16 de febrero de 2014, Salir, salir, salir, salir

Una nueva jornada más en la que salimos menos de los que en principio habían dado el visto bueno a la ruta dominical. A algunos se les siguen pegando las sábanas, hay frioleros, cagaos que tienen miedo al barro, con imprevistos y perdidos por la causa, bueno todo ese tipo de excusas que en el subconsciente  de cada uno sirven para quedarse sin cumplir pleitesía y no salir los domingos por la mañana. C’est la vie.

Pero en esta mañana un grupo reducido de Nenazas no tenía ningún tipo de excusas y tenía claro que lo mejor era ser intrépido y pedalear, con muchas ganas por parte de alguno.

Las predicciones de algún meteorólogo daban cielos completamente despejados, pero si mirabas para el cielo el sol no hacía acto de presencia e incluso unos oscuros nubarrones predecían lluvias.

Así salíamos 4 de esos arriesgados de la ruta a la hora convenida intentando en todo momento huir de los barrizales que seguro adornan los caminos del sureste madrileño y más allá.

No teníamos una ruta clara, dudábamos donde ir por el miedo a ese barro. Pero pronto el Profe propuso y los demás dispusimos. Ya había propuesto esta ruta hace unas semanas y esta era la ocasión.

Cuando llegábamos al final de la avenida Pilar Miró un escollo en el camino. Una prueba de Duatlon hacia que las calles estuvieran cortadas y tuvimos que hacer una vueltecilla extra por las traseras de unas casas para llegar a las inmediaciones del Miguel Ríos.

Una vez allí tuvimos que convencer a un Municipal para que nos dejara cruzar hacia el carril bici al otro lado del paseo. No fue muy complicado y sin pausa cruzamos por un paso de peatones para alcanzarlo y seguir por él.

Rápido llegamos al aparcamiento de la Laguna de El Campillo, había que decidir si coger la ribera del Jarama para ir hasta la Poveda o la carretera de Chinchón para subir por el Vaáamono. El río estaba completamente desbordado, el desembalse de El Atazar y otras presas serranas ha borrado las curvas y meandros de este río, convirtiendo todo en un continuo de agua que baja a toda velocidad y sin obstáculos.


La crecida del río Jarama
Vidrio por Avispa


Pronto llegamos a nuestro camino más usado, en pelotón más o menos compacto en las primeras rampas. Jokin animaba a Rulo, “vamos que hoy subimos todos juntos todo el camino”.  Pero ya sabemos que eso es un imposible que duró hasta más o menos la mitad pero después el grupo se estiró sin remedio.

Íbamos subiendo cuando un trío de ciclistas nos superaron ligeramente, cuando Jokin se lanzó hacia arriba tras ellos. El trío intentó subir a su rueda pero eso es muy difícil. Cayeron los dos menos sufridos aguantando el otro un buen rato. Al final Jokin nos contó que cayó también, era de esperar. El resto subimos casi juntos, con poca distancia entre nosotros llegando casi a alcanzar a los dos descolgados de la subida de Jokin.

En lo alto del Vaáamono nos arrejuntamos de nuevo, para decidir por donde seguir. Estaba claro los caminos estaban muy embarrados y lo mejor era meternos en la Vía Verde para hacer un buen trozo de ruta por esta pista asfaltada.

Nuestro destino siguiente era Morata de Tajuña. Jokin volvió a tirar palante, el Profe que es un experto bajador se fue tras su estela y por detrás nos quedamos Rulo y yo, que bajamos de una forma menos arriesgada. En el helipuerto nos volvimos a juntar aunque la parada fue breve porque no tocaba parar allí.

Atravesamos Morata sin descanso, ni palmeritas, ni bancos, ni fuentes, ni nada era escusa para hacer un receso en este insigne pueblo. Así tras cruzar todas las calles de la localidad salíamos por el otro extremo de nuevo por la Vía Verde esta vez camino del vecino pueblo de Perales de Tajuña.   

En esta Vía Verde nos cruzamos con muchísimos ciclistas, aquello parecía el Madrid Río, gente para acá y para allá sin cesar, pero el destino estaba claro y había que seguir adelante.

Este tramo de Vía Verde es un poco coñazo, discurre en paralelo a la carretera y al río Tajuña, pero su trazado es como un tobogán con repechitos cabrones que te cortan el ritmo en muchas ocasiones. Por aquí solo recuerdo circular en una ocasión, la primera vez que fuimos a ese mítico pueblo que estaba muyyyy lujos, Chinchón, hace mucho tiempo de eso.

El último tramo era nuevo, en aquella ocasión nos salimos de esta ruta para ir hacia Chinchón, esta vez tocaba recorrerlo entero.

No tardamos mucho en llegar a Perales, donde si o si nos tocaba la parada del platanito. El sitio elegido fue el parquecillo a la entrada al casco urbano. Ya hemos parado allí otra vez.


En el parquecillo de Perales de Tajuña 
Foto: Marqués


En este lugar lo de siempre, platanito, barritas, fotos de recuerdo, charla con el pelotón y con otros esforzados de la ruta, en fin todo lo que se hace en una parada de descanso a mitad de la ruta.






Pelotón en el parquecillo de Perales de Tajuña
Fotos: Marqués

Por delante nos quedaba la peor parte de la ruta, había que subir hacia el Rock in Río para hacer la vuelta hacia casa. La ruta en esta ocasión estaba clara, la subida por la Fuente de La Gasca.

Esta subida ya la hemos hecho unas pocas veces, aunque un novato iba a sufrir en sus carnes esta empinada cuesta con firme asfaltado, que facilita mucho el trascurrir de las bicis hacia arriba.

Como no podía ser menos Jokin nos dejó en la primera cuesta, haciendo la subida en solitario. El resto subimos en pelotón compacto casi hasta arriba, donde nos separamos mínimamente según las posibilidades de cada uno. Cuando llegábamos arriba Jokin deshacía la carretera en nuestra busca. Rulo y yo estábamos casi arriba, y el Profe un poco más castigado no venía muy lejos, estaba a vista.

Hasta lo alto llegamos y la parada fue de nuevo muy breve, se nota que andamos mejor y la recuperación es rápida y te permite no hacer recesos de larga duración.

Hasta el Rock in Río hay que ir primero circulando por la vía de servicio de la A-3, asfaltada también, hasta llegar a una rotonda en la carretera que une Perales de Tajuña con la autovía y que se dirige hacia Campo Real. Allí se cruza bajo la autovía y se gira a la derecha por la carretera que va hacia Arganda.

Antes de cruzar de nuevo bajo la autovía para ir hacia Arganda, nosotros dejamos esta dirección tomando un trozo de carretera que entra hasta el Rock in Río. Un carretera ancha, sin tráfico y cómoda que hacen circular a buena velocidad hasta llegar al aparcamiento de estas instalaciones.   

No había que parar, seguir hacia delante era primordial para llegar cuanto antes a casa. Una negociación para el camino de vuelta. Podíamos bajar por el recorrido tradicional el que pasa por el área recreativa de la Fuente del Valle, la que está bajo la A-3, o dirigirnos hacia la Dehesa del Carrascal para una bajada por otro de los caminos conocidos que nos llevan hacia la Vía Verde ya en Arganda.

Al Profe hubo que convencerle, no tenía claro cuál era la mejor alternativa, aunque ya sabéis que cuando hay dudas se tira hacia delante y todos siguen sin remedio.





En la Dehesa del Carrascal 
Fotos: Marqués 

Una vez en la Dehesa del Carrascal, sin tregua y con poca pausa giramos a la izquierda para hacer la bajada tradicional. Casi toda esta ruta estaba en buen estado, salvo un par de charcos de los habituales que hacían dudar por donde cruzarlos.

En uno de ellos, Rulo eligió el lado oscuro de la ruta y no tuvo más remedio que poner pie a tierra. Jokin había boceado la opción correcta, a mi me dio tiempo a ir por ella, pero Rulo cayó en la trampa y clavó su bici en el barro. Hay que espabilar!!!!!!

Al poco ya estábamos en la Vía Verde, donde Jokin trató de convencer al resto en hacer la vuelta por la subida hacia los Cerros Concejiles. Esta vez no hubo manera, el Profe tenía claro que la vuelta era por la Vía Verde y que estaba cubierto el cupo de subidas de la jornada. Sin mucho que discutir los demás asentimos y todos hacia La Poveda para volver a casa.

Tras cruzar La Poveda y como Josemari había comentado en el guasap que el puente de las Avispas estaba ya reparado, decidimos cruzar por él. La verdad es que el puente sigue igual que hace un par de meses, no han reparado nada más y todavía hay una zona que cruzar con cuidado porque hay un agujero.


En el puente de las avispas 
Fotos: Marqués

Una vez en el otro lado, Jokin y el Profe habían decidido no regresar por la ribera del río junto a la laguna de El Campillo. A veces hay mucho paseante y pensaron que era mejor recorrer la pista bajo los cantiles de yeso en esa parte de la finca de El Piul para llegar hasta Rivas.

No me gusta nada esa destrozada carretera, baches y más baches, hoyos y más hoyos, pero en fin llegar se llega pronto y fue el siguiente tramo que recorrimos.

Una vez pasado el aparcamiento, Jokin hizo un giro a la derecha, su ruta de vuelta suele terminar subiendo por la pista de los cortados con un recorrido por las lomas de la zona de los cortados. El resto nos despedimos y realizamos la vuelta por las calles de Rivas.

En pelotón contacto subimos por las calles de siempre. La prueba de Duatlon estaba acabando y la parte alta ya estaba despejada. En las últimas rampas de la avenida Pilar Miró, justo antes de llegar a la zona de tierra que rodea al Cerro del Telégrafo Jokin contactaba de nuevo por detrás.

Los cuatro juntos llegamos hasta el parquecillo cercano al Cerro y hacíamos el final de la ruta en grupo. El Profe se iba para casa, los demás a cumplir ritual en el Champu tras casi 70 kilómetros recorridos, 69 dijo Rulo, ni para ti ni para mí. Nuestro cuenta kilómetros tenía una pequeña variación, qué más da.

Al llegar al final el cielo seguía nublado aunque las nubes dejaban más huecos por donde ver el sol. Al final Rulo se salió con la suya y el sol nos calentó un poquito. Nos esperaba GPS con un estado impecable tanto en bici como en la ropa. Había salido a hacer ruta pero demasiado tarde y se fue del tirón para el Champu.

Al rato apareció Avispa, que hizo etapa en solitario porque se le pegaron las sábanas. Tampoco iba muy manchado, eligió la Vía Verde también para subir hasta el puente metálico en la parte alta del Vaáamono y vuelta. Un recorrido de unos 42 kilómetros que no está nada mal, pero a algunos el cuerpo nos pide más.

Cuando ya nos íbamos apareció Josemari. Una buena escusa para tomarnos la última, una cañita pequeña y para casa que era hora de comer.


Nos vemos en los bares……… (Celtas Cortos dixit)

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