9 y 11 de noviembre de 2012, dos etapas a Morata huyendo del barro

Pues si, como en ambas jornadas hemos rendido visita a la misma localidad de nombre poco conocido por la gran mayoría, Morata de Tajuña, aunque con diferentes rutas de acercamiento, se resume ambas jornadas en una sola crónica. Sin que sirva de precedente.
 
La jornada del viernes, es la que denominaremos como la de los Mosqueteros, si D’Artagnan y los Tres Mosqueteros, tras dejar a los churumbeles en el cole, pues en Rivas no era fiesta, tomamos dirección a esa localidad del Sur de la Comunidad.

Antes de la partida
Foto: Ana
 
La ruta elegida trataba de esquivar todos los charcos y barrizales provocados por las lluvias caídas en los últimos días, circulando la mayor parte posible del tiempo sobre suelo firme y estable, es decir, por zonas asfaltadas.

La salida rodeando el Cerro del Telégrafo por la parte izquierda, por la pista que cruza el pinar para llegar a la avd. Pilar Miró. Desde allí por el pueblo hasta la laguna de El Campillo. Desde allí y para llegar hasta el puente del  Tren de Arganda, evitamos de nuevo el campo circulando por la carretera que va por debajo de los cantiles y va hasta la Finca de El Piul.
 
Nada más cruzar el puente, con bromas incluidas, solo nos quedaba un pequeño recorrido embarrado para alcanzar la zona seca junto a la depuradora de la Poveda.

Allí nos quedaba por delante toda la vía verde por delante, incluyendo la parte del  Hospital del Sureste, para desde allí comenzar la subida. En esa parte fue donde D’Artagnan se separó de los Tres Mosqueteros al no poder seguir su ritmo de ascensión, la cual realizó en solitario para unirse de nuevo al grupo en la parte más alta de la vía verde, junto a la cementera de Morata.


Los Tres Mosqueteros junto a la cementera
Foto: Marqués
 
Allí un poco de descanso, de nutrición, unas instantáneas para el recuerdo y para continuar nuestro camino hacia Morata.

La bajada en plan rápido, a tumba abierta por la zona de delante y más precavida por detrás pues el firme estaba bastante mojado y podía haber caídas, para juntarnos abajo junto al helipuerto de Morata.


Avispa bajando hacia Morata
 
En el helipuerto de Morata
Fotos: Marqués

Un corto descanso, una foto y vuelta para casa, con D’Artagnan por delante y los tres Mosqueteros dejando hueco para adelantarle poco después. Tras una pesada subida nos volvimos a juntar en lo alto del Vaáamono, habíamos visto que el camino podía estar practicable y decidimos una bajada más rápida y corta, utilizando nuestro camino favorito.

La bajada de nuevo a tumba abierta, sin pausa para juntarnos de nuevo junto a la carretera de Chinchón y continuar hacia Rivas, pasando por las Antenas de RNE y el Puente de Arganda.
En el parque del pueblo nos volvimos a juntar, aunque el recorrido en grupo duró poco, pues la subida hasta el Camelot, se realizaría de nuevo por separado entre los Mosqueteros y D’Artagnan, que sufrió un nuevo calambre en el vasto interno en las últimas rampas en el Parque del Cerro.
La parada final, como es de rigor, en el Camelot, con cerecitas, risas, comentarios y demás zarandajas, para concluir una mañana en paz y compañía tras los 52 kilómetros recorridos.
 La jornada del domingo tenía algo más de incertidumbre, había varias ofertas, con la mente de nuevo en las lluvias caídas y en la posibilidad de barro por esos caminos del Sureste. La solución fue contundente, de nuevo a Morata aunque por caminos diferentes.
El grupo un tanto más numeroso, con 8 Nenazas y un novato, Alfonso colega del Sargento Pegatinas, que se apuntó en nuestra etapa dominical.
La salida de nuevo por la pista del pinar del Cerro del Telégrafo,  para de nuevo alcanzar el pueblo por la calles habituales. Una vez en la laguna de El Campillo, tomamos la carretera de Chinchón, el camino favorito de Vaáamono, para juntar al pelotón al completo junto a la vía verde en el puente metálico.

GPS
Profe
Clavi
Sargento Pegatinas
Marqués
Alfonso
Fotos: Holandés
 
Había pocas ganas de circular de nuevo por la vía verde, por lo que se decidió subir por la pista hormigonada lateral, para alcanzar la cementera junto a la gasolinera y el Restaurante el Alto en la carretera de Chinchón M-311. No sin antes cruzar una zona de charcos donde la algarabía del grupo llevó a algunos a atravesar por mitad del agua sin capacidad de evitarlo.

Los siguientes kilómetros los realizamos de nuevo por los olivares que empiezan en el Camino Boca de la Zorra, esas curvitas donde parece que nunca te alejas de la Cementera por más que recorres distancia.
Por la mitad en una parada de compactación del grupo, nos hicimos la foto de pelotón. No sé a quién se le ocurriría hacerla en mitad de los olivos, el calzado se nos llenó de barro.


Pelotón
Foto: Marqués

A pesar del cansancio en las piernas de Alfonso, le convencimos para continuar un poco más para hacer el descanso siguiente en el parque de la urbanización Valgrande, y Alfonso sin rechistar continuó hacia delante hacia el destino propuesto, siempre flanqueado por su amigo.
 
Pero al llegar ahí, una ventolera fuerte y un frío que calaba en los huesos, no permitía la parada y entonces y sin apenas tregua, una parte del pelotón continuó hacia Morata y tres del grupo iniciamos el retorno a casa, desandando por parte del camino de ida.


Avispa en el parque de Valgrande
Foto: Marqués

Desde Valgrande, el grupo de hijos predilectos de Morata guiados por GPS, en lugar de tomar cualquiera de los caminos habituales de bajada a la carretera de esa localidad, enfilaron un nuevo itinerario un tanto pedregoso, rematado con una "pared" de piedra suelta, divertida para unos y no tanto para otros. Ahí ya el viento norte, ahora de cara, empezó a hacer estragos en las piernas.

Un alegre repicar de campanas nos recibió en Morata, y allí cayeron los plátanos, barritas energéticas y hasta un sandwich de nocilla, que nos quitaron el hambre y las ganas de comprar las famosas palmeras de chocolate.

 
Profe y Clavi
Avispa y GPS
Avispa en el ayuntamiento de Morata
Ayuntamiento de Morata
Fotos: Holandés
Repuestas las fuerzas, el grupo tomó la carretera que va hacia Arganda, subiendo un pequeño puerto de unos 3 kms hasta alcanzar los ya conocidos caminos que llevan a las canteras y de nuevo el Vaáamono.
Esta vez la bajada por el Vaáamono, al menos para el grupo de Morata, pudo ser algo accidentada. En las primeras curvas, las más rápidas y cerradas, las dos primeras unidades del grupo, con el Profe como punta de lanza, estuvieron a punto de estamparse con dos caballos y sus jinetes. Éstos demostraron mucha destreza al hacerse con las monturas que, al ver como de repente se les venían encima dos ciclistas, se encabritaron peligrosamente. Todo quedó en un pequeño susto pero valga como aviso a navegantes y no viene mal recordar que por ese camino, como pasó ese día, transitan coches, caballos y, como no, ciclistas
El trío restante, por la vía pecuaria ya había alcanzado la carretera de M-311, la cementera y por el camino realizado a la ida, también había usado la bajada del Vaáamono.

Sargento Pegatinas y Alfonso
Foto: Marqués
 
Una vez en el pueblo y con todo el grupo dividido en partes, los de Morata alcanzaron a los que habían iniciado la vuelta antes y llegaron todos entremezclados hasta Rivas.

Y el final, tras 52 y 60 kms realizados por ambos grupos, más cansados por el viento en contra que por la distancia recorrida, en el Camelot para las cerecitas y el acto de conciliación habitual.

Digno de mención, el esfuerzo de Alfonso que sin estar acostumbrado en absoluto, se metió más de 50 kilómetros entre pecho y espalda, aguantando el tipo para llegar al destino final, no sin evitar algunos calambres del esfuerzo acumulado.  
Y poco más que deciros, solo avanzar que hay amenaza de etapa a Chinchón para la semana que viene, así que prepararos mental y físicamente, compañeros. Hasta el domingo, Nenazas.

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