Como un domingo más partía
el minipelotón Nenaza en busca de los caminos por los que sufrimos y
disfrutamos una vez a la semana.
De nuevo sin destino
prefijado y como en otras tantas veces, cuando se pone al mando Jokin nos toca
sufrir los Concejiles.
Bajamos las calles del
pueblo, sin prisas que hay que calentar, para plantarnos poco después en la
Laguna de El Campillo y tras cruzar bajo el metro alcanzamos el Puente de
Arganda.
El siguiente tramo la
carretera de Chinchón, la M-832, donde les das a los pedales lo más rápido que
puedes para salirte de ella lo más pronto posible, cosas del peligro de las
carreteras.
Así comenzamos a subir por
el Vaáamonos, el camino más usado por los Nenazas sin lugar a dudas. Pero Jokin
nos tenía preparada la primera subida, una alternativa a la tradicional de los
Concejiles que ya se subió hace pocas fechas. Es una pista muy chula y sin las
rampas tan empinadas que tiene el otro lado. Qué bueno ir conociendo nuevos
caminos.
Subiendo hacia los Cerros Concejiles
Fotos: Jokin
Una vez arriba nos tocaba
lanzarnos hacia la Vía Verde, a todas prisas con Jokin por delante y en su
persecución o como queráis llamarlo, Rulo y Marqués.
Una vez abajo a cruzar esta
Vía Verde y de nuevo a subir esta vez hacia la Dehesa del Carrascal.
Este camino también es muy
conocido, aunque con su variante más corta y más empinada por tol medio de este
bonito espacio natural.
Con sangre, sudor y
lágrimas, un poco de exageración no viene mal, llegamos hasta la zona
recreativa de arriba. Esta vez no paramos, pues en la mente surgió la idea de
acercarnos al Telégrafo Óptico de Arganda, que la mayoría del pelotón no
conocía.
Tomamos rumbo hacia el
cementerio de mascotas, y al llegar al siguiente cruce, usamos el camino del
centro, dejando uno a la izquierda y otro a la derecha, el que va hacia la renombrada
Ciudad del Rock.
Un poco más adelante hay que
cruzar la antigua N-III, que sale de Arganda hacia el sureste, poco más
adelante y en mitad de la nada nos encontramos Telégrafo.
Aunque ya fue contado en
otra ocasión, para refrescar las mentes comentaros algo sobre este curioso
edificio.
Arganda
del Rey tiene la suerte de conservar en su territorio, uno de los pocos
testimonios que se conservan de un curioso sistema de comunicación que hoy, en
plena era de las telecomunicaciones, donde la información viaja en tiempo real
de un extremo a otro del planeta, puede llamar poderosamente la atención.
Era
un sistema de transmisión exclusivamente gubernamental, destinado a que las
autoridades civiles y militares pudieran recibir información y transmitir
órdenes en el menor tiempo posible, sin estar en ningún momento abierto a los
particulares.
El
planteamiento de partida era unir Madrid con todas las capitales de provincia,
ciudades de la costa y fronteras. De las varias líneas proyectadas sólo se
llegaron a construir la de Madrid-Irún, la línea Madrid- Cádiz, y la que se
corresponde con la Torre de Arganda, la línea que pretendía unir Madrid con la
frontera francesa: Madrid – Valencia – Barcelona – La Junquera, aunque
únicamente llegó a funcionar el sector Madrid-Valencia.
Se
iniciaba en el edificio de la Real Casa de Aduana de la calle Alcalá, seguían
las torres de Cerro Almodóvar en Vallecas, Vaciamadrid (de la que sólo ha
quedado el topónimo), Arganda que sería por tanto la torre nº 4, Perales de
Tajuña, Villarejo de Salvanés y por último la nº 7 en Fuentidueña de Tajo.
La
Torre de Arganda es la que mantiene un mejor estado de conservación, del resto
apenas quedan trazas reconocibles, salvo la de Perales de Tajuña, de
construcción más sencilla y con mayor grado de deterioro.
Como
ya quedó apuntado este sistema de comunicaciones tuvo una escasa de la
telegrafía eléctrica y las torres son abandonadas hacia 1857.
Atendiendo
la petición del Ayuntamiento de Arganda del Rey, la Torre de Arganda ha sido
recientemente restaurada por la Dirección General de Patrimonio Histórico de la
Comunidad de Madrid. El edificio presentaba un estado de ruina y sobre la
maltrecha azotea se encontraba alojado el hoy desaparecido vértice geodésico.
La
idea es dejar la torre plenamente operativa, tal como estaba hace siglo y
medio, y en el futuro, cuando la torre de Rivas o Perales sean también
reconstruidas, poder realizar recreaciones de este singular sistema de
transmisiones, lo que sería sin duda una experiencia sin precedentes y
absolutamente singular.
Junto a esta torre o mejor
dicho tras ella nos refugiamos del potente viento que soplaba en la zona,
molesto como en pocos días.
Allí reposamos un ratillo,
comimos, bebimos y comentamos esas cositas que siempre surgen en todas y cada
una de las paradas del platanito, nada nuevo.
En el Telégrafo Óptico de Arganda
Fotos: Jokin
Para enfriarnos lo menos
posible, rápido nos montamos de nuevo sobre nuestras bicis para continuar
etapa. Para ello tras un despiste inicial nos fuimos hacia la R-3, cruzando
primero la M-229 y bajar junto a la mencionada autopista de peaje por un camino
muy empinado para llegar hasta el arroyo Valtierra.
Igual por el nombre no os
suena nada, pero si os cuento que es donde acaba el camino del Botillo que baja
desde Campo Real ya sabréis de qué sitio os hablo.
Desde ahí por la pista ancha
que transcurre por el lado izquierdo del arroyo, bajamos en dirección a la
urbanización Los Millares, en Arganda. Durante la bajada un viento insoportable
nos venía totalmente de frente, menos mal que era de bajada porque sino hubiera
sido todavía peor.
Para no volver de nuevo a la
laguna de El Campillo, por donde habíamos bajado decidimos ir hacia Velilla de
San Antonio. Al principio por la
carretera M-208, donde el viento era todavía más fuerte y molestaba aun más.
Increíble como soplaba. A duras penas llegamos hasta
Velilla para acercarnos a los cortados por la senda del Jabalí, pensamos que
como el viento venía de noroeste, ahí iríamos más resguardados.
Por la senda del Jabalí las
cosas fueron un poco mejor, aunque en algunas zonas también soplaba de lo
lindo. Así llegamos hasta los Viveros Don Pedro e iniciamos la subida por el
Cristo de Rivas.
Por la carretera las paredes
de yeso nos protegían del viento pero al salir del resguardo poco antes de
llegar al bar de La Rosa, de nuevo a volar. Subimos lo que quedaba de
ruta con viento lateral y con dificultades alcanzamos la avenida de las
Provincias, acabando la ruta en el Chapu tras unos 53 kilómetros recorridos.
Una cerecita rápida y para
casa, que era un poco tarde y el personal tenía prisa.
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