Y todavía habrá alguno que pensará - ¿hubo etapa el domingo?
Pero como no vamos a salir. Si a la hora de la convocatoria
de salida de etapa no llueve, Nenazas a la calle y a pedalear por esos caminos
de nuestro entorno.
A la cita en Picos de Urbión solo acudimos dos, los más
VALIENTES y ARRIESGADOS del pelotón, no hay que decir más porque os lo
imagináis. Aunque empezada la ruta se nos unió otro valiente que esperaba en
las cercanías del Miguel Ríos.
No llovía aunque las previsiones apuntaban a que lo haría
entorno a las 11 de la mañana y para eso nos quedaban dos horitas por delante,
suficiente si tienes ganas de montar un rato.
Tampoco estaba nada claro dónde íbamos a ir, no se podía ir muy
lejos por si llovía y las lluvias de la semana habrían dejado muchos caminos
impracticables.
Por eso, como socorrido y habitual elegimos el Vaáamono, un camino
que casi nunca defrauda y esta vez no podía ser menos.
Para allá fuimos, pasando primero por la laguna de El Campillo,
y continuando por la carretera de Chinchón hacia nuestro camino más visitado.
Llegamos pronto al Vaáamono, la idea era girar a la
izquierda unos vez hechos los primeros kilómetros y subir por los Cerros
Concejiles, el camino que más apasiona a Jokin.
Esta idea se nos cambió pronto, sobre todo al ver que
Caracol iba un poco tocado en las primeras cuestas. Podía ser mucho castigo y
se decidió seguir adelante para culminar esta ruta junto al puente metálico de
la Vía Verde.
Aguanté las siguientes rampas y no me descolgué de Jokin
hasta la zona donde empiezan las curvas. Allí éste se unió a otros tres
ciclistas y tiraron hacia arriba sin poder seguir su ritmo.
Así cuando llegaba a lo alto Jokin daba vueltas por la zona
para no parar. Unos minutos después llegaba Caracol, desencajado por la
inactividad que pasa factura. Había que hacer un receso para que recuperara la
respiración.
Junto al puente metálico de la vía verde Foto: Marqués
No sabíamos que hacer, Caracol estaba convencido de darse la
vuelta y nosotros dos todavía queríamos más.
Eran las 10 y media, más o menos y las primeras gotitas
empezaron a caer, eso era un mal presagio. Así que decidimos darnos la vuelta
todos juntos bajando por ruta distinta a la de subida.
La bajada por el camino que transcurre casi en paralelo a la
Vía Verde, un camino un poquitín pedregoso pero entretenido para los que les
gusta ese tipo de caminos.
Un vez abajo ya en la Vía Verde tocaba decidir de nuevo por
dónde ir, convenciendo a Caracol para no volver hacia La Poveda y el “puente de
las avispas”, que está en un estado un tanto peligroso.
Por lo tanto solo quedaba una opción, subir por el camino
que habitualmente venimos desde los Cerros Concejiles, aunque esa opción no le
convencía mucho a Caracol. Esa cuesta inicial le daba respeto.
Caracol una vez subida la cuesta Foto: Marqués
Una vez arriba hicimos una breve parada para el platanito, y
ahí empezaron a caer del cielo una nieve parecida a unos granicillos
pequeñines, que nos hicieron dejar el descanso y volvernos para casa cuanto
antes.
En el Vaáamono nos juntamos de nuevo, para bajar casi juntos
hasta la carretera de Chinchón. Había dejado de llover y de caer esa nueve dura
pero cada vez el cielo se ponía más oscuro.
La siguiente reunión en el Puente de Arganda, ya chispeando
aunque con poca importancia. Jokin iba a subir por los cortados hacia el Miguel
Ríos y nos dejó por delante.
Imagen antigua del Puente de Arganda en el Archivo rojoFuente: Blog SEPAN QUANTOS
Jokin en el Puente de Arganda
Foto: Marqués
En los primeros instantes Caracol y yo fuimos juntos, aunque
duró poco porque cada vez caía más agua y el ritmo debía ser más alto para
llegar cuanto antes. Así nos despedimos y seguí hacia delante.
Hice casi toda la subida en solitario, lloviendo sin
remisión. También mojándome como semanas atrás pero con una satisfacción
evidente.
En las últimas rampas de la avd. Pilar Miró y antes de
llegar a la pista del pinar del Cerro del Telégrafo Jokin enlazó por detrás.
Hicimos el resto de la ruta hasta llegar a casa juntos, para
culminar una etapa de poco más de 38 kilómetros en la que volvimos a llegar
calados, Guarros pero Valientes.
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