24 de marzo de 2013, la familia y uno más

El día de ayer debió ser un tanto lluvioso, no lo comprobé in situ pero por la noche cuando veníamos para casa la lluvia era abundante y molesta. Alguno que estaba trabajando de noche corroborará que se mantuvo lloviendo parte de la noche, hasta cuándo. Que lo diga si se atreve.
A la convocatoria solo acudimos casi los de siempre, los de la semana anterior y un nuevo reincorporado, el incombustible Calzas. En fin, la familia y uno más.
Las dudas no asaltaban pues no sabíamos que caminos elegir para que el barro no fuera la nota dominante de la jornada, por lo que fue Holandés el director de la etapa eligiendo la ruta por la que circularíamos durante esta mañana.
Salimos como casi siempre rodeando el Cerro del Telégrafo por el pinar, enlazando con la avd. Pilar Miró y bajando por las calles habituales que pasan por el Auiditorium Miguel Ríos.
Bajábamos por la calle del polideportivo del Parque del Sureste cuando un coche de la policía municipal subía y aparcaba en la puerta de esas instalaciones deportivas. El policía con buen humor nos dijo que había anotado nuestras matrículas para tomar acciones pertinentes, cualquier día nos cruzamos con alguno que no hará lo mismo. Holandés por lo que pudiera pasar se adelantó a los demás huyendo de la quema.
Una vez en la laguna de El Campillo y huyendo del barro, en vez de ir por el camino habitual entre el río Jarama y la laguna, decidimos ir por la carretera medio asfaltada que entra a la finca de El Piul, la que va por debajo de los cortados de esa zona, para cruzar la puerta de la finca y llegar hasta el puente de las avispas sin mancharnos para nada.
 
  Los campos de la finca de El Piul
Foto: Marqués

 
Cruzamos el puente, como tantas y tantas veces, a patita que solo los machotes lo cruzan montados y de esos hay poquitos.
 
  Después de cruzar el puente
Foto: Marqués



Una vez en La Poveda, cogimos la vía verde hacia arriba, girando por el polígono para alcanzar el Hospital del Sureste de la forma más directa, cómoda y rápida.
Seguimos por los caminos paralelos a la vía verde, hasta llegar al que sube hacia los Cerros Concejiles, donde cogiendo las empinadas cuestas hacia arriba estiramos al pelotón.
 





Llegando a lo alto de los Cerros Concejiles
Fotos: Holandés
 
Una vez en lo alto una parada de reagrupamiento en zona resguardada. Mucho tiempo esperamos y después de que Holandés fuera en busca de Jamones, la llamada de éste nos advertía que había errado en el camino elegido y que ya iba de vuelta para casa, por lo que no volveríamos a verle. esta vez no hubo foto de pelotón al completo.
 
  Celebrando el domingo de ramos con la rama de olivo
Foto: Marqués

Hacia delante seguimos los cuatro restantes para bajar los Cerros Concejiles en dirección contraria a la que normalmente lo hacemos para llegar hasta el Vaáamono.
Una vez allí, de nuevo para arriba por nuestro camino emblemático, subiendo a buen paso y esquivando de nuevo las dos surgencias a modo de charcos que no desaparecen mientras llueve.
En lo alto del Vaáamono hicimos un nueva espera, esta vez el más rezagado era Calzas, pagando su periodo de inactividad. Allí tocaba decidir por donde seguir, y la decisión fue cruzar bajo el puente de chapa de la vía verde y continuar por la senda de Piolín para rodear las canteras de Morata y acercarnos a esta bella urbe.
Nos volvimos a juntar en lo alto del camino que baja del tirón hasta Morata, el del viejo que cuando lo subimos siempre nos avisa que aún queda lo peor. Esta vez no estaba en la puerta de la casa y además como íbamos hacia abajo, no podría dedicarnos demasiadas atenciones.
Una vez en Morata directos a la pastelería, había que hacer una degustación de palmeritas de chocolate ya que Calzas no las había catado aun. Las devoramos junto a una fuente cerca del ayuntamiento, puesto que la plaza estaba un tanto cambiada. Las procesiones de Semana Santa habían hecho modificar toda la zona para colocar gradas y demás zarandajas para que los paisanos puedan ver mejor  los desfiles patrios. Gracias Profe por tu invitación.
 

Degustación de palmeritas en Morata de Tajuña
Foto: Marqués

Diez minutos estuvimos aproximadamente degustando los preciados tesoros negros, la verdad es que saben a gloria. Y rápidamente tocaba de nuevo seguir la ruta, pues nos quedaba la vuelta a casa.
Esta vez elegimos la vía verde como ruta más cómoda para volver. En las primeras rampas Holandés nos perdió de vista y Calzas cantaba una canción que me recordó a mi más tierna infancia: CHOCOLATE, MOLINILLO, CORRE CORRE, QUE TE PILLO. No puedo poner la música, aunque supongo que la mayoría cantará la tonadilla cuando lea estas frases, muy propia para momentos de pedaleo después de atizarnos las palmeritas de rico chocolate y ascender a piñón hacia la cementera.
El viento de poniente se notaba en algunos tramos por las curvas de la subida de esta pista que pasa junto a la cementera, molestaba un tanto, pero no es razón para quedarse en casita acobardado.


De nuevo nos juntamos en lo alto del Vaáamono, con un pelotón estirado que llegó en cuenta gotas. El orden de llegada os lo imagináis, que algo hay que darle al coco, gandules.
Solo nos quedaba por delante toda la bajada de éste camino, después la carretera de Chinchón, para llegar hasta el pueblo de Rivas, donde volvimos a perder por delante a Holandés y por detrás a Calzas, pagando con creces todo el tiempo que no ha podido dedicar a este noble deporte.
Al Camelot llegamos después de unos 58 kilómetros recorrido y tras unas 3 horas de excursión. Las bicis un tanto embarradas, aunque no demasiado para la que podía haber sido. Degustamos de nuevo un par de cerecitas agaseosadas y para casa, que también los nuestros necesitan de nuestra presencia.
Nada más, que sois unos cansinos, que por mucho que os diga no cambiáis, que a Fernandito Alonso se le jodió el morro del carro y no disfrutasteis de su carrera, y que el fin de semana que viene imagino que menos gente podrá salir. Alguno tendrá unas merecidas vacaciones y en ese caso si servirá de excusa.
Adiós moruchos.

17 de marzo de 2013, el regreso de un grande


De nuevo el parte meteorológico anunciaba lluvias para esta mañana de domingo, ya el sábado había llovido un tanto y eso fue la excusa que adujo más de uno para quedarse encamado y no acudir a la cita.

La mañana despertó sin lluvia a la hora de levantarse donde cuatro valientes decidimos salir de nuevo a intentar que las nubes no descargaran su preciado tesoro sobre nuestras cabezas y eso es lo que ocurrió a lo largo de casi toda la mañana, salvo unas finas gotitas de chirimiri que nos regaron unos minutos. Eso no era ningún tipo de excusa para quedarse en casa.
Al pelotón se reincorporaba el Profe, después de un invierno convulso, desde principios de diciembre solo había tomado la salida en dos de las etapas, pero este era el día señalado para su vuelta. Los demás tres incombustibles, los que casi nunca fallan.

En ese momento la duda era hacia dónde dirigirnos pues hacia el sur el cielo estaba negrísimo y podía ser arriesgado ir en esa dirección. Pero con un par hacia el sur nos dirigimos.

Salimos por las calles del pueblo hacia la laguna de El Campillo. Por las calles más cercanas al casco antiguo el agua en el suelo era abundante, alguna nube había descargado en esa zona poco antes de nuestro paso, muchos charcos evidenciaban lo ocurrido durante la noche.

Una vez en la laguna, la decisión fue seguir adelante por nuestro camino más habitual, el tramo de la carretera de Chinchón y el Vaáamono, camino que no se embarra por mucho que llueva, donde solo se ve agua en los dos charcos  que a modo de surgencias, mantienen agua durante mucho tiempo. Durante la subida las comentadas gotas que no llegaban ni a mojarnos, aunque en nuestras cabezas planeaba la sombra de que podría ser peor lo que nos quedaba por delante y caerse el cielo sobre nuestras cabezas.

Hasta arriba llegó el pelotón con los cuatro ciclistas de forma independiente, incluso Holandés hizo una incursión hacia abajo en busca del más retrasado. Fue la forma de llegar arriba el primero y completar el reportaje fotográfico del resto de los compañeros, incluido Holandés.
 









Imagenes del pelotón
Fotos: Marqués


Tras la foto de pelotón, Jamones decidió que había cumplido su cupo y regresaba para casa. El Profe se puso en nuestras manos y donó su cuerpo a la ciencia, nos dejaba que le lleváramos donde nos apeteciera aunque su forma física no era la mejor por su tiempo alejado del pedal. La forma se recupera dándole caña al cuerpo.

Tras unas negociaciones decidimos ir hacia la cementera, tomar la vía pecuaria que va hacia Titulcia y bajar hacia el Jarama por Vallequillas. Una ruta un tanto larga aunque con relieve poco marcado.

Llegamos juntos hasta el camino donde nos desviamos hacia Vallequillas. Bajando el Profe era el puto amo pues iba encabezando el mini pelotón por delante de los demás, un poco más miedosos o precavidos.

La parada del platanito en el lugar habitual donde reposamos tras la subida de esta empinada cuesta. Allí la falta de viento y el sol que nos calentaba fue un bálsamo para recuperar fuerzas.

Los más valientes
Foto: Marqués

Solo nos quedaba el cuestorrón hacia abajo, pedregoso como pocos para llegar de nuevo al plano, junto al puente que cruza el río Jarama en las cercanías de San Martín de la Vega. Hasta ahí llegó de nuevo por delante el Profe, seguido muy de cerca por Holandés y el que escribe cerrando el grupo a unos metros.

Recorrimos toda la vega del Jarama de vuelta hacia Rivas por los caminos habituales sin hacerlo por la pista asfaltada que va hacia la Presa del Rey, eligiendo como camino hacia dicha presa el anexo al canal de riego que sale de ella.

Tras cruzar una cadenaaa
Foto: Marqués
 

Al desprendimiento llegamos tras ese recorrido tan plano y suave, solo alterado por la última cuestecilla que nos lleva hasta el desprendimiento.

Desde allí a Holandés, como no podía ser menos, le perdimos de vista por delante y no nos uniríamos a él hasta llegar a la parada de la barrera de hierro en Casa Eulogio. Y a partir de ahí tampoco le volveríamos a ver hasta la llegada a nuestra meta.

En ese tramo es donde el Profe notó más su inactividad, pero a su ritmo sin cambiar su cadencia de pedalada recorrimos las calles del pueblo para llegar al Camelot después de los 56 kilómetros de marras. Ahí queda eso.

En el Camelot tocaba celebración, a ella acudieron GPS y el anfitrión Avispa, que celebraba su cumpleaños con nosotros. Unas cuantas cerecitas, unas ricas viandas y sobre todo buena compañía para que esta fecha tan señalada no pasara como un día más. Felicidades compañero, que gran año en el que naciste, que buena cosecha la del 65.

GPS buscando nuevas rutas

La semana pasada, nuestro compañero de fatigas GPS, estuvo buscando caminos para hacer nuevas y excitantes rutas para variar las etapas ya tan conocidas.
 
En este caso se fue hasta Perales de Tajuña a recorrer una pista empinada, pero muy empinada en la margen contraria del rio Tajuña.
 
Nos deja unas instantáneas de la zona y de como quedó su montura tras pasar una zona un tanto pringosa.

Gracias RAFA












Fotos: GPS

10 de marzo de 2013, Avispa contra las 29er


En las días previos a la jornada del domingo llegaban malas noticias sobre la meteorología que iba a dificultar o incluso impedir una mañana más nuestra salida por los caminos del Sureste.

Había llovido en cantidades industriales durante toda la semana, lo que seguro es un duro impedimento para la circulación por la mayoría de los caminos de nuestra zona. Pero eso ya sabéis que no es lo más importante, siempre hay rutas más favorables incluso cuando la lluvia ha dejado su rastro a modo de barro.

A la cita acudimos solo 3 de los más valientes, es verdad que a algunos la enfermedad les ha hecho mella, pero la gran mayoría o ha perdido ese gusanillo que os reconcome a alguno y nos obliga a salir a toda costa o el miedo les hizo quedarse en la cama, calentito.

A fuerza de guasap convencimos a Avispa, que viendo que la fracción “29er group” ya estábamos dando vueltas por la calle, no pudo resistirse y se atavió con la oportuna ropa, para salir poco más tarde para unirse al grupo.

Así  la etapa daba comienzo por las calles de Rivas en dirección al pueblo y hacer la muy conocida y recurrida etapa hacia la Warner.
 
Pelotón de la jornada
Foto: Marqués


Cruzando el desprendimiento
Foto: Marqués


Poco se puede contar en una etapa con un recorrido tan conocido por el pelotón Nenaza, salvo unas cuantas anécdotas que nos ocurrieron mientras hacíamos el recorrido dominical, por ser una de las más tradicionales y socorridas tras los días de lluvia.

Sobre el barro, comentar se le crea quien se lo crea, que no fue lo dominante de la jornada, solamente era abundante en dos de los tramos, entre la curva pasada Escuela de Protección Civil y la curva que gira hacia los cortados, con el puente del Manzanares y la barrera de hierro por medio, además de el último tramo de baches llenos de charquitos poco antes de llegar a la carretera de Perales del Rio a San Martín de la Vega. No olvidéis que la pista asfaltada que une la citada carretera con la Presa del Rey es una parte importante de esta ruta y ahí el barro es imposible que aparezca.

Sobre el viento, otra de las amenazas de la jornada, decir que solo molestó en dos zonas. A la ida en la pista asfaltada donde circulábamos hacia el SW, justo de donde provenía el viento y a la vuelta nada más girar la curva del Manzanares, antes de Casa Eulogio y hasta enfilar hacia la barrera de hierro para cruzar por el puente de nuestro rio.

La primera de las anécdotas ocurrió cuando circulábamos bajo la curva de casa Eulogio bajo los cortados de yeso. Nos cruzamos con 3 ciclistas a los que preguntamos por el estado del resto del camino. Bien, bien, fue la respuesta. Pero a los 200 o 300 metros nos encontramos con un árbol caído que cortaba el paso por el camino. O el almendro había caído en ese momento o nos cruzamos con unos mentirosos empedernidos.
 

Encuentro con un árbol caído sobre el camino
Foto: Marqués

Rápido una bombillita se encendió en la cabeza de los valientes Nenazas. ¿Para qué rodearlo?, es mejor sacarlo fuera del camino, y ni corto ni perezoso nos vimos empujando el tronco de aquel árbol hasta tirarlo por la cuneta y dejar de nuevo el camino practicable para todos. Caballerosidad y buenas maneras ante todo.




La solución con el árbol caído
Fotos y video: Marqués


La siguiente anécdota cuando circulábamos por la pista asfaltada en su parte final, con el Holandés ya de vuelta para casa pues debía adelantar su regreso para realizar un viaje a su tierra natal. Un par de ciclistas que iban por delante, charlando amigablemente y a trote cochinero, se vieron adelantados por el grupo. Debieron sentirse ridículos porque rápido el sonido de sus cambios anunciaba que no iban a dejarse adelantar tan fácilmente. Un pique innecesario que les llevaría hasta la carretera de San Martín de la Vega, con el Gavilán al frente del grupo.



Panorámica de la Presa del Rey y Gaviotas sombrías en la presa
Fotos: Marqués


La vuelta a buen ritmo, en algunos momentos circulábamos a 30 km/h, e incluso llegué a ver un instante donde marcaba 45 km/h en una de las bajaditas de esa pista tan llena de sube y bajas. Aunque eso no es lo importante, lo mejor como siempre la vista de nuestros campos que ya empiezan a anunciar que la primavera está cerca.
 




Los cortados del Manzanares
Fotos: Marqués

Llegamos al Camelot a las 12:15 h., tras los 50 km recorridos, con una velocidad media de 20,4 km/h, donde degustamos cerecitas y ricas viandas durante un ratillo, esta vez acompañados de GPS y Elevator, que acudieron a saludarnos.




Ruta completa y detalle de la ruta en la zona de los cantiles yesíferos
En wikilok por Avispa  
 
Poco más que decir, la cosa no da para más, aunque no me resisto a recordaros una frase que no se me olvida nunca: “Guarros, pero valientes”.

Espero que la bicha os vuelva a picar pronto y os reincorporéis de nuevo a un pelotón que os echa de menos. Con la vuelta del buen tiempo igual algunos os reengancháis de nuevo a compartir experiencias con el pelotón Nenaza.  Ánimo a todos.
 
Y como final una curiosidad de nuestro municipio, que recojo de un blog que se llama "La Taberna de Jack", que me chivatearon y me parece interesante quede recogido también aquí.
 

Historia de Rivas-Vaciamadrid: Reproducción artística de la casa-palacio de Felipe II en Vaciamadrid. La ubicación del edificio se situaba cerca de la desembocadura del río Manzanares en el Jarama. En los cortados de la izquierda de la imagen, puede distinguirse la formación conocida como 'Espolón de Vaciamadrid'. El cuadro original se conserva en el Monasterio de El Escorial (Madrid). Foto a partir de una diapositiva de la Biblioteca Nacional.

Fuente: Blog "La Taberna de Jack" 

3 de marzo de 2013, por los campos del Este de Madrid hasta Pozuelo del Rey


Una nueva mañana en la que un grupete de colegas quedaba convocado para realizar una nueva etapa, también hubo bajas de última hora de algunos que habían comprometido su asistencia, aunque no llegaron.

Nuestro guía GPS había preparado una etapa hacia el Este, saliendo por el Cristo de Rivas, cosa que no pudo ser posible porque teníamos que recoger a Caracol, que nos esperaba en el Miguel Ríos. Así la bajada hacia el río Jarama fue cambiada para hacerla por el pueblo y recuperar el camino previsto más adelante.

Con todo ello, y tras bajar hasta la laguna de El Campillo, la rodeamos por la senda junto al rio, para cruzar más adelante por el “puente de las avispas”.
 
Cruzando el puente de las avispas
Foto: Casper

Tras cruzarlo, seguimos camino adelante junto al río para llegar hasta el azud del Jarama, camino que nos conduce río arriba en busca de la zona Este madrileña.

Llegamos hasta la carretera que une La Poveda con Velilla de San Antonio, para cruzarla y circular por una nueva ruta circulando por un camino en busca de la subida tradicional hacia Loeches.

Nos juntamos en el puente que cruza por encima la R-III, donde iniciaban la vuelta las dos primeras bajas de la jornada. Demasiado pronto creo yo, pues con solo 14 kilómetros poco se puede llegar a calentar las piernecitas. Cada uno a su ritmo pero dejo caer un mensaje, lo que dejas de hacer lo pierdes. Foto de rigor y p’arriba.
 
Pelotón de la jornada
Foto: Marqués

Continuamos los 7 que quedábamos camino de Loeches, a ritmo curioso y recuperando terreno a un grupo de machotes que nos adelantaron en el puente.

Unificación arriba, nada más entrar en las primeras calles del pueblo, para continuar cruzándolo en busca de las rampas que nos llevarían hacia Pozuelo del Rey, un camino conocido pero poco usado, al menos en esta dirección.

Pues eso, que nada más cruzar Loeches venía uno de los cuestones de la jornada, seguro que el más empinado y duro de la zona. Lo llaman la subida a "El Colombiano”, no se sabe muy bien porque, no logré encontrar explicación. Una subida muy durita, con un primer repecho para quitar el hipo, un pequeño plano y la subida definitiva para llegar hasta lo alto. Duro, muy duro.
 
Subida del Colombiano
Foto: Marqués

Una vez en el plano, o en la subida tendida para alguno, vimos que Caracol iba tocado con un desvanecimiento causado por el esfuerzo, una pájara en condiciones. Pero no cejaba en el intento y ni se rendía para seguía hacia delante con un par.

La parada del platanito la hicimos junto a la tapia del Cementerio de Pozuelo del Rey, un lugar un poco atípico para el descanso, al menos para un descanso no definitivo. Ahí repusimos fuerzas, charlamos, comimos y todas esas cosas que se hacen en las paradas de mitad de ruta.

En la tapia del cementerio de Pozuelo del Rey
Fotos: Marqués y Casper

                                                    
Marqués
Foto: Casper

                              
Escudo de Pozuelo del Rey
Foto: Marqués
 
                               
Avispa comiendo
Foto: Casper

                                     
GPS
Foto: Casper

La continuación nos llevaba hacia el Norte, en busca de esos campos casi desconocidos por el grupo y por donde GPS tuvo un rato de recalculo de ruta y búsqueda de la dirección correcta. Parece que pasaron el arado por el camino por donde teníamos que pasar y al final no hubo más remedio que cruzar sembrados en busca de la ruta correcta.

Desde ahí por un camino lleno de subidas y bajadas, llegamos a ver Villalbilla en la lejanía, un pueblo situado en lo alto, todavía más al norte de donde estábamos.

Parecía que la bajada nos iba a conducir hacia Valverde de Alcalá, localidad conocida por el pelotón en etapas de hace mucho tiempo, pero GPS tenía preparada otro recorrido en dirección hacia Torres de la Alameda. Un camino que hicimos una vez, aunque en sentido contrario desde este pueblo hacia lo alto. Una bajada trepidante y rápida para bajar hasta dicho municipio.

Poco antes de entrar en el pueblo, la curiosa anécdota de la jornada. Gavilán que iba a todas prisas por el camino, de repente se encontró con su hermano que coche teledirigido en mano iba a practicar con su vehículo justo por el camino por donde pasábamos. ¡Qué grande y pequeño es el mundo!

Desde Torres de la Alameda tocaba la vuelta, tomando el camino hacia Loeches, un camino conocido por el grupo que nos llevaba de vuelta hasta pasar por la base de la “subida del Colombiano”.

Una vez llegados a Loeches, cruzamos el casco urbano y de nuevo GPS volvió a sorprendernos. En vez de hacer la bajada tradicional hacia Velilla de San Antonio, bajamos por la carretera que une a éste pueblo con Velilla y a la altura del Colegio Montfort entramos por un camino que nos llevaría en dirección hacia Mejorada del Campo.

Un camino conocido en parte, se hizo una sola vez y en sentido contrario, que nos llevaba hacia abajo de un valle y que nos dejaba por delante una nueva subida, la penúltima del día, en dirección hacia Mejorada.

Una vez arriba, circulamos un rato junto a un tramo de autovía de peaje que se quedó en eso, un trozo de corta distancia con la zona de los peajes y poco más, no viene ni va a ninguna parte. Los que fuisteis por esa zona en la otra ocasión, lo recordareis. El despilfarro hecho realidad.

Tras la bajada entramos en Mejorada, donde el grupo se separó. Por delante la mayoría y por detrás Caracol y yo.

No volvimos a encontrarnos porque después de atravesar el pueblo, un pinchazo en mi rueda trasera nos detenía durante unos cuantos minutos. No había más remedio que desmontar la rueda y cambiar la cámara, pues un pequeño corte por el lado interno de ella impedía seguir adelante sin el cambio correspondiente.

Solo nos quedaba la última subida, esta vez sí, la del Cristo de Rivas, pues tras circular por la carretera que sube hacia Vicálvaro y una vez en la rotonda de la 3M, solo nos quedaba por delante ese recorrido por la carretera que sube hasta la ermita y que nos lleva hasta Rivas.

Y así fue que llegamos hasta el Camelot, tras unos 62 kilómetros recorridos, donde nos juntamos con el Sargento, preparado para salir el próximo domingo y degustamos las cerecitas de este establecimiento. ¿Qué mejor final?





Dos vistas de la ruta de la jornada
Por Casper