1 de febrero de 2015, al Telégrafo Óptico de Arganda

Como un domingo más partía el minipelotón Nenaza en busca de los caminos por los que sufrimos y disfrutamos una vez a la semana.

De nuevo sin destino prefijado y como en otras tantas veces, cuando se pone al mando Jokin nos toca sufrir los Concejiles.

Bajamos las calles del pueblo, sin prisas que hay que calentar, para plantarnos poco después en la Laguna de El Campillo y tras cruzar bajo el metro alcanzamos el Puente de Arganda.

El siguiente tramo la carretera de Chinchón, la M-832, donde les das a los pedales lo más rápido que puedes para salirte de ella lo más pronto posible, cosas del peligro de las carreteras.

Así comenzamos a subir por el Vaáamonos, el camino más usado por los Nenazas sin lugar a dudas. Pero Jokin nos tenía preparada la primera subida, una alternativa a la tradicional de los Concejiles que ya se subió hace pocas fechas. Es una pista muy chula y sin las rampas tan empinadas que tiene el otro lado. Qué bueno ir conociendo nuevos caminos.
 






Subiendo hacia los Cerros Concejiles
Fotos: Jokin


Una vez arriba nos tocaba lanzarnos hacia la Vía Verde, a todas prisas con Jokin por delante y en su persecución o como queráis llamarlo, Rulo y Marqués.

Una vez abajo a cruzar esta Vía Verde y de nuevo a subir esta vez hacia la Dehesa del Carrascal.

Este camino también es muy conocido, aunque con su variante más corta y más empinada por tol medio de este bonito espacio natural.

Con sangre, sudor y lágrimas, un poco de exageración no viene mal, llegamos hasta la zona recreativa de arriba. Esta vez no paramos, pues en la mente surgió la idea de acercarnos al Telégrafo Óptico de Arganda, que la mayoría del pelotón no conocía.

Tomamos rumbo hacia el cementerio de mascotas, y al llegar al siguiente cruce, usamos el camino del centro, dejando uno a la izquierda y otro a la derecha, el que va hacia la renombrada Ciudad del Rock.

Un poco más adelante hay que cruzar la antigua N-III, que sale de Arganda hacia el sureste, poco más adelante y en mitad de la nada nos encontramos  Telégrafo.

Aunque ya fue contado en otra ocasión, para refrescar las mentes comentaros algo sobre este curioso edificio.
 
Arganda del Rey tiene la suerte de conservar en su territorio, uno de los pocos testimonios que se conservan de un curioso sistema de comunicación que hoy, en plena era de las telecomunicaciones, donde la información viaja en tiempo real de un extremo a otro del planeta, puede llamar poderosamente la atención.

Era un sistema de transmisión exclusivamente gubernamental, destinado a que las autoridades civiles y militares pudieran recibir información y transmitir órdenes en el menor tiempo posible, sin estar en ningún momento abierto a los particulares.

El planteamiento de partida era unir Madrid con todas las capitales de provincia, ciudades de la costa y fronteras. De las varias líneas proyectadas sólo se llegaron a construir la de Madrid-Irún, la línea Madrid- Cádiz, y la que se corresponde con la Torre de Arganda, la línea que pretendía unir Madrid con la frontera francesa: Madrid – Valencia – Barcelona – La Junquera, aunque únicamente llegó a funcionar el sector Madrid-Valencia.

Se iniciaba en el edificio de la Real Casa de Aduana de la calle Alcalá, seguían las torres de Cerro Almodóvar en Vallecas, Vaciamadrid (de la que sólo ha quedado el topónimo), Arganda que sería por tanto la torre nº 4, Perales de Tajuña, Villarejo de Salvanés y por último la nº 7 en Fuentidueña de Tajo.

La Torre de Arganda es la que mantiene un mejor estado de conservación, del resto apenas quedan trazas reconocibles, salvo la de Perales de Tajuña, de construcción más sencilla y con mayor grado de deterioro.

Como ya quedó apuntado este sistema de comunicaciones tuvo una escasa de la telegrafía eléctrica y las torres son abandonadas hacia 1857.

Atendiendo la petición del Ayuntamiento de Arganda del Rey, la Torre de Arganda ha sido recientemente restaurada por la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid. El edificio presentaba un estado de ruina y sobre la maltrecha azotea se encontraba alojado el hoy desaparecido vértice geodésico.

La idea es dejar la torre plenamente operativa, tal como estaba hace siglo y medio, y en el futuro, cuando la torre de Rivas o Perales sean también reconstruidas, poder realizar recreaciones de este singular sistema de transmisiones, lo que sería sin duda una experiencia sin precedentes y absolutamente singular.

Junto a esta torre o mejor dicho tras ella nos refugiamos del potente viento que soplaba en la zona, molesto como en pocos días.

Allí reposamos un ratillo, comimos, bebimos y comentamos esas cositas que siempre surgen en todas y cada una de las paradas del platanito, nada nuevo.
 




En el Telégrafo Óptico de Arganda
Fotos: Jokin


Para enfriarnos lo menos posible, rápido nos montamos de nuevo sobre nuestras bicis para continuar etapa. Para ello tras un despiste inicial nos fuimos hacia la R-3, cruzando primero la M-229 y bajar junto a la mencionada autopista de peaje por un camino muy empinado para llegar hasta el arroyo Valtierra.

Igual por el nombre no os suena nada, pero si os cuento que es donde acaba el camino del Botillo que baja desde Campo Real ya sabréis de qué sitio os hablo.

Desde ahí por la pista ancha que transcurre por el lado izquierdo del arroyo, bajamos en dirección a la urbanización Los Millares, en Arganda. Durante la bajada un viento insoportable nos venía totalmente de frente, menos mal que era de bajada porque sino hubiera sido todavía peor.

Para no volver de nuevo a la laguna de El Campillo, por donde habíamos bajado decidimos ir hacia Velilla de San Antonio. Al principio por la carretera M-208, donde el viento era todavía más fuerte y molestaba aun más. Increíble como soplaba. A duras penas llegamos hasta Velilla para acercarnos a los cortados por la senda del Jabalí, pensamos que como el viento venía de noroeste, ahí iríamos más resguardados.

Por la senda del Jabalí las cosas fueron un poco mejor, aunque en algunas zonas también soplaba de lo lindo. Así llegamos hasta los Viveros Don Pedro e iniciamos la subida por el Cristo de Rivas.

Por la carretera las paredes de yeso nos protegían del viento pero al salir del resguardo poco antes de llegar al bar de La Rosa, de nuevo a volar. Subimos lo que quedaba de ruta con viento lateral y con dificultades alcanzamos la avenida de las Provincias, acabando la ruta en el Chapu tras unos 53 kilómetros recorridos.

Una cerecita rápida y para casa, que era un poco tarde y el personal tenía prisa. 

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