En una mañana más de domingo, en un
pueblo del Sureste madrileño, se juntaron unos cuantos valientes ciclistas en
busca de esos caminos de las vegas y lomas que circundan la localidad ripense,
donde realizar la etapa dominical.
En esta ocasión fueron 8 los
participantes de una larga y dura etapa, que recorrió la vegas de los ríos
Manzanares y Jarama en su tramo inferior.
No había nada preparado, ni siquiera
previsto, por lo que la decisión final estuvo a cargo de Jokin, que nos propuso
y convenció en realizar una etapa solo hecha una vez y hace mucho tiempo, al
Pingarrón, en San Marrtín de la Vega.
La salida por el parque del Cerro
del Telégrafo, por la parte izquierda directamente por la pista entre los pinos,
que te lleva directamente hasta la avd. Pilar Miró. Para bajar por esas calles
tan utilizadas de salida y llegar hasta el pueblo de Rivas, junto al Metro,
cruzando bajo la carretera de Valencia por debajo del puente, hasta alcanzar la
carretera que nos lleva hacia las instalaciones de la Escuela de Protección
Civil.
Nada más cruzar el puente sobre el
río Manzanares, en Casa Eulogio, y cruzar la barrera, como ya sabéis, toca girar
a la izquierda en dirección hacia el desprendimiento.
Novedades en la zona, pues han
pasado maquinaria pesada que además de alisar bastante el camino, ha eliminado toda
posibilidad de salirse de él incluso para rodear el cable siguiente que
corta el paso de vehículos. Acciones que no se entienden, pues solo impiden que
los que vamos sobre la bici podamos circular por la zona sin bajarnos y hay
que parar para pasar
por encima sin más remedio.
El resto del camino hasta el
desprendimiento sin ninguna novedad, es muy conocido por todos nosotros y por
muchos más ciclistas con los que te cruzas en cada salida por la
zona.
El grupo siguió constante una vez
pasado el desprendimiento, estirado en grupetes para juntarnos de nuevo frente a
la zona anterior a las Boyerizas. Ahí la ruta decidimos separarla de la pista
asfaltada que lleva hasta la carretera de San Martín a Perales del Río y tomar
los caminos de la vega del bajo Jarama.
En este lugar Antonio se daba la
vuelta, una vez cumplido su cupo diario. Unas fotos, unos saludos, la despedida
y p’alante el resto.
Pelotón
Fotos: Josemari
Una vez recorridos unos cuantos
kilómetros, se me ocurrió cambiar un poco la etapa y le propuse a GPS ir a ver
el puente del Pindoque. GPS que una vez lo visitó, asisntió y de esa forma nos
dirigimos hacia el río en busca de este emblemático lugar.
Restos del puente del Pindoque
Foto: Josemari
El antiguo
puente del Pindoque era un puente para el ferrocarril de la azucarera de la
Poveda. Sobre un sistema de traviesas descansaban directamente las vías, por lo
que en principio no era utilizable por vehículos, personas o ganado. Sin embargo
en uno de sus lados había una franja cuyo suelo estaba formado por planchas de
hierro, lo que lo hizo transitable hasta que los zapadores lo acondicionaran
para el paso del resto de las tropas nacionales en la Guerra Civil, en la
Batalla del Jarama.
El paso de la
caballería no debió ser ni mucho menos sencillo. Presionados por el constante
fuego republicano sobre el puente, los jinetes debían pasar por una estrecha
franja de planchas de metal cubiertas de hombres y caballos muertos. Dificultad
que precipitó a algunas monturas a las turbulentas aguas del río
Jarama.
Las tropas
moras se dejaron en la orilla izquierda del Pindoque una carga y parte del
puente vuela por los aires, pero sin consecuencias graves para su
trasiego.
Tras la guerra
el puente se siguió utilizando en su forma anterior hasta que en los años 60 se
abandonara la línea férrea que lo recorría. A principios de los 70 el puente fue
destruido, tal vez por una riada o para reutilizar el abundante metal del que
estaba compuesto, apareciendo tal y como lo podemos ver hoy en día.
Texto extraído
del Blog “la Historia del Parque Lineal del Manzanares”
Tras la breve
visita, continuamos por zonas desconocidas por todo el grupo y algo olvidada por
GPS. El único problema fue seguir el camino pegado al rio, pues poco más abajo
una zona de campo arado hacía desaparecer la senda y tuvimos que darnos la
vuelta en busca de una nueva ruta que nos llevara a zonas conocidas.
Sin ningún
problema, muy rápidamente lo conseguimos y ya rodábamos por caminos conocidos en
busca del puente de San Martín de la Vega. Una vez cruzado el puente, parada y
negociación. Alguno proponía subir hasta la vía pecuaria por la cuesta del
camino de Vallequillas y otros seguir por la orilla izquierda del rio en busca
del lugar propuesto a la salida, el Pingarrón.
Sin mucho
discutir, olvidamos la subida de Vallequillas y tomamos dirección a la
urbanización la Vega del Pingarrón. Una pista muy ancha, algo bacheada pero sin mucho
desnivel.
Unos 5
kilómetros después de cruzar el puente de San Martín, el camino no puede seguir
por la orilla del rio, pues éste se pega a la ladera de las montañas y el camino
gira radicalmente a la izquierda comenzando una subida hacia la vía
pecuaria.
Allí 3
miembros del grupo decidieron volverse para atrás, otros 3 iban por delante ya
subiendo las empinadas y pedragosas cuestas. GPS, sin muchas ganas de continuar,
nos despedía para continuar en busca de los de delante.
El grupo
avanzado subió todas las cuestas hasta alcanzar la vía pecuaria y continuar en
dirección a la cementera de Morata. Desde allí bajar hacia el Puente de Arganda por nuestro más famoso camino de Vaaámono, la carretera de Chinchón y Rivas para subir por las calles hasta el destino final.
Subida del Pigarrón y entorno de la vía pecuaria
Fotos: Jokin y Josemari
El resto retomamos nuestros pasos hacia atrás, evitando el puente del Pindoque, y en busca directa de la pista asfaltada para volver hacia la Presa del Rey lo más rápido, corto y más cómodo posible.
El Gavilán
tenía prisa y antes de subir hacia el desprendimiento, tiró por delante, había
que llegar lo antes posible a casa.
Clavi y un
servidor, nos lo tomamos con un poco más de calma y poco después seguimos sus
pasos. Los kilómetros iban haciendo mella, separándome unas decenas de metros
hacia detrás. Aunque llegando al pueblo, nos volvíamos a juntar tras el paso de
Clavi por la fuente para realizar una limpieza de la bicicleta, que iba de barro
hasta las trancas y así llegaría a casa un poco más ligera y limpita.
Por las
cuestas me volví a quedar un poco retrasado hasta que definitivamente nos
separamos, al cambiar de camino por el que continuar.
El guasapp hizo el resto para las cerecitas, pues leyendo los numerosos mensajitos que iban llegando, me enteré del lugar elegido para la cata del zumo de cebada. Así fui en busca del pelotón al bar del centro comercial del ZOCO, pues como otras veces el Camelot estaba cerrado.
Las cerecitas en el ZOCOEl guasapp hizo el resto para las cerecitas, pues leyendo los numerosos mensajitos que iban llegando, me enteré del lugar elegido para la cata del zumo de cebada. Así fui en busca del pelotón al bar del centro comercial del ZOCO, pues como otras veces el Camelot estaba cerrado.
Fotos. Avispa y Josemari
La etapa
concluyó con unos 68 kilómetros recorridos, más o menos la misma distancia en
ambos grupos, con una paliza contundente en el grupo, pero con el ánimo intacto
para organizar una nueva ruta al siguiente domingo.
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