16 de septiembre de 2012, una etapa tranquila que no lo fue

De nuevo convocada el inicio de la etapa a las 8:30 h. aunque alguna voz ya reclama salir a las 9:00 h. Cuanto antes salgamos, antes volveremos, o quizás no.

A la cita acudimos 7 Nenazas y en principio la idea que era patente en el ambiente era volver pronto, ¿cuántas veces hemos oído esa frase? Al final, lo de siempre apurando la mañana.

Salimos sin destino fijo, aunque en la mente de GPS seguro que estaba dibujada la etapa, bien quede dicho que hubo negociaciones y el grupo decidió sobre la marcha, y la etapa fue consensuada por todos.

El inicio por el parque del Cerro del Telégrafo, rodando y rodeando dicho cerro por la gran pista que nos lleva hasta la avenida Pilar Miró. Esta vez sin recorridos sorpresa ni otras zarandajas, directos hacia el pueblo.

El grupo ligero circulaba por la carretera de Chinchón, y como no el camino Vaáamono como testigo de nuestra ruta. Esta vez sin coronar todo su recorrido, desviándonos a la derecha por el empinado pero cómodo camino de cemento que sube hacia la cementera. Se separa justo en frente de la bajada pedregosa que erróneamente hizo parte del grupo la semana anterior.

Al llegar a la zona asfaltada situada en las fincas de la zona, vino la primera y única baja del grupo. Antonio había cubierto su cupo de kilómetros y regresaba hacia casa alcanzado este punto.

Pelotón de la jornada 
Foto: Marqués

Desde allí una bajada a muerte siempre por asfalto, hasta la carretera de Chinchón, para allí circular brevemente por ella hacia abajo y subir de nuevo por un camino empinado de nuevo, por donde hace tiempo subimos  en aquella mal recordada etapa en la que Jokin dio con sus huesos y cabeza en el suelo, con aquella cadenaaaaaaa.

Pero una vez arriba no tomamos la dirección de entonces, el recorrido giró hacia la izquierda y entre olivares alcanzamos otra zona conocida, los olivares donde GPS colocó sus cartelitos en la etapa de la paella, ¿os acordais?

Siempre entre olivos y regateando caminos llegamos a la vía pecuaria que baja hacia Titulcia, donde vino la negociación principal para ver por donde realizábamos la vuelta.

Aunque alguno pretendía ir hasta Titulcia, la sensatez dominó las mentes pensantes del pelotón y finalmente la decisión fue tomar el platanito en la fuente de la urbanización Valgrande, donde recuperar fuerzas, tomar un bocado y rellenar bidones de agua que haría falta.

Los que llegamos a Valgrande 
Foto: Marqués

La rueda de la bici del Profe 
Foto: Marqués

Desde allí y una vez concluida la parada, volvimos sobre nuestros pasos hasta la vía pecuaria, ¡cuánto polvo había en ese dichoso camino! para seguir hacia Titulcia y desviarnos a la derecha para bajar hasta el puente de río Jarama en San Martín de la Vega, con el camino de Vallequillas esta vez hacia abajo, mejor que para arriba.

Cruzamos dicho puente y la dirección elegida fue el camino hacia los cortados de la Warner. Unas pistas de buen firme por las que volamos en dirección a la Presa del Rey. Digo bien, volamos, porque no hubo tregua en ningún momento, y en la que aguanté gracias a mi escudero de lujo en esta etapa, Avispa Lemond  al que encarecidamente le doy todo mi agradecimiento pues hizo que me mantuviera detrás de él lanzándome un gancho y tirando de mí hasta la presa.

En la Presa del Rey 
Foto: Marqués

Una vez en el desprendimiento, me descolgué del grupo por hacer una instantánea y por recobrar un poco el aliento, no recuperaría contacto hasta llegar a la barrera de Casa Eulogio, donde me esperaba el grupo.

En el desprendimiento 
Foto: Marqués

El resto de la etapa, cada uno la recordará de forma diferente, pues una vez llegados al pueblo por lo que sé, hubo desbandada y el grupo se disgregó por diversas calles para llegar al fin de la etapa.

Uno, a duras penas, y ayudado en cierto momento por la manguera de un tipo que limpiaba el coche en la puerta de su casa, que rellenó mi bidón y me dio fuerzas para continuar hasta el final de la etapa.

Tras 67 kilómetros de recorrido, parte del pelotón nos juntamos en un bar cuyo nombre desconocemos, tras el ZOCO-Rivas, donde nos calzaron unas ricas y frías cerecitas, a parte de aperitivos varios, muy ricos todos.

El problema era volver, pues este bar esta bastante más lejos que el Camelot y sobre todo con más cuestas, y después de tomarla se hace más dura la llegada a casa. Os aseguro que todos o casi todos, llegamos cansados.

Las cerecitas en el Zoco-Rivas 
Fotos: Marqués

Ciao bambinos.     

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