Se
convocaba la etapa con una duda en el ambiente, en la noche del sábado al
domingo se cambiaba la hora y no quedaba muy claro si dormíamos más, menos o
hacia donde lo hacía. Pero ninguno se equivocó en absoluto y ahí como
clavos, es un decir, a las 9 de la mañana en horario cambiado, para salir en
busca de nuevas rutas. Habíamos podido dormir una hora más, los que lo
hicieran.
La
mañana fresca pero soleada, que hacía que la sensación térmica no fuera lo que
indicaba el termómetro, y sobre todo sin el viento fuerte de la tarde anterior.
En la espera un bando de Grullas en migración (toque ornitológico) vino a
despedirnos, cruzando en su viaje hacia tierras extremeñas por lo alto de
nuestras casas.
Bando de Grullas en migración
Foto Marqués
La
ruta no estaba pactada con antelación aunque si hubo propuestas a lo largo
de la semana, que, por lo que parece no fueron del gusto de la mayoría y por
tanto no se llevaron a cabo, un desfile militar iba a relizarse en las calles de Mejorada del Campo y Avispa había propuesto que la ruta pasara por dicha población. La verdad es que fue apoyado solo por el Sargento. Jokin que se ha convertido en el líder espiritual a falta del guía, eligió rápidamente por donde
íbamos a circular, aun no teniendo él muy claro si íbamos a saber encontrar toda
la ruta. Aun así, salimos adelante.
La
bajada esta vez esquivó el Cerro del Telégrafo por su izquierda, por la pista
que nos lleva desde el parque hasta la avd. Pilar Miró, para desde allí bajar al
pueblo, llegar a la laguna de El Campillo y seguir por la carretera de
Chinchón.
Como
podéis imaginar, la subida continuó por el Vaáamono, donde el grupo se estiró un
tanto, sobre todo por un par de dos que hablando perdieron un poco el tiempo y
tuvieron que ser esperados en la parte más alta de dicho camino. Allí donde nos
abandonaba como ocurre a menudo Antonio, con el cupo cumplido, no sin antes
hacernos la tradicional foto de pelotón de la jornada, un clásico que no debemos
perder.
Pelotón de la jornada
Foto: Marqués
La
ruta continuaba cruzando bajo el puente metálica de vía verde, para adentrarnos
en el mar de olivos que nos conducía a las canteras situadas en la parte alta de
Morata. Allí sobrevino la primera discusión, que como no vendría de la mano de
un cazador, o mejor dicho un escopetero, que disparó a un par de metros del
camino y encima nos saludo diciendo que no debíamos estar allí, que el carril
bici estaba para nosotros. Cosa que me encendió un tanto, como otras tantas
veces, y no pude más que recordarle que el campo es de todos y no debía disparar
a esa distancia del camino.
Nos
juntamos de nuevo, tras esquivar las canteras en el camino que baja directo
hasta Morata, ese tan empinado que cuando subimos hay un paisano que nos
recuerda que aún queda lo más duro. En él se bajó sin tregua, incluso con algún
derrape del Sargento, que aprovecho para comentar fue al suelo en la anterior
etapa cuando entrábamos en la casa de Gózquez . No me enteré, porque raramente
yo encabezaba el pelotón y esto ocurrió por detrás.
Al
llegar a Morata, segunda parte de las discusiones. Se estaba celebrando una
carrera por las calles del pueblo y a más de uno le molestó que lo cruzáramos
aun en momentos en que nadie corría por la calle. Nos catalogaron a más de uno
como sinvergüenza, mejor dicho que no teníamos vergüenza. Cosa poco entendible
cuando en ningún momento molestamos a ningún corredor, ni intención de
hacerlo.
La carrera en Morata de Tajuña
Foto: Marqués
Una
vez cruzada la calle por donde discurría la carrera, continuamos por una de las
calles, hasta toparnos de nuevo con la carrera, y además, esta vez impidiéndonos
coger el camino que nos llevaba hasta la vega del río Tajuña en dirección hacia
Titulcia. No hubo más remedio que circular por la carretera, porque incluso no
encontramos ningún camino que uniera ésta con la vega del río. Por la carretera
llegamos hasta el cruce con la carretera de Chinchón, allí donde está la
Alcoholera de Chinchón, y de allí continuando por la carretera que lleva hasta
Titulcia.
Alcoholera de Chinchón
Foto: Marqués
A
una cierta altura, y sin dudarlo, la serpiente multicolor del pelotón giró a la
derecha, lugar donde empieza la subida por la Urbanización Valgrande, eso si por
su parte menos dura. Las zonas hormigonadas y las pistas con muy buen firme,
ayudan en la subida.
Foto: Marqués
Arriba,
en el parque de la urbanización en lo que llaman Club de Campo, nos juntamos
todos para reponer fuerzas, comer un poco, reírnos y comentar los lances de la
etapa. Un poco más tarde llegaba Clavi, que aunque no cerraba el grupo era
novato de la zona y se perdió en el último momento. Una llamadita del Sargento y
unas pedaladas de Jokin en su busca bastaron para juntarnos a
todos.
Unas risas en Valgrande
Fotos: Marqués
Era
el último lugar donde estaría el pelotón compacto, pues la parte delantera tiró
sin descanso y por detrás quedamos un par sin poder contactar de nuevo con los
de delante. Por la pista de la vía pecuaria llegamos hasta la cementera, los de
delante la rodearon por la derecha usando la vía pecuaria y los de detrás por la
izquierda por caminos y calles de la urbanización, para llegar hasta el
Vaáamono. Camino por el que bajamos, para alcanzar Rivas circulando por la
carretera de Chinchón. Qué os voy a contar que no sepais.
Al
final, tras cincuenta y tantos kilómetros recorridos nos juntamos al descanso
del guerrero final en el Camelot, donde nos aprovisionaron de cerecitas, tapas e
incluso un platito de paella, para dar por cumplida la etapa como es de
rigor.