más.
Cuando ya nos íbamos apareció Josemari. Una buena escusa
para tomarnos la última, una cañita pequeña y para casa que era hora de comer.
Nos vemos en los bares……… (Celtas Cortos dixit)