El recorrido no estaba nada
claro, ni lo estuvo en los primeros kilómetros que recorrimos, donde fuimos
cambiando de destino y despistando a Jokin, que tenía deberes familiares y debía
adelantar su hora de llegada al hogar.
Partíamos bajando hacia el
pueblo, por la calle habitual la avenida Pilar Miró para llegar hasta el polideportivo
del Parque del Sureste donde fuimos recriminados por un tipo por bajar en
dirección contraria. Eso sí, el tipo iba andando despistado por medio del
asfalto con la cabeza agachada..
A la laguna de El Campillo
llegamos sin el destino aun claro, pero no queríamos cruzar el puente de las
avispas ni recorrer el río Jarama por la orilla izquierda hasta él. Así que
elegimos subir hacia el Vaáamono, para luego girar a la izquierda y subir los
Cerros Concejiles.
Jokin iba destacado por
delante en la carretera de Chinchón y el Profe me propuso algo, liarnos la
manta a la cabeza e irnos hasta Orusco. ¿Qué dónde está ese pueblo? Pues lejos
muy lejos, río Tajuña arriba, a tomar por culo.
Un grito alertó a Jokin para
girar a la izquierda antes de llegar a la laguna de Las Madres y cruzar la
carretera para ir por el camino en dirección al polígono de Arganda. Jokin
ya no sabía que hacer y alucinaba con lo que le decíamos. ¿Cómo vais a
ir hasta Orusco si yo cuando fui lo hice desde Arganda y está muy lejos?
Pero el Profe, que tenía una
espinita clavada sabía que este era el día, lo tenía claro. Ya sabéis, yo no sé decir que no a
nada y para allá que iríamos.
Dando vueltas al coco se me
ocurrió que el camino más cómodo y quizás corto era ir hasta el Hospital del
Sureste, subir por la vía verde un rato y subirnos hacia el Rock in Río por la
ruta junto a la A-3, la que pasa por la Fuente del Valle.
Subiendo hacia el Rock in Río
Fotos: Marqués
Dicho y hecho, sin dudarlo
por allí subimos y nos plantamos en lo alto en el Rock in Río entorno a las 10
y media de la mañana.
Allí nos abandonaba Jokin,
muy a su pesar como dejaba entrever con sus palabras y gestos. Seguro que le
hubiera gustado seguir hacia delante, aunque esta etapa estaba destinada para
los gordos del pelotón y solo para ellos.
Pelotón
Foto: Marqués
Sin dudarlo tomamos
dirección hacia Perales de Tajuña, nuestra siguiente meta volante. Para acortar
la ruta no sólo en distancia sino más bien en tiempo, bajamos por la carretera
que una a Perales con Campo Real.
La carretera era como una
nevera, congelada y con una potente escarcha. Hacía un frío terrible y así el
Profe decidió que lo mejor era bajar lo antes posible y yo con mi precaución
habitual me rezagué un tanto.
Perales de Tajuña
Foto: Marqués
Llegamos rápido a Perales,
con ambiente gélido, sin parar para nada, en busca de la Vía Verde que sería
nuestra ruta en lo que nos quedaba por delante.
Circular por rutas nuevas es
siempre gratificante, descubriendo nuevos paisajes muy llamativos sobre todo en
esta época del año. El otoño nos regala unas luces muy buenas, permitiendo el
disfrute del ciclista.
En muchos tramos el firme de
la Vía Verde estaba completamente helado, con una escarcha impresionante. Había
que cruzar algunas de estas zonas con un cuidado máximo para evitar patinazos.
Vía Verde del Tajuña
Fotos: Marqués
Con 37 km recorridos y poco
antes de las 11 y media llegamos hasta Tielmes, el primero de los pueblos aguas
arriba desde Perales. Allí hicimos una paradita para tomarnos el platanito,
descansar un poco y disfrutar de lo hecho hasta ese momento.
Parada del platanito en Tielmes
Fotos: Marqués
No paramos demasiado tiempo
y continuamos río arriba. Nos quedaban unos 6 kilómetros y medio hasta el
siguiente pueblo, Carabaña. Pueblo muy famoso por sus aguas purgantes. Aunque
solo lo vimos desde lejos, ya que está en la otra orilla del río. La ruta
bastante plana, aunque siempre picando un poquito hacia arriba, lo que vendría
bien para la vuelta.
Carabaña
Fotos: Marqués
Al llegar frente a Carabaña,
sin cruzar el puente hacia el pueblo, la ruta gira a la derecha para circular
unos centenares de metros por una carretera, y después volver a la Vía Verde
girando de nuevo a la izquierda.
Poco después hay un cruce en
el que la Vía Verde se parte en dos. A la izquierda, la nuestra, el ramal que
va hacia Orusco y a la derecha la llamada Vía Verde del Tren de los Cuarenta
Días, hacia Estremera. Esa para otra vez.
Nos olvidamos de esa ruta,
que Estremera está junto al Tajo y es un destino un tanto lejano a unos 15
kilómetros y continuamos hacia Orusco, nos quedaban por delante ya solo unos 4 km.
La ruta muy parecida a lo
recorrido por el Tajuña desde Perales, eso sí acompañados por un ciclista
veterano que conocía la zona con el que fuimos charlando amigablemente hasta llegar a nuestro destino.
A Orusco llegamos a las 12 y
cuarto, con 51 km recorridos en nuestras piernas, todo un logro. Antes de
entrar al pueblo, inmortalizamos el momento con unas cuantas imágenes del
evento. ¡Qué gozo!
Orusco
Fotos: Marqués y Profe
Había que recuperar fuerzas,
y como en eso el Profe es un hacha, nos fuimos hacia un bar junto a la
gasolinera del pueblo. Bar Los Nietos, bueno, feíto pero barato.
Nos calzamos unos bocatas de
lomo acompañado con unos quintos, un café con leche y un phoskitos, como no
podía ser menos. La vuelta era larga y había que tener las piernas en forma suficiente
para llegar hasta casa y como bien recalca el Profe siempre, hay que comer bien
si quieres que te dure la gasolina hasta el final.
A comer
Fotos: Marqués
En torno a la una, poco más
o menos salíamos de nuevo a darle a la bici, nos quedaba toda la vuelta
circulando por la Vía Verde río Tajuña abajo. La ruta cómoda, picando para
abajo como era de esperar, lo que permitía un trasiego cómodo para no recargar
demasiado las piernas de cara a la subida desde el valle del Tajuña hacia
Arganda.
Por cierto, aconsejado por
el Profe quité el plato grande de la bici, mi rodilla se estaba recargando poco
a poco por abusar de un cambio forzando demasiado tiempo. De nuevo un sabio consejo digno
de un gran conocedor de la marcha sobre una bicicleta. Al poco la rodilla volvió
a su ser y no me volvió a molestar hasta el final.
De vuelta
por la Vía VerdeFoto: Marqués
El ambiente un poco más
templado, aunque con las zonas escarchadas aun presentes. En las umbrías seguro
que no da el sol en todo el día y los rayos de sol no se asoman para derretir
la escarcha. En uno de los tramos el Profe tuvo un despiste y su rueda trasera
le hizo un quiebro curioso. Menos mal que su habilidad hizo que quedara
simplemente en eso, una anécdota.
Ruta de la Vega Marañana, Carabaña
Foto: Marqués
Bonitos paisajes pasando de
nuevo por Carabaña y Tielmes, ya en término municipal de Perales de Tajuñaa
destacar el Risco de las Cuevas, unos cantiles yesíferos con viviendas excavadas
en la roca para aprovechar la pared como resguardo para vivir, parece que en el
periodo Neolítico, no está nada claro.
Risco de las Cuevas, Perales del Tajuña
Foto: Marqués
Llegamos a Perales con la
duda de la ruta por la que subir hacia el Rock in Río. Dos alternativas, subir
por la pista del Paseo de la Ermita, tal y como se hizo en la semana pasada
cuando GPS nos guió en la vuelta a casa desde Perales o irnos a la carretera
que pasa por la fuente de La Gasca, que aunque es más larga y es dura, permite
subir a ritmo para llegar hasta lo alto con un poco más de fuerzas.
El Profe fiel a su filosofía a su ritmo me sacó
unos 500 metros cuando llegamos arriba, el culo dolía de lo lindo y había que recuperar
rápido la marcha pues aun nos quedaban unos kilómetros por delante. Como dicen por ahí "en la bici todo da por culo menos el aire que siempre da de cara". Verdad Rulo.
El discurrir del camino
hacia el Rock in Río lo conocéis muchos, la vía de servicio de la A-3 hasta
llegar a la gasolinera de esa carretera y seguir hacia esas instalaciones de ocio.
El Rock in Río lo dejamos
atrás poco tiempo después, y ya solo quedaba por delante bajar hacia Arganda
por el mismo camino por donde habíamos subido. Esta vez parando a reponer
líquido en la Fuente del Valle, a las 15 horas. Llenando las botellas para
tener agua para llegar hasta casa sin problemas de deshidratación.
Fuente del Valle, Arganda del Rey
Fotos: Marqués
Pronto dejamos atrás ´de
nuevo la Vía Verde y el Hospital del Sureste en Arganda. Esta vez eligiendo el
camino junto al río desde La Poveda, para no cruzar el puente de las avispas.
Los kilómetros iban cayendo,
ya a sabiendas que íbamos a pasar de la centena de ellos cuando llegáramos a
casa.
Solo nos quedaba subir por
las calles del pueblo, donde las rampas se hacen más duras aunque con la
satisfacción de estar completando una etapa mítica.
Cuando pasábamos junto al
Auditorium Miguel Ríos caía la cifra, habíamos superado los 100 km y aun nos
quedaban otros 4 para llegar a casa.
Cuentakilómetros en el Miguel Ríos
Foto: Marqués
Y así fue, pues a las 4 y
media, cuando me bajaba de la bici en la puerta del garaje el cuentakilómetros
marcaba exactamente la no despreciable cifra de 104 con 20 metros. Todo un
record para los Nenazas.
Cuentakilómetros al final de la etapa, sin trampa ni cartón
Foto: Marqués
Ahí queda eso, los gordos
del pelotón fuimos capaces de pegarnos una larga etapa que quedará para la
historia de los Nenazas como la Ruta de los Gordos, con un par.
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