30 de diciembre de 2012, la última del año por las lomas de Arganda

Ya lo decía mi abuela – “Mañanita de niebla, tarde de paseo”, pero eso parece que no llegó a cumplirse en la mañana del domingo, como bien sabéis los que hicisteis la última etapa del año 2012, el año de los Mayas.
 
A las 9 de la mañana del domingo, nos juntamos unos cuantos Nenazas, 8 valientes, para la cita dominical, abandonados por el guía espiritual que le confundió la noche. La verdad es que no fue el único confundido, pero no vamos a hacer leña del árbol caído.
 
La idea era hacer una etapa suave, pero la verdad es que suave suave, no hacemos ni una, que le vamos a hacer.
 
Salimos entre una niebla no demasiado densa por el parque del Cerro del Telégrafo, rodeándolo por la derecha por la sendita que tanto nos gusta y que nos lleva hacia la avenida Pilar Miró, por allí la niebla era menos densa todavía y eran los últimos rastros de ella que veríamos a lo largo del resto de la mañana.

 
Pelotón por la niebla
Fotos: Marqués

Bajamos hasta el pueblo y rodeamos la laguna de El Campillo, donde hicimos una breve paradita para hacernos una foto de grupo, por si las moscas.
 

Pelotón en la laguna de El Campillo
Fotos: Marqués
 
Panorámica del la laguna de El Campillo, sin niebla
Foto: Marqués


Lo siguiente era seguir río arriba, para cruzar el puente del Tren de Arganda, ”que pita más que anda”, libre de avispas con los rigores invernales para dirigirnos hacia La Poveda.
 


Cruzando el puente del Tren de Arganda
Foto: Marqués


Los siguientes kilómetros los hicimos por la vía verde de Morata, para desviarnos hacia la derecha por el polígono, para no llegar hasta Arganda y así alcanzar el Hospital del Sureste de forma más rápida.
 
La vía verde, no la volvimos a usar, aunque la cruzamos un poco más arriba pues nos dirigíamos por el camino que sube hacia el parque de la Dehesa del Carrascal, donde se volvía Antonio, con su cupo concluido.
 


Pelotón
Foto: Marqués

 
No sin antes cumplir la tradición de todos los años, el descorche y cata de la sidra El Gaitero, famosa en el mundo entero. Una tradición que no puede dejar de cumplirse, ¿verdad?
 


Sidriña el gaitero, rica, rica
Fotos: Marqués


Dicho camino los Quejigos, tomamos el camino de la derecha que nos lleva hacia la N-III, para recorrer nuevos caminos de forma improvisada.

 
Al llegar a la altura de la autovía, giramos a la izquierda en busca de uno de los túneles que la cruza por debajo y nada más cruzarlo, giramos a la derecha  en vez de la izquierda, que es lo que hacemos habitualmente.

 
Allí tocaba improvisar, para dirigirnos hacia la carretera de Arganda a Morata por un camino muy agradable y no demasiado empinado, que Clavi recordaba haber hecho una vez aunque en sentido contrario. Bellos paisajes los de la zona.

 
Una vez arriba, se hizo una parada de recomposición del grupo y para tomar el platanito. Lo que vendría a continuación, fue de nuevo una improvisación pues tras cruzar la mencionada carretera y andar por ella unos escasos 50 metros, volvimos a tomar otro camino, que nos llevaría hacia el puente metálico de la vía verde, el situado en la parte alta del Vaáamono.

 
En ese lugar, para llevar la contraria decidimos no bajar por el Vaáamono sino girar a la derecha por la pista de cemento situada entre la Vía Verde y las parcelas con casas situadas junto a ella. Bajamos en paralelo a la Vía Verde, hasta llegar al camino de los Cerros Concejiles, en la zona cercana a la Vía Verde. Allí nos descolgamos del grupo un par de miembros, uno cansado y otro de liebre para hacer el camino más agradable al cansado. Ya no se volvería a juntar el grupo hasta llegar a casa.   

Los de delante hicieron los Cerros Concejiles en sentido contrario al que hacemos normalmente para bajar hasta el Vaáamono, y los dos de detrás siguieron improvisando, pues una vez en lo más alto tomaron un camino alternativo a la derecha. Es un camino entre pinares que en los primeros tiempos y antes de conocer muchos de los caminos que usamos ahora, usamos alguna que otra vez, aunque en sentido contrario. Si hacéis memoria, uno que tenía una barrera metálica junto a un pinar. Adjunta foto de entonces.

Una vez bajado el Vaáamono, tocaba la carretera de Chinchón y como no, el pueblo. Alli hubo desbandada general, cada uno como pudo y con Casper, perdido por las calles de nuestra localidad, para llegar hasta el Camelot cada uno por un lado.
 

No era el día de los inocentes, pero esta fue la broma del camarero del Camelot
Foto: Marqués


Allí despedimos el año como se debe, en compañía de alguna de las bajas de la etapa, pues se acercaron a vernos Locomotoro, el Hombre Volador (un tanto dolorido tras su último vuelo) y GPS.
Buen año 2013, lleno de buenas y apasionantes etapas por los caminos del Sureste madrileño.

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