Debió ser una semana un poco
convulsa, con muchos enfermos entre los miembros del pelotón, aparte de otros
que por razones varias no podían acompañarnos.
Por lo cual, a la
convocatoria de este domingo acudimos en un número bajo para lo que estamos
acostumbrados normalmente. Seis fuimos los elegidos que puntualmente estábamos
presentes a la hora de la salida de una etapa preparada muy a conciencia por
GPS, que invirtió varias de las mañana de esta semana para sorprendernos con lo
que iba a ser una bonita y currada etapa.
La salida rápida por el
parque del Cerro del Telégrafo para conectar con la avd. Pilar Miró y
embocarnos hacia el Miguel Ríos, donde nos esperaba José Luis que se unía al
grupo una vez más.
El principio de la etapa lo
conocéis muy bien, pues bajamos hasta la laguna de El Campillo, seguimos por la
carretera de Chinchón para realizar el ascenso por nuestro camino favorito, el
Vaáamono.
La subida como siempre
estirada, con los integrantes del pelotón subiendo cada uno a su ritmo, sin
tregua y sin descanso para llegar hasta lo alto.
La continuación hacia la
cementera, circulando por la zona asfaltada de las fincas que rodean a la vía
verde. Llegando a la cementera tuvimos un pequeño despiste, GPS estaba
esperando a los de atrás para conducirnos por otro lado distinto al habitual y
no se sabe porqué, pero seguimos adelante hasta la carretera de Morata, en el
restaurante El Alto sin reconocerle y que nos indicaba el camino a seguir.
Así que después de unas
llamadas, volvimos a unir al pelotón en el camino que se dirige hacia la vía
pecuaria que baja hacia Titulcia. Tiempo perdido absurdamente.
La continuación nos llevó
por esta vía pecuaria hasta desviarnos hacia la urbanización Valgrande, donde
nos hicimos las fotos de pelotón y donde sobrevinieron las tres bajas del día.
Tres de los miembros del pelotón se volvían para casa sin terminar la ruta
y sin conocer los nuevos senderos que
GPS nos tenía preparados.
Imágenes del pelotón
Fotos: Marqués
Holandés
Foto: Marqués
La continuación bajando por
Valgrande por el camino que baja hacia el Tajuña directamente. Lo que cuesta
subir por esa zona y lo poquito que se tarda en llegar abajo.
Seguimos por el camino
bacheado por el que volvemos en las rutas provenientes de Titulcia y Chinchón,
para cruzar el río Tajuña por el pequeño puente cercano a la laguna de San
Galindo, esa que os he contado alguna vez que existe y que no teníais más
narices que creer que existía. El agua no la visteis nunca y hoy era el día
señalado.
Nada más cruzar el puente
dejamos a nuestra derecha el camino que viene desde Titulcia y que pasa por la
laguna de San Juan, y seguimos hacia delante, para girar a los pocos metros por
una senda a la izquierda y dejar el camino por donde hemos bajado en alguna
ocasión cuando bajamos de Chinchón.
En dicha senda GPS avisaba -
tener cuidado que igual tenéis que poner el molinillo que hay zonas un poco
pedregosas. Ese era el aviso, no
es que igual tendríamos que poner el molinillo sino que si no lo ponías iba a
ser complicado subir por una rampa un tanto empinada llena de escalones
rocosos, de las que cuesta subirlas del tirón. Eso sí, un camino de los que al
final el esfuerzo se ve recompensado por lo que encuentras arriba.
Al llegar a lo más alto de
su recorrido, la vista del valle del Tajuña hacia Morata de Tajuña era
preciosa, pudiéndose disfrutar de todo lo que nos rodeaba por unos instantes.
Desde ahí también podíamos ver la comentada laguna de San Galindo desde lo alto
y toda la huerta de la vega de este fértil valle en el bajo Tajuña.
Laguna de San Galindo
Valle del Tajuña con Morata al fondo
Cortados yesíferos del valle del Tajuña
Fotos: Marqués
Tocaba bajar hacia la vega
del río, para realizar el siguiente tramo de recorrido por la margen izquierda
del Tajuña en dirección a Morata. Dicho tramo fue el más jodido de la jornada
porque en esos instantes un fuerte viento del NE soplaba hacia nosotros y
dificultaba el pedaleo de los esforzados de la ruta de esta jornada.
El mini pelotón de cuatro
ciclistas se partió en dos, con el Holandés con el Gavilán por delante y GPS
con Marqués por detrás. Son zonas en las que es imposible ir detrás del gallo
del pelotón, al que solo le aguantó el Gavilán que se dejó parte de las fuerzas
que tenía reservadas para esta jornada.
La ruta debía continuar por
esa margen del río hacia Perales de Tajuña, era lo previsto por GPS, pero
llegados a la carretera que une Morata con Valdelaguna, los de delante se habían ido hacia Morata y los
de detrás viendo todo lo que quedaba por recorrer decidimos dejarlo para
futuras ocasiones.
Marqués
Foto: GPS
Hasta Morata seguimos
pedaleando, para hacer el descanso de la jornada en la plaza del ayuntamiento,
donde nos tomamos el platanito, las barritas y en esta ocasión nos olvidamos de
las ricas palmeritas que degustamos en otras ocasiones.
El descanso del platanito frente al ayuntamiento de Morata
Foto: Marqués
Nos tocaba la vuelta y ahí
vino la negociación de la jornada. En esta ocasión Holandés se llevó el gato al
agua, convenciéndonos para subir por la cuesta del viejo, ese que empieza por
las calles del municipio con empinadas rampas, donde también es bueno poner el
molinillo, para continuar subiendo tras pasar por la casa del viejo que en más
de una ocasión nos ha dicho – pues aun os queda lo peor.
Esta vez no estaba el viejo,
pero poco más arriba estaba su hijo o un amigo de su hijo, porque un paisano
paseando al perro dijo algo parecido – pues no os queda na para llegar hasta
llegar a donde los perros. El capullito de alhelí, se podía haber callado, si ya
lo conocemos a la perfección y no hacen falta agoreros para saber lo que nos
quedaba hasta lo alto.
Hasta arriba llegamos de
forma estirada, con un buen cansancio en las piernas pero sin tregua, como
siempre ocurre en estos casos.
Cuestorrón de Morata
Fotos: Holandés
Una vez arriba tocaba
circular por los olivares del entorno de las canteras de Morata para llegar a
lo alto del Vaáamono de la forma más rápida y cómoda posible.
Y allí como tantas y tantas
veces, a bajar por un camino que ya empieza a cansar por rutinaria, en la que
nos cruzamos con casi todo tipo de vehículos. Salvo una moto, nos cruzamos con
de tó, jinetes a caballo, un coche de caballos, quads e incluso coches, en fin
como decía de tó.
En la carretera de Chinchón M-311,
el mini pelotón se volvió a separar en dos de nuevo, esta vez sería hasta el
fin. El viento seguía siendo el obstáculo mayor.
Llegamos al Camelot tras un recorrido
de 63 km, no está mal. Allí nos esperaban unos pocos de los que no habían
salido. Nos juntamos a tomar unas cerecitas, aunque es de destacar que éramos
menos los esforzados que los que se habían quedado en casita y sólo salieron a
tomarla, válgame.
Nada más, que los enfermos
se recuperen del todo y los indecisos se reenganchen al pelotón que se echa en
falta a muchos. Ánimos a todos y en especial a uno, ahí estaremos pá lo que
haga falta.
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