De nuevo el poder de convocatoria
del pelotón Nenaza se vio resentido. Unas veces el frío, otras el calor, otras
que si quedamos demasiado pronto, que si me duele aquí, en fin excusas todo excusas.
Por eso, nos presentamos poco más
tarde de las 8 de la mañana de este domingo cuatro valientes de esos que no se
dejan llevar por nada, ya sabéis como decía la canción de Mecano “aquí hay
gente de rancio abolengo”.
El destino no estaba nada claro y
como en otras tantas ocasiones decidió Jokin, y ya sabéis cuando decide Jokin
las etapas no son blanditas, son excitantes y para sudarlas.
Partimos bajando por el Cristo de
Rivas, en dirección a San Fernando, y nos tocaba cruzar el puente del Moco, ese
puente peatonal que nos permite cruzar el río Jarama en pos de los campos de
este de Madrid.
Puente del Moco
Foto: Marqués
Una vez cruzado elegimos seguir
junto a la vega de este río, por la senda estrecha que lo recorre aguas arriba.
Es de contar que no pudimos completar el camino porque los enormes cardos
impedían llegar hasta el final y no hubo más remedio que bajarse a la pista
principal donde los cardos no golpeaban contra nuestras piernas desnudas.
Llegamos pronto al Castillo del Soto
de la Aldovea, al barrio del Castillo y al entorno del Parque Europa, para
continuar por la vega del río Henares hasta cruzar este río por el puente ya
cercano a la base del Cerro del Viso, nuestro destino.
Poco antes de llegar al puente un
obstáculo en el camino para los desmemoriados, un árbol que cayó este año por
los suelos e impide continuar por la ruta tradicional. Yo recordaba perfectamente
cómo podía estar y poco antes me desviaba a la izquierda para esquivarlo.
Llegando al puente del río Henares
Foto: Marqués
Ya nos quedaba poco para la
subida, tras recorrer su base y llegar a la zona de los caballos. Allí de nuevo
un imprevisto, la senda que baja hasta el camino de subida al cerro ha sido
cerrado con un trozo nuevo de vallado que no te deja salir de la finca. Solo
con mirar el terreno nos dimos cuenta que por una estrecha senda a la derecha
permite que tras cruzar el vallado roto se pueda salir y llegar al camino
principal. Cosa de los propietarios celosos que al final no consiguen poner
puertas al campo.
Fotos: Marqués
La pista de subida al cerro ha
sido arreglada con maquinaria, el suelo no está tan compactado y hay menos
zanjas, lo que facilita en algunos casos el pedalear por ella y en otros, para
los más torpes, consigue que su rueda patine e incluso pierdan la pedalada para
poner pie a tierra o casi salirse del camino. No hacen falta más detalles, ya sabéis
de quien hablo ¿no?
Goteando llegamos arriba, aunque
claro con uno más rezagado que los demás, cosa de las cuestas. Y arriba tomamos
un tente en pie, nos hicimos arretrataduras, risas y demás monadas.
Pelotón de la jornada
Foto: Marqués
Fotos: Marqués
Había prisa en alguno del pelotón
o eso parecía, porque sin mucha tregua tiramos para abajo por la carretera
asfaltada por la que subían muchos ciclistas a la contra nuestra, hasta que nos
desviamos a la derecha saliéndonos de nuevo a caminos del secarral. Haciendo eses
llegamos de nuevo hasta la carretera de siempre, junto al puente que cruza
sobre la línea del AVE, allí junto a ese lugar donde una vez cayó el Profe e
hizo compota de plátano, alguno lo recordará.
Cerro del Viso desde el camino hacia Torres de la Alameda
Foto: Marqués
Cruzamos el puente y de nuevo a
la izquierda para bajar hasta la zona esa que a veces está inundada y llenita
de barro. Esta vez solo un par de charcos que no impedían circular, ni siquiera
mancharse, el verano ha llegado y a pesar de tanta lluvia primaveral todo se va
secando.
Llegamos a Torres de la Alameda,
por sus calles pasaba una carrera ciclista con bicis de carretera. Mucha gente
joven e incluso mozas que adornaban el estirado pelotón a su paso por la
localidad.
Carrera ciclista en Torres de la Alameda
Foto: Marqués
De nuevo y a instancias del
Gavilán hicimos una nueva parada de avituallamiento, esta vez en la puerta de
una tiendecica donde nos aprovisionamos de plátanos, donetes y demás dulcerías,
el calor ya empezaba a notarse y había que regresar para casa con energías.
Una dedicatoria para GPS, el pelotón junto a una Renault 5Foto: Marqués
Volando nos fuimos hacia Loeches
y bajamos hacia Velilla de San Antonio. Esta vez en compacto pelotón para
llegar hasta la M-208 junto a la localidad ribereña. En el ambiente se notaba
que había que llegar pronto hasta casa y hubo conato de tirar por lo más recto
evitando la Senda del Jabalí. Pero eso no era posible este día, con tanto calor
era más responsable circular por la orillita del río bajo los chopos y a la
sombra. Algunos obstáculos nos encontramos, a modo de caminantes, ciclistas e
incluso jinetes a caballo, pero aun así creo que la decisión fue acertada como
camino de vuelta.
Poco antes de llegar bajo la
ermita del Cristo de Rivas, nos salimos de la ruta, había temor a los cardos
que en estas épocas del año crecen y crecen complicando las rutas. De esta
manera y sin problemas llegamos hasta los Viveros Don Pedro donde solo nos
quedaba por delante la subida del Cristo de Rivas.
En la rotonda de la 3M un atasco de narices hacia
relentizar nuestra marcha, parece que preparados para el paso de ciclistas los
coches llegaban por todas partes atascando el cruce. No era problema para
nosotros que tras cruzarla entre coches parados tomábamos dirección hacia lo
alto.
Como ya sabéis que el tema de
avituallamiento final está complicado últimamente, decidimos realizar la
paradita en el bar de La Rosa, junto a la ermita del Cristo de Rivas. Elevator,
que llevaba más prisa, seguía adelante por eso nos quedamos el trío 29er solos
ante el peligro.
Unos botijitos del Mahou muy fresquitos nos
esperaban aunque para poner peros decir que en cuanto a viandas la cosa estuvo
un tanto escasa, en pocos sitios se estiran de forma adecuada.
En los instantes finales, tras un
aviso por guasap, apareció GPS para completar su etapa por los caminos más complicados
de los cortados cercanos a casa y cumplió también los honores con una cerecita,
la última que tomamos.
Por delante nos quedaba una
cuesta, que a alguno no le sentó muy bien pues raramente un miembro del pelotón
llegó descolgado por efecto de la cuesta o porque no le sentó muy bien lo
tomado. La vida es así.
La etapa concluyo con
discrepancias, mi cuentakilómetros marcaba 56 km y el de Jokin solo 48, uno de
los dos falló, ¿cuál?, no lo sé. Cada uno elija lo que le parezca más
apropiado.