28 de octubre de 2012, desfilando por los caminos a Morata de Tajuña

Se convocaba la etapa con una duda en el ambiente, en la noche del sábado al domingo se cambiaba la hora y no quedaba muy claro si dormíamos más, menos o hacia donde lo hacía. Pero ninguno se equivocó en absoluto y ahí como clavos, es un decir, a las 9 de la mañana en horario cambiado, para salir en busca de nuevas rutas. Habíamos podido dormir una hora más, los que lo hicieran.

La mañana fresca pero soleada, que hacía que la sensación térmica no fuera lo que indicaba el termómetro, y sobre todo sin el viento fuerte de la tarde anterior. En la espera un bando de Grullas en migración (toque ornitológico) vino a despedirnos, cruzando en su viaje hacia tierras extremeñas por lo alto de nuestras casas.

Bando de Grullas en migración
Foto Marqués


La ruta no estaba pactada con antelación aunque si hubo propuestas a lo largo de la semana, que, por lo que parece no fueron del gusto de la mayoría y por tanto no se llevaron a cabo, un desfile militar iba a relizarse en las calles de Mejorada del Campo y Avispa había propuesto que la ruta pasara por dicha población. La verdad es que fue apoyado solo por el Sargento. Jokin que se ha convertido en el líder espiritual a falta del guía, eligió rápidamente por donde íbamos a circular, aun no teniendo él muy claro si íbamos a saber encontrar toda la ruta. Aun así, salimos adelante.

La bajada esta vez esquivó el Cerro del Telégrafo por su izquierda, por la pista que nos lleva desde el parque hasta la avd. Pilar Miró, para desde allí bajar al pueblo, llegar a la laguna de El Campillo y seguir por la carretera de Chinchón.

Como podéis imaginar, la subida continuó por el Vaáamono, donde el grupo se estiró un tanto, sobre todo por un par de dos que hablando perdieron un poco el tiempo y tuvieron que ser esperados en la parte más alta de dicho camino. Allí donde nos abandonaba como ocurre a menudo Antonio, con el cupo cumplido, no sin antes hacernos la tradicional foto de pelotón de la jornada, un clásico que no debemos perder.

Pelotón de la jornada
Foto: Marqués


La ruta continuaba cruzando bajo el puente metálica de vía verde, para adentrarnos en el mar de olivos que nos conducía a las canteras situadas en la parte alta de Morata. Allí sobrevino la primera discusión, que como no vendría de la mano de un cazador, o mejor dicho un escopetero, que disparó a un par de metros del camino y encima nos saludo diciendo que no debíamos estar allí, que el carril bici estaba para nosotros. Cosa que me encendió un tanto, como otras tantas veces, y no pude más que recordarle que el campo es de todos y no debía disparar a esa distancia del camino.

Nos juntamos de nuevo, tras esquivar las canteras en el camino que baja directo hasta Morata, ese tan empinado que cuando subimos hay un paisano que nos recuerda que aún queda lo más duro. En él se bajó sin tregua, incluso con algún derrape del Sargento, que aprovecho para comentar fue al suelo en la anterior etapa cuando entrábamos en la casa de Gózquez . No me enteré, porque raramente yo encabezaba el pelotón y esto ocurrió por detrás.

Al llegar a Morata, segunda parte de las discusiones. Se estaba celebrando una carrera por las calles del pueblo y a más de uno le molestó que lo cruzáramos aun en momentos en que nadie corría por la calle. Nos catalogaron a más de uno como sinvergüenza, mejor dicho que no teníamos vergüenza. Cosa poco entendible cuando en ningún momento molestamos a ningún corredor, ni intención de hacerlo.

La carrera en Morata de Tajuña
Foto: Marqués


Una vez cruzada la calle por donde discurría la carrera, continuamos por una de las calles, hasta toparnos de nuevo con la carrera, y además, esta vez impidiéndonos coger el camino que nos llevaba hasta la vega del río Tajuña en dirección hacia Titulcia. No hubo más remedio que circular por la carretera, porque incluso no encontramos ningún camino que uniera ésta con la vega del río. Por la carretera llegamos hasta el cruce con la carretera de Chinchón, allí donde está la Alcoholera de Chinchón, y de allí continuando por la carretera que lleva hasta Titulcia.

Alcoholera de Chinchón
Foto: Marqués


A una cierta altura, y sin dudarlo, la serpiente multicolor del pelotón giró a la derecha, lugar donde empieza la subida por la Urbanización Valgrande, eso si por su parte menos dura. Las zonas hormigonadas y las pistas con muy buen firme, ayudan en la subida.
 
La entrada a la urbanización Valgrande
Foto: Marqués

Arriba, en el parque de la urbanización en lo que llaman Club de Campo, nos juntamos todos para reponer fuerzas, comer un poco, reírnos y comentar los lances de la etapa. Un poco más tarde llegaba Clavi, que aunque no cerraba el grupo era novato de la zona y se perdió en el último momento. Una llamadita del Sargento y unas pedaladas de Jokin en su busca bastaron para juntarnos a todos.

Unas risas en Valgrande
Fotos: Marqués


Era el último lugar donde estaría el pelotón compacto, pues la parte delantera tiró sin descanso y por detrás quedamos un par sin poder contactar de nuevo con los de delante. Por la pista de la vía pecuaria llegamos hasta la cementera, los de delante la rodearon por la derecha usando la vía pecuaria y los de detrás por la izquierda por caminos y calles de la urbanización, para llegar hasta el Vaáamono. Camino por el que bajamos, para alcanzar Rivas circulando por la carretera de Chinchón. Qué os voy a contar que no sepais.
 
Al final, tras cincuenta y tantos kilómetros recorridos nos juntamos al descanso del guerrero final en el Camelot, donde nos aprovisionaron de cerecitas, tapas e incluso un platito de paella, para dar por cumplida la etapa como es de rigor.

21 de octubre de 2012, nos pilló la lluvia viniendo del vertedero de Pinto

Se convocaba la etapa a la hora de costumbre, con la idea de que las lluvias caídas el día anterior podían haber dejado los caminos dificultados para la circulación. Pero eso qué más da, siempre hay rutas donde el agua hace menos daño y se puede hacer ruta con pocas dificultades.
De nuevo dudas a la salida, pero Jokin como líder espiritual me propuso hacer una etapa que le había comentado días antes, llevar al grupo hasta las cercanías del vertedero de Pinto, lugar donde suelo ir a ver gaviotas frecuentemente.
El frío no era la nota dominante, ni mucho menos, aunque más de uno y más de dos llevaban ya sus mallas largas hasta los tobillos. Libraremos a Calzas, que como de costumbre siempre lleva esa equipación. ¡Cuánto miedo compañeros!, las piernas al aire se pueden llevar unos días más.

La salida directa rodeando el Cerro del Telégrafo, aunque esta vez por su parte izquierda por la gran pista ancha que nos lleva directamente a la avd. Pilar Miró. Se notaba miedo al barro en el subconsciente.
Una vez llegados al pueblo, tocaba la carretera que se dirige al centro de Protección Civil, para desde allí cruzar el puente del río Manzanares, en Casa Eulogio. Una vez cruzado el puente y la barrera que corta el paso a vehículos no autorizados, el camino como bien sabéis gira a la izquierda para bordear los cantiles de yeso de la Marañosa en dirección al desprendimiento, en la junta de los ríos Jarama y Manzanares.

Pelotón de la jornada
Foto: Marqués

El barro por toda esa zona era casi inexistente y el suelo un poquitín húmedo, sin duda despejaba de nuestras cabezas la idea de una etapa embarrada y pringosa.
Nos juntamos para cruzar dicho desprendimiento, para provocar una espantada general que separó al pelotón en dos o seguramente en más, hasta juntarnos de nuevo junto a la carretera de San Martín de la Vega. Lugar donde tantas y tantas veces hemos dado la vuelta.

Un ratín para refrigerios, para reposar y para despedirnos de Antonio y de Calzas, que se daban la vuelta y regresaban a casa, desandando lo andado. Los demás cruzamos la carretera y nos adentramos en la finca de la Casa Gózquez.
Por un camino ya conocido de algunas etapas, continuó nuestra ruta, solo interrumpida por una furgoneta con un tipo con una canana repleta de cartuchos de caza que nos avisaba amablemente de que estaban cazando en la finca y que tuviéramos cuidado con los disparos. La verdad es que quería que nos diéramos la vuelta, pero continuamos hacia delante sin oir ningún disparo y sin ver a ningún cazador por aquella zona, cosa que no ocurriría más adelante, en otras zonas ya en el Parque del Sureste.

La idea era bordear todo el pinar del Monte de Gózquez, siempre dejando los pinos a nuestra derecha, circulando siempre por una ancha pista con campos arados a nuestra izquierda.

Rodeando el Monte de Casa Gózquez
Fotos: Marqués

Todo esto hasta pasar junto al vertedero de Pinto, alejados de las zonas de vertidos y solo viendo una nube de gaviotas sobrevolando sus zonas de alimentación.
Poco después, la única cuesta de la etapa, corta y empinada, donde alguno tuvo que poner pie a tierra en breves instantes.


La única cuesta de la jornada
Foto: Marqués
 
Desde arriba buenas vistas de Madrid, con el Cerro de los Ángeles delante de la gran ciudad.


El vertedero de Pinto y el Cerro de los Ángeles
Fotos: Marqués

La reunificación siguiente, junto a la carretera de San Martín, para continuar con una vertiginosa bajada por el carril bici adjunto a dicha carretera, para juntarnos de nuevo y como última vez nada más cruzarla y al inicio del camino que nos llevaba de vuelta hacía Rivas, por territorio del término municipal de Getafe, muy cerca de Perales del Río. Hace mucho que no íbamos por aquellos lares.
La última reunificación
Foto: Marqués

El dichoso camino de vuelta, está como siempre, lleno de un bacheado constante que hace temblar las bicis y que a algunos no nos gusta nada. Eso sí, sin nada de barro por ningún lado.

Los de atrás
Foto: Marqués

Pero poco después, ya recorriendo la ancha pista, empezaba a lloviznar. De forma insignificante al principio, un poco más cada vez, nunca de forma abundante pero con seguridad es lo que se llama coloquialmente “Chirimiri” o “calabobos”.
La lluvia ya no nos dejó en el resto de la etapa, incluso algo más fuerte por las calles de Rivas, llenas de charcos. Llegando a nuestras casas, después de casi 60 km, literalmente “como una sopa”.

Fui al Camelot y estaba cerrado, tenía un mensaje en el móvil de Josemari, donde me advertía de la fatalidad, y no hubo final feliz, pues cada uno se tuvo que ir a su casa sin las cerecitas de rigor, es decir, fatal. No nos dejan de sorprender en este garito, lástima de un lugar cercano mejor.

Naturaleza de Rivas: Una oruga en el jardín de Trancas

El sábado por la tarde en una visita al jardín de nuestro compañero de fatigas Paco Trancas, me enseñó una oruga que tenía en su jardín.
 
Acabó en mi jardín donde le hice unas fotos y la solté entre la hojarasca de las plantas. Espero que se llegue a convertir en una linda mariposa nocturna, tal y como debe ser. 
 
Aquí os dejo unas fotos de la oruga, que es rara y muy chula, al menos eso pienso. Su tamaño muy grande, unos 10-12 cm, ocupaba toda la palma de mi mano.

Su nombre, Esfinge de la muerte o de la calavera, Acherontia atropos.




Además, como tenía yo una foto de la mariposa hecha en Enguera, Valencia, esta primavera, aquí va también.

 

A esta mariposa la usaron en el cartel de la pelicula "El Silencio de los Corderos", de Jodie Foster y Anthony Hopkins. ¿La recordais?

 
Una prueba más de que vivimos junto a la naturaleza, o quizás un poco dentro de ella.
 

14 de octubre de 2012, una etapa por los montes de Arganda

Como no podía ser menos, el domingo por la mañana tras la convocatoria hecha el sábado, tenía lugar la reunión de los Nenazas dispuestos a tomar parte en la etapa.
 
A la cita acudieron 8 avezados pedaleros, no está mal aunque los números podrían ser más altos. Ánimo al resto.

A falta del guía habitual, la dirección hacia donde ir era una duda antes de la partida. Aunque en un alarde de rapidez mental, Jokin eligió la ruta que después completaríamos.

El inicio hacia el pueblo por el Cerro del Telégrafo, o sea, lo habitual en las salidas hacia esa zona. Sin tregua y por la avenida Pilar Miró, llegamos hasta el pueblo, la laguna del Campillo y como no, la carretera de Chinchón.

Como podeis imaginar, la ruta continuaba por el camino Vaáamono, también de los más habituales en nuestras salidas. Pero como el encargado de la etapa era el Holandés, la etapa no subiría hasta arriba sino que giró para subir las empinadas cuestas de los Cerros Concejiles. ¡Como le gusta ese camino a Jokin!

Ahí se desmembró el grupo en dos partes, aunque para decir la verdad los de atrás llegamos juntos hasta el punto de encuentro gracias o a causa de una furgoneta que impedía el discurrir de algunos de los que iban enmedio.

Nos juntamos al llegar a la Vía Verde, donde se hizo la foto de pelotón al completo y donde Antonio y Rulo se daban la vuelta para casa. Antonio por haber cumplido su cupo y Rulo aquejado de un fuerte dolor de codo. Ese paddel no puede ser bueno. Esperemos te hayas recuperado.
 
Pelotón al completo
Foto: Josemari

La etapa continuaba subiendo por los caminos repletos de encinas y quejigos del monte argandeño para hacer la parada del platanito en el Parque de la Dehesa del Carrascal. Para reponer fuerzas, como es de rigor y continuar la etapa un poco más relajados.

En el parque de la Dehesa del Carrascal
Foto: Josemari

Lo siguiente era seguir la ruta hacia el Rock in Rio, ya por caminos más suaves y poco empinados. Continuando hacia las canteras de Morata y con la reunión en lo alto del Vaáamono.

De allí tocaba bajar, pero para evitar las pasadas de los más rápidos, el gavilán y Josemari fueron obligados a salir en cabeza. De poco sirvió pues ambos con ganas de juerga, se escondieron tras unas encinas y se dedicaron a ir adelantando de nuevo al grupo.
 
Del resto poco que contaros, pues me descolgué del pelotón y terminé mi recorrido de 56 kilómetros en solitario. Que le vamos a hacer.

El final en el Camelot, donde nos juntamos 4 de los ruteros, aunque el Gavilán que llegó ya aseado y limpito en compañía de su hijo Diego también se unió al grupo, para dar buena cuenta de las cerecitas de rigor.
 
En el Camelot
Foto: Josemari

7 de octubre de 2012, a Campo Real sin gallos en el pelotón

Una nueva etapa se convocaba para la mañana del domingo 7 de septiembre a las 9:00 h, aunque desafortunadamente con poco éxito de asistentes. A la cita solo se presentaron 4 Nenazas, atónitos de ver un pelotón tan escaso aunque todos con ganas de pedalear por nuestros campos un domingo más.

Sin nada previsto con anterioridad, con un rápido consenso, se decidió ir hacia Campo Real, localidad a la que no se habían dirigido nuestras rutas desde aquella jornada del "botillo pata negra", que recordareis alguno, al menos yo si.

La salida, rodeando el Cerro del Telégrafo, hacia el pueblo sin demora. Una vez en la laguna de El Campillo, y con la noticia que nos anticipaba Clavi en la tarde del sábado, de que habían arado los sembrados situados entre dicha laguna y el puente de las avispas. Por lo que decidimos ir hacia este puente por la carretera que entra a la Finca de El Piul, justo por el otro lado de la laguna.

Es de matizar que nuestro compañero Clavi, debió darse con los huesos en el suelo, al usar esta ruta el sábado por la tarde. Por guasap nos envió una foto con su pierna mal herida después del siniestro.

Imágenes del pelotón junto al puente de las avispas
Fotos: Marqués

Una vez cruzado el puente, nos dirigimos hacia el azud del Jarama, situado aguas arriba de este puente, usando la nueva senda que evita parte de los obstáculos que puso hace fechas el dueño de los terrenos por los que antes pasábamos. Este camino pasa más cerca del rio y nos lleva directamente al azud.

Antonio esquivando la valla cercana al azud del Jarama
Foto: Marqués

Una vez cruzado el puentecillo del azud, la ruta que ya conocéis todos junto al rio, para desviarnos para cruzar la carretera hacia la R-III cerca de Arganda.

Todos juntos pasamos por el campo de entrenamiento de perros, y giramos a la izquierda para ir hacia el puente que cruza sobre la citada radial. Y allí y subiendo levemente entre olivares, hasta la carretera de Arganda a Loeches. Ya la conocéis todos.

Allí nos dejó Antonio, que iniciaba su regreso hacia casa, dejando al trio restante dispuesto a subir por el camino empedrado que nos lleva hasta Campo Real, para hacer la parada del platanito en el parque del lavadero de dicho pueblo. Lugar también conocido por el pelotón.

Un rato de relax, para reponer fuerzas, para comer algo y para hacer unas instantáneas del momento. Como siempre.


Fotos de estudio en el lavadero de Campo Real
Fotos: Marqués

Tras subir hasta el casco urbano de Campo Real, esta vez sin pasar por la plaza del pueblo, usando la carretera que sube desde una rotonda cercana a Arganda. Que contar que no sepáis.

Así llegamos hasta el camino de bajada donde sin tregua nos tiramos para camino de Arganda. La verdad es que unos bajan mejor que otros pero es de destacar que cuanto peor se ponen los caminos cuesta abajo, es donde mejor se siente Josemari, que es líder esquivando piedras y dificultades varias para llegar abajo el primero, casi siempre. Cuidado amigo, a veces da hasta miedo verte bajar.

Dichosa cuestecita, donde no se me iba de la cabeza el tropezón cuando el incidente del ya comentado botillo pata negra, que esta vez pasamos sin incidentes a pesar de la cantidad de piedras sueltas que nos encontramos en él cada vez.

Después de la bajada desde campo Real
Foto: Marqués

Para abajo seguimos hasta pasar junto a la urbanización argandeña de Los Villares y así desandar poco después lo andado por la mañana hacia el rio Jarama.

Una vez junto al rio, decidimos subir aguas arriba para retornar camino de Rivas a través de los campos de Velilla de San Antonio junto a las múltiples lagunas del entorno de dicha localidad, para juntarnos de nuevo en la puerta de los Viveros Don Pedro.

El resto que quedaba, es decir la carretera hasta la rotonda de la 3M y la subida del Cristo, se realizó con dos por delante y el que escribe por detrás, para culminar los 55 km de la etapa. Una etaqpa que no acabó en el Camelot, donde acudí al terminar y allí no había nadie. No era el día.

En un determinado momento de la ruta el Profe nos recordo que estábamos en una etapa sin gallos tirando del pelotón, pero aun así a algunos al final nos sigue siendo dura una etapa de este calibre. Aunque al tran tran y lento pero seguro, todos llegamos a casa.

Un saludo a todos y esperemos que el pelotón sea más numeroso en futuras etapas dominicales.

30 de septiembre de 2012, una etapa revuelta y sinuosa a Morata


Se retrasó la hora de convocatoria de la etapa dominical a las 9:00 h., para que los más perezosos pudieran descansar unos pocos minutos más.

Sin destino fijo partía el pelotón camino del pueblo, usando la ruta del Cerro del Telégrafo para acercarnos hasta la avenida Pilar Miró y continuar hacia abajo.

En esos lares ya se descolocó el grupo, descolgándose una parte por detrás del pelotón principal, lo que incluso llevó a una fragmentación, donde cada parte cogió una dirección, tuvo que realizarse una espera y unas llamadas telefónicas oportunas.

El pelotón principal se dirigió hacia Protección Civil y los retrasados hacia la carretera de Chinchón M-311, juntándonos de nuevo en esta carretera a las puertas de las Graveras de El Porcal.

La ruta continuó hacia el Vaáamono sin pausa, con una subida de las de siempre que hace separarse al pelotón, pero al final nos une a todos junto a la vía verde.

Tras una foto de rigor con el pelotón al completo, Antonio y Clavi nos dejaron, retornaban a casa para estar pronto junto a los suyos.

Pelotón de la jornada 
Foto: Marqués

Sin abordar la vía verde, siguió la ruta hacia arriba camino de la cementera, junto a la gasolinera de la carretera de Chinchón, donde dos miembros más del pelotón iniciaron su regreso a casa, bajando por dicha carretera en dirección al Puente de Arganda y hacia Rivas sin más miramientos.


A estas alturas, nuestro guía habitual ya había retomado las riendas de la expedición, algo despistada hasta ese momento, y serpenteando entre los olivares que circundan la cementera nos dirigimos, los pocos que quedamos,  a la cañada que en alguna ocasión hemos recorrido camino de Titulcia. 

Poco tiempo seguimos ese camino, ya que en una de sus primeras bifurcaciones, GPS giraba a la izquierda y nos dirigía hacia los exclusivos chaletes de Valgrande.   Eso sí, para alegría de casi todos, la subida no fue la habitual.  De hecho no hubo subida alguna digna de mención, hasta ese momento, y ya en Valgrande hicimos la paradita de rigor para comer el platanito o similar. 

Alguno de los Nenazas aprovechó el momento para recordar su infancia, montando en los columpios  que allí hay, demostrando la calidad y robustez de los mismos, como quedó plasmado en alguna foto de ese día.

Fotos: Josemari

Fotos: Holandés

En fin, que había que volver, y de nuevo GPS, ejerciendo de líder, nos arrastró hasta Morata con el señuelo de las famosas palmeritas de chocolate de ese pueblo. Tampoco tuvo que insistir mucho, a decir verdad.   

Bajamos de Valgrande por otro de sus accesos, algo más largo que la famosa subida que hemos hecho en varias ocasiones, y bautizada por muchos como Valsuputamadre. Queda pendiente para otro día la subida por ese camino por el que hoy bajábamos.

El caso es que, rodando entre maizales secos, llegamos en pocos kilómetros a la parte más baja de Morata. Allí repusimos fuerzas, otra vez, con las famosas palmeras cubiertas de chocolate y empezamos la vuelta definitiva a casa.

La duda entonces surgió entre coger la vía verde o girar en una de las calles de Morata para encarar una subida muy seria camino de la cantera donde nuestro Trancas dio con sus huesos en el suelo. A decir de algunos, el camino ya se había hecho tanto de bajada como de subida, aunque el que narra sólo lo recuerda de bajada.   

Y allá que nos fuimos, la cuesta de las buenas, primero de asfalto con un desnivel del copón bendito y luego algo más llevadera aunque bastante larga. En la última casa el viejo de siempre, que al pasar por la verja de su jardín siempre nos recuerda: “Pues aun os queda lo peor”.

El mini pelotón se estiró como una goma pero llegó arriba entero, aunque costó recuperar el habla.  A partir de allí, el ritmo fue fuerte hasta llegar al puente bajo la vía verde y que conecta con el Váaamono. Este terreno conocido como pocos, no admite prisioneros y a ritmo envenenado se llegó a la carretera de Chinchón.

La vuelta a casa, como siempre, dos unidades por delante y tres por detrás, subiendo al ritmo que los kilómetros realizados, los tirones y los calambres permitían.

Al final, en el Camelot sólo cuatro de los Nenazas que iniciaron la etapa cumplieron con el importante proceso de rehidratación y avituallamiento.

En fin, una etapa poblada de “nubarrones” que seguro que el viento de otoño se lleva para no volver, esperamos.