Tres Nenazas en la salida
neutralizada y ningún gallo. La cosa pintaba bien para Avispa, el Volador y el Profe: etapa tranquila, distancia media,
pocas complicaciones y, en definitiva, uno de esos días en que se puede
disfrutar de la bici.
Íbamos a echar de menos al Marqués, no estamos acostumbrados a que
nos deje huérfanos en una etapa, pero aseguró que no le quedaba otro remedio
que ejercer de padre y dejar de ser ciclista por un día. No es lo mismo una
etapa sin él. Y lo malo es que no pudo coger ninguna cajita…
En esas estábamos cuando saliendo
de la plaza oímos cómo se abría la puerta de GPS y asomaba la bici. No cundió el pánico pero sí la resignación,
los planes se habían jodido y el cambio de etapa era asumido por todos. Eso de
ir tranquilos y sin poner el platillo en toda la etapa era cosa del pasado,
había que minimizar daños y la propuesta fue aceptada por todos: a Morata por
el Vaaámonos, paseíto por el otro lado del río hasta Perales y el puertito con
tranquilidad.
Como de costumbre, después de una
bajada tranquila hasta la carretera de Chinchao, se tensó el pelotón y se
quebrantó en un rosario de Nenazas llegando con respiración agitada hasta el
cruce con la Vía Verde. Unas vueltas dejándose llevar para que la respiración
se normalizara y un traguito mientras duraba la reagrupación.
Algún comentario, con la boca
chica, de regreso dirección al Chapu, pero de nuevo camino a las canteras, antiguo
piolín y bajada a Morata, esta vez por aquella senda inhumana por la que
subimos en una etapa no muy lejana. Bajar es otra cosa: un poco de cuidado y
dejarse llevar por la burra sin sentarse demasiado.
No hubo amarretaco en Morata, así
que nos fuimos hacia el otro lado del río pero sin cruzar el pueblo en busca
del cruce de la reja. Salimos hacia la carretera de Perales, tomamos un camino
a la derecha, llegamos a uno de los puentes que cruza el Tajuña y nos
encontramos con el camino de siempre. Esta vez no hubo canción, pero lo
agradecimos, porque además de acortar un poco la ruta era más agradable. GPS tiene los mapas actualizados y le
sobra la función de recalcular, la primera opción siempre es la buena.
Paso ligero, que para eso
llevábamos todavía al legionario, hasta Morata. Algunas miradas con nostalgia
de GPS a esos montes del infierno que
hay a la derecha y el firme propósito de llevarnos algún día a expiar nuestras
culpas arrastrándonos por sus subidas. Pero esta vez nos libramos…
En Perales se notaba que no había
muchas ganas. Tomamos posición en los banquitos del parque que hay a la entrada
y disfrutamos del platanito, la conversación y las buenas vistas. Nadie tenía
muchas ganas de salir de nuevo, y más pensando en el puertito, pero tampoco era
cuestión de flojear demasiado, así que reanudamos la ruta con algún comentario
dedicado a Pilar y enseguida se nos empinó la carretera.
La Cube de GPS
Foto: Avispa
Reposando
Foto: Avispa
Selfy
Foto: Avispa
Sobra contar las penurias que nos tiene reservadas el puertito, que nunca falla. Es un seguro de amargura. Vayas como vayas es un rejonazo en todo el lomo. Nos tienta con la Fuente de la Gasca en una de las partes más duras, pero hay mucho miedo de poner pie a tierra y llenarse de agua como un botijo, la reanudación puede ser peor.
Cada uno llegó arriba como pudo,
el legionario iniciando su transformación y GPS, insatisfecho con tanto
asfalto, se fue camino del Rock in Rio por donde les gusta andar a las cabras y
demás herbívoros. El resto, una vez reagrupados, tomamos la misma dirección,
aunque por caminos más civilizados.
Llegando al Rock in Rio, ya no
quedaba nada del legionario ni del caballero. Menos mal que llevar el traje le
da un plus de orgullo y coraje y supo poner buena cara al sufrimiento que sólo
él sabía valorar. Nueva reagrupación, menos GPS
que tenía mucha sed y sólo pensaba en el Chapu, y bajada rápida hacia Arganda
para seguir hasta la estación del tren antiguo y tomar la senda de la valla que
últimamente nos gusta más que el puente avispado.
Nos quedaba la subida del pueblo,
pero nunca la habíamos tratado con tanta indiferencia
como en esa etapa: paradita en la fuente del parque tras la primera cuestona,
parada en la fuente del Miguel Ríos, y porque no había más fuentes, que si no
también habríamos parado.
El soldado de intendencia echó
mano de la imagen del vaso de cerveza que le esperaba y pudo llegar al final,
ya no le quedaban ni piernas ni riñones ni alma, pero la imagen de ese vaso
sudando, con la luz del sol atravesando el amarillo de la cerveza, vale más que
los venenos de GPS. Y llegamos y nos
bebimos las cervezas y fuimos felices, que no es poco. Casi 70 kms, pero
victoriosos y con el merecido premio.
Ruta de la etapa
En wikiloc por Avispa
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