Era unos de esos días que no
se olvidarán cuando pasen los años y nos pongamos a contar a nuestros nietos
ese día en el que hicimos una ruta de 120 kilómetros a Estremera.
Era un tema pactado, ideado
en un principio por el Profe y abrazado por Jokin y por el Marqués,
presuntamente los más duros del pelotón, ¿o no?
Se ideó tras la otra
mítica etapa en la que fuimos a Orusco en la etapa de los 104
kilómetros que nos metimos para el cuerpo. Pero eso había que superarlo.
Igual no era la mejor época
para la realización de esta etapa, demasiado calor haría la etapa más dura aun.
Pero estaba convocada y no podíamos echar marcha atrás.
Así habíamos sido convocados
a las 8 de la mañana para pillar un poco más a la fresquita, y allí más o menos
perjudicados por la noche acudimos unos cuantos, que no pocos Nenazas.
Además, nos acompañaban dos
compañeros del Gavilán, Óscar y Fran, avisados por éste para que se vinieran con
este insigne grupo de vecinos e hicieran ruta con los Nenazas.
En un principio tratamos de
elegir la ruta más cómoda y rápida de cruzar las lomas de Arganda para luego
caer hacia Perales de Tajuña.
Así hicimos los primeros
tramos bajando por el pueblo y tomando la carretera de Chinchón como yendo
hacia el Vaáamono para evitar el puente de las Avispas o el tramo de río donde
se preveía una afluencia importante de mosquitos y otros insectos molestos.
La verdad es que dimos una
vuelta un poco innecesaria e igual por otro sitio hubiéramos ido mejor pero
salió como salió y fue la forma de llegar hasta el Hospital de Arganda con pocas
cuestas y con pocos insectos.
Subimos un rato por la Vía
Verde, para desviarnos hacia el Rock in Río por la zona de la Fuente del Valle,
esa área recreativa situada bajo la A-3.
Allí nos abandonó GPS,
perjudicado por la noche y desmotivado para una etapa tan larga y por suelo
firme. No son estas sus rutas preferidas, ya lo sabemos.
En un rato estábamos ya en
lo alto, junto al Rock in Río donde entonces tocaba bajar hacia Perales de
Tajuña. Allí elegimos la ruta más corta y rápida para bajar, siendo la mejor
forma la carretera asfaltada que une a Perales con Campo Real.
Como bajaba el personal por
la carretera, los cuentakilómetros debieron ponerse al rojo vivo pues
alcanzaron velocidades entorno a 65 kilómetros. O a alguien dijo eso, que alguno
no pasó de 50.
En Perales la primera parada
de avituallamiento, corta y para unir al grupo, alguno más lento quedó por
detrás. Comer y beber rápido y p’adelante.
Había que ir hacia Tielmes,
el siguiente pueblo en la ruta. Esta vez fue Marqués el que erró en la elección de
ruta. Había visto en wikiloc una que iba bajo los cantiles de yeso donde está
el Risco de las Cuevas para llegar a este pueblo por la carretera. Lo malo fue
que el último tramo de una especie de Vía Verde era una estrecha senda entre
plantas que hubo que bajar casi a pié. Cosas de no conocer y probar.
Esta senda discurre por el
trazado del antiguo Ferrocarril del Tajuña, aunque en este tramo la Vía Verde
no aprovecha dicho trazado ferroviario. Permite reconocer y apreciar los
llamativos e interesantes resultados de la acción geológica, biológica y humana
de la zona. En la actualidad se conservan unas 50 cuevas repartidas en dos
grupos, separadas por un estrecho barranco en las que se encontraron materiales
de distintas épocas que están depositadas en el Museo Arqueológico Regional de
Alcalá de Henares. Fueron declaradas Monumento Nacional en 1931.
Risco de las Cuevas, Perales de Tajuña
Fotos: Marqués
Una vez en Tielmes solo cruzar
el río Tajuña y junto a éste hicimos una paradita sobre todo para el repostaje
de agua en una fuente que hay junto al puente de piedra de la localidad. Pone
no potable, que no quiere decir que no se pueda beber sino que no lleva cloro. Un
aviso para navegantes.
Después continuar por la Vía
Verde del Tajuña para no dejarla ya hasta que llegáramos hasta Estremera.
Unos cuantos kilómetros más
adelante y antes de llegar a Carabaña se separaba nuestra ruta de la Vía Verde
del Tajuña y empezaba la Vía Verde Tren de los 40 días, nuestro siguiente
recorrido.
Pensábamos que esta parte era
más o menos llana, cosa totalmente incierta. La accesión hacia Estremera es de
unos 13 kilómetros y al menos los 10 primeros son de subida, tendida en la
mayoría de los casos, pero subida al fin de al cabo.
Llegando a lo más alto antes de bajar a Estremera
Fotos: Jokin
Solo quedaban unos 3
kilómetros hacia abajo para alcanzar nuestro pueblo de destino, dejando a ambos
lados las localidades de Valderacete, primero a la derecha, y Brea de Tajo, después a la izquierda.
Entrando en Estremera
Fotos: Jokin
Llegábamos casi exhaustos pero ahí entrábamos por las calles del pueblo. En el escudo nos juntamos para
hacernos unas fotos que inmortalizaran nuestra llegada. Parecía imposible, pero
por fin estábamos en Estremera.
Entrando en Estremera, Escudo
Fotos: Marqués
El bocado y rehidratado lo
hicimos en el Mesón del Jamón, un garito manejado por dos rumanas donde menos bocadillos
de jamón debía haber de todo. Aunque parecía mentira lo único que hacían era bocatas de lomo
y de tortilla, y eso es lo que debíamos echar p'al cuerpo.
En el Mesón del Jamón
Foto: Avispa
Todos elegimos el de lomo,
salvo Avispa que se tomó y no entero, el de tortilla. Acompañando a los
bocatas, tercios de cerveza, claritas, coca colas e incluso alguno se regó con
un cafelito. Para todos los gustos.
Mientras hacíamos la
comilona una curiosa procesión con una furgoneta en la que habían atado una
figura de un santo pasó junto a nosotros. Tras la furgoneta unos cuantos
coches. Creo que el patrón de los conductores es San Cristobal y no era la
fecha de esto. ¿Qué sería?
La vuelta la hicimos en dos
grupos, con Jokin, Gavilán, Fran y Óscar por delante, esperando a ratos, y por
detrás el Profe, Avispa y Marqués, más tranquilos y sin tanta prisa.
En Tielmes volvimos a
juntarnos, pues los de delante esperaban en la fuente junto al puente de
piedra. Ya no había tanto reparo a beber de ella. El calor era cada vez mayor y
el agua es bien recibida de cualquier manera.
Camino de Perales volvimos a
hacer dos grupos, idénticos a los de antes. Pese a que Óscar había sufrido algún
calambre e iba tocado. Los calambres le repetirían más adelante.
Tocaba subir hacia el Rock
in Río y lo más lógico es subir por la pista asfaltada que pasa por la Fuente
de La Gasca. Es una subida dura, al menos para los mortales.
La subida hizo estragos, estiró al pelotón de forma que cada uno circulaba a su
ritmo, no podía ser de otra forma.
Cuando llegábamos a la
altura de la fuente volvían a esperarnos. Avispa sin pensarlo mucho pasaba de
largo, incomprensible. El Profe y Marqués recibíamos sobre nuestras cabezas el
agua de los botes de Gavilán y Jokin, a modo de las vueltas ciclistas. Por un
momento soñamos estar subiendo el Tourmalet.
Hicimos una parada para
beber agua, refrescarnos e incluso sumergir la cabeza bajo el fresco chorro de
agua del caño de la fuente que nos hizo revivir un rato.
Continuamos la marcha, ya
quedaban las últimas rampas. En lo alto nos esperaba Avispa, casi deshidratado
bajo un sol atorrante y sin entender porque no había parado a beber. Madre mía
que metedura de pata.
De ahí en adelante ya no
volvimos a ver al grupo delantero, que con más fuerzas se alejó
definitivamente. Nosotros a trote cochinero haríamos el resto de la etapa en
triplete.
Por delante desde el Rock in
Río hicieron bajada por la Dehesa del Carrascal y la tripleta trasera eligió la
bajada por el mismo camino por donde habíamos hecho el camino de subida.
Paramos en la Fuente del Valle,
donde Marqués metió los pies con zapatos incluidos en su pilón. No había otra forma de
recoger agua y así descansarían mis pies un poco mejor.
Bajada sin tregua hasta La
Poveda, donde no había ni Cristo por las calles. Luego cruzamos el puente de
las Avispas para evitar subir por la otra orilla. Avispa lo eligió así y los
otros le concedimos su deseo.
Había que oírle después
cuando cruzábamos el puente. Grito tras grito, chillido tras chillido. Y Marqués
calmándole para evitar que con el pánico que le dan empezara a mover los brazos
y las avispas nos picaran a ambos. Llegamos a la otra orilla sin problemas y sin picotazos,
como debe ser.
Nos quedaba recorrer la
orilla de la laguna de El Campillo y llegar al pueblo. El recorrido de subida
lo hicimos de nuevo a gusto de Avispa, que estaba con antojos.
Después de pasar el Miguel
Ríos continuábamos hacia delante evitando la avenida Pilar Miró, para llegar
hasta la avenida de Los Almendros que nos llevaría hasta el Chapu donde nos
esperaba el resto del pelotón.
Cuenta kilómetros de Jokin
Foto: Jokin
Ruta y perfil
En wikiloc por AVISPA
En ese momento el
cuentakilómetros de la bici de Marqués marcaba 120 kilómetros, toda una cifra que se
convertiría en 121,600 al llegar a casa tras el refrigerio con dos
cerecitas en nuestro bar de referencia.
Pues ahí queda eso, para los restos.